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martes, 19 de noviembre de 2013

TRES AÑOS, UN DÍA Y PERMANECEN INALTERABLES UNA DENUNCIA («¡MALDITAS GUERRAS!») Y UN SUEÑO («LA PAZ»).

Ayer celebramos el tercer cumpleaños del blog y fue un día lleno de sorpresas, de alegrías y de agradecimientos. Me sentí muy feliz, ¡os lo aseguro!... Pero hoy, que se cumplen tres años y un día en que inicié este proyecto donde CANTAMOS COMO QUIEN RESPIRA, no quiero olvidar una denuncia y un sueño que han estado presentes de forma permanente en mis "cuelgues" durante todo este tiempo pasado. 

La DENUNCIA, en concreto, contra la GUERRA, contra las ARMAS, contra la VIOLENCIA... Una denuncia traducida en un grito –que ya se ha convertido en alarido–: 
¡MALDITAS GUERRAS!

Ese grito lo di por primera vez en este blog, el 22 de marzo de 2011 a partir del desgarro que me produjo la siguiente viñeta de Forges publicada ese mismo día en el diario EL PAÍS:


El SUEÑO, sencillamente LA PAZ.


Pues bien, esa denuncia y ese sueño permanecen en mi interioridad inalterables y, en consecuencia, van a seguir estando presentes aquí, entre canciones..., ¡como quien respira!. Hoy, en concreto voy a unirme a los versos del poeta y ensayista chicano SERVANDO CÁRDENAS:

I
«Ya no sueña la dulce muchachita
en su príncipe azul; ya a su esperanza
de su pena en la bóveda infinita
la persigue enigmática asechanza.

Ha muerto toda su ilusión pasada;
como nunca sus ojos han llorado;
ya como antes no escucha embelesada
las tiernas frases de su bien amado.

Desilusión tan sólo su alma encierra,
la promesa de amor quedó ya truncada:
su amante enamorado fue a la guerra
y a su lado, tal vez, no vuelva nunca.

II
Junto a la alcoba obscura y silenciosa
donde el hijo durmió por tantos años,
llorando está la madre cariñosa,
llena su alma de crueles desengaños.

La dulce viejecita siente el frío
de un temor que le quita toda calma,
siente en todas las cosas un vacío
y un vacío también dentro de su alma.

"¡HIJO!" –palabra que en su pecho estalla
y en el mundo no hay madre que no entienda:
su hijito se fue al campo de batalla,
y allá tal vez la muerte le sorprenda.

III
Los juguetes están diseminados,
ni una mano infantil por ellos pasa,
los niños sólo inquieren angustiados
el por qué su papá no está en la casa.

De las criaturas hay en el semblante
una vaga inquietud, una tristeza:
falta el padre solícito y amante,
sus caricias, su amor y su tibieza.

En lágrimas las risas se cambiaron
porque les falta el dios de sus cariños:
a su amante papá ya lo mandaron
a matar a los padres de otros niños.

IV
¡Maldita sea la GUERRA, porque es obvia
su invasión destructora, siempre deja
ya a la madre, ya al hijo, ya a la novia
llorando al ser querido que se aleja!».

¡¡¡MALDITA SEA LA GUERRA!!!

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