A lo largo de «mi vida entre canciones» jamás se me ocurrió crear poesía y, menos aún, publicar un libro de poemas. En ese sentido, por no escribir, no he escrito ni la letra de una canción.
Amo la poesía, la he disfrutado mucho y ha sido muy importante en mi vida; tanto es así que siento una inmensa admiración hacia nuestros poetas (hombres y mujeres) y un profundo respeto al lenguaje poético.
No obstante, alguna vez, muy tocado por dentro, me he puesto a escribir y, de repente, he sentido que lo que me estaba saliendo del alma, al menos en apariencia y sin yo proponérmelo, rozaba con el verso libre o la prosa poética. Por supuesto, cuando me ha ocurrido, nunca he reprimido el impulso, pero siempre he tenido muy claro que el resultado de esa expresión era para mí mismo, para mi intimidad, y no para ser publicado.
Siendo del todo cierto lo que acabo de decir, tengo que mencionar una excepción. En 1983, cuando Carlos Cano me pidió que le escribiera un texto para la carpeta de su disco Si estuvieran abiertas todas las puertas, me puse a escribir y el resultado, inevitablemente, fue algo próximo a un texto poético. Incluso le di su correspondiente estructura formal. Cuando lo terminé se lo mostré a Carlos y se emocionó. Dadas las circunstancias, y pensando en que se trataba de un texto suelto para la carpeta del disco de un buen amigo, permití a la discográfica que lo publicara y lo incorporamos también al libro de Júcar.
Fotografía de Carlos Cano que apareció acompañando al texto que escribí para su disco "Si estuvieran abiertas todas las puertas" (1983). |
El texto es el siguiente. Vuelvo a leerlo y aunque sigo pensando que literariamente es un poco pretencioso, ¡a mí me gusta!
«Por encima del tiempo y el espacio;
por encima de estructuras, intereses y sistemas,
en la raíz del hombre y de lo humano,
cuando menos se espera.
o tal vez,
cuando uno empieza a sentir
el cansancio de la espera,
surge el SILENCIO.
Y en el silencio, hoy de nuevo, la ESPERANZA,
y el sueño, y la fe, y la UTOPÍA.
Y en el silencio la visión conmovedora
de una puerta,
una sólida y desafiante puerta, cerrada desde siglos,
que cobra ligereza en su apertura;
y con ella mil puertas que se abren,
¡todas las puertas!
de palacios y chabolas,
de cárceles, manicomios y vecinos,
la puerta del amigo y también del enemigo,
tu puerta y mi puerta,
todas nuestras puertas:
corazones que laten, que palpitan.
¡Ay!
¡Si estuvieran abiertas todas las puertas!
¿qué pasaría?
…y el sueño, la fe y la esperanza continúan…
(¡Necesito creer en la utopía!).
Pasarían la libertad, el cariño y la ternura,
la ilusión vestida de sonrisa,
el beso y la caricia sencilla y transparente,
el refugio de unos ojos, la armonía,
el amor: aliento de la vida.
Pero el tiempo y el espacio con frecuencia me encadenan,
y surge de nuevo ante mí, lo inevitable:
la insensibilidad y el miedo,
la desconfianza y el agobio.
(¿Por qué hemos amordazado la utopía?).
Y las puertas se cierran en mi cara,
se alquilan porteros y guardias que vigilan,
se sofistican los sistemas del blindaje,
urge la “mirilla” descarada y espiante,
surge la soledad y el abandono,
la mediocridad y el “ha salido, no está en casa”,
lo mío y lo tuyo,
lo de dentro y lo de fuera,
el de arriba y el de abajo...
... y, mientras tanto, la historia,
nuestra corta historia, continúa...
Pero en la historia
aún laten con su magia y con su grito,
y también con su aparente y hasta molesta e inexplicable locura,
los profetas,
y con ellos irresistible e imperecedera,
de nuevo la esperanza, el sueño y la utopía.
¿Qué ha de ser el cantor popular, sino un profeta?
Carlos Cano, hombre y cantor, en su trabajo,
nos reafirma en su ya madura profecía.
Por encima del tiempo y el espacio,
por encima de estructuras, intereses y sistemas,
él se atreve a tomar su propia entraña,
traducida en palabras de silencios,
y en un gesto de generosa apertura,
con fuerte brazo y en grito desgarrado,
en la plaza pública la tiende,
a las miradas
y también a las pisadas
de todos los que pasan.
Si estuvieran abiertas todas las puertas;
nueve canciones y una despedida,
una declaración de fe en la esperanza,
en el sentimiento,
en el sueño,
en la utopía...
¡He aquí una puerta que se abre!
Cruza su umbral,
pasa y siente...
¡He aquí al hombre!...
Y ahora escucho su voz:
“Amor mío, adiós,
despierta del sueño”.
... y una sólida y desafiante puerta,
cerrada desde siglos,
definitivamente hoy cobraba ligereza en su apertura».
Entrada del concierto celebrado en el Teatro Salamanca, de Madrid, en el que Carlos Cano presentó su disco "Si estuvieran abiertas todas las puertas. (Viernes 21 de octubre de 1983.) |
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