Decía ayer que con motivo de la publicación del último disco de Pedro Guerra –"El mono espabilado"– voy a dedicarle una serie de "cuelgues" haciendo un recorrido a lo largo de su trayectoria como compositor y como intérprete.
En esta ocasión, ese recorrido biográfico voy a intentar hacerlo de forma diferente a como es habitual, es decir, no "de atrás pa'lante", sino "de alante pa'trás". Voy a partir del "cuelgue" de ayer –en el que comentaba el concierto que Pedro nos ofreció el pasado día 25 en Madrid y la edición de su último disco–, para desde ahí, ir escudriñando sus creaciones anteriores hasta encontrarnos con los orígenes –o las raíces– de su arte, de su poesía, y, a fin de cuentas, de su sensibilidad y de su identidad artística.
En el nuevo disco "El mono espabilado", Pedro Guerra incorpora una canción titulada "Aquella vieja canción" que interpreta con la colaboración de Ivan Ferreiro. En el texto de esa canción Pedro dice:
«Dejaremos de hablar,
nadie recordará,
en las gastadas esquinas del tiempo
no sonará aquella vieja canción,
y de un modo sutil
sin poder sospechar
se perderá para siempre el momento,
se olvidará aquella vieja canción. [...]
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Ilustración que acompaña al texto de "Aquella vieja canción"
en el cuadernillo adjunto al CD "El mono espabilado". |
Otra gente vendrá,
otras formas de amar,
otras miradas, distintos deseos,
se olvidará aquella vieja canción,
y de un modo sutil
esa luz morirá
con la emoción anidada en los versos,
se perderá aquella vieja canción».
Esa emoción que anida en los versos de algunas "viejas canciones", es evidente que a Pedro Guerra no le deja indiferente, todo lo contrario, por su parte está dispuesto a hacer todo lo posible para que aquellas canciones no se pierdan ni se olviden.
Este es, sin duda, el motivo y el sentido por el que Pedro, entre los años 2009 y 2010, se enfrentó a un proyecto precioso, pero, a la vez, arriesgado; la publicación de dos discos –¡dos!– en los que interpreta versiones de "canciones del alma" españolas y latinoamericanas: tangos, boleros, rancheras y coplas... Dos discos que suponen el compromiso del cantor canario con la tradición musical de nuestros pueblos... Dos discos que merece la pena recuperar porque, pese a lo que algunos críticos pueden opinar, están repletos de belleza y de significado. Esos discos son: "Alma mía" (2009) y "Contigo en la distancia" (2010).
Entre las "canciones del alma" interpretadas por
Pedro en aquellos discos, figuran, por ejemplo:
"Noche de ronda" y
"Piensa en mí", de
Agustín Lara;
"Ojos verdes" y
"Te lo juro yo", de
Rafael de León y
Manuel Quiroga;
"Volvió una noche", "Volver" y
"El día que me quieras", de
Gardel;
"Volver a los diecisiete", de
Violeta Parra;
"Cuando vuelva a tu lado" y
"Alma mía", de
María Greever;
"Ella" y
"Vámonos", de
Alfredo Jiménez;
"Alfonsina y el mar", de
Féliz Luna y
Ariel Ramírez; o
"Fallaste corazón", de
Cuco Sánchez, entre otras.
Un año antes, el 8 de septiembre de 2008,
Pedro Guerra ofreció un extraordinario concierto en el Auditorio Pilar Bardén, de Rivas Vaciamadrid, en el que realizó un completo y significativo recorrido por sus mejores canciones, canciones propias –reflejo de su propia existencia–, acompañado de amigos cantores como
Ismael Serrano, Bebe, Luis Pastor, Quique González, y
Miguel Ríos. Aquel concierto se recogió en directo en el disco titulado
"Vidas en vivo" (2008).
Ese mismo año, en enero de 2008,
Pedro grabó su disco número nueve titulado
"Vidas" en el que le dedica una preciosa canción a su hijo, y del que siempre me quedará en la memoria un fado al que suelo regresar con bastante frecuencia; sobre todo, cuando descubro y siento que las circunstancias de la vida –¡putas circunstancias!– le hacen daño en el corazón a cualquier ser humano del planeta; daño de muerte por la violencia, daño por la violación de cualquiera de sus derechos, daño por la emigración o por las pateras de la muerte, daño... ¡que sé yo!... por la vida cuando se le amputan o se le mutilan las esperanzas y los horizontes.
El corazón mutilado
es el amor sin amor
una luz que se ha apagado.
El corazón ya no canta
tanto dolor lo ha callado
lo ha salpicado el rencor
y ahora quien canta es el fado.
Fado que cantas al son
de un corazón enfadado
oh fado.
El corazón ya no canta
el corazón agraviado
ahora es un bulto sin voz
desposeído y cansado.
El corazón ya no canta
estéril y desangrado
se le negó la canción
y ahora quien canta es el fado».
("Corazón enfadado")