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miércoles, 6 de abril de 2011

¡MALDITAS GUERRAS! - XV

JUAN GENOVÉS es uno de nuestros más importantes pintores contemporáneos. Nació en Valencia el 31 de mayo de 1930 y ha desarrollado una intensa obra plástica proclamando el valor incuestionable del ser humano, la defensa de los derechos humanos, y la condena radical de la violencia, de las armas y, en particular, de las MALDITAS GUERRAS.

Hay dos obras de Genovés que nos pueden resultar especialmente familiares. Son estas:

"El abrazo". 1976. Pintura perteneciente a la colección del Museo Reina Sofía, de Madrid.
Esta obra fue reproducida en el cartel de Amnistía Internacional durante la transición democrática.

"La reja". 1967.  Acrílico sobre tela que ilustra la cubierta
del disco "Silencio" de Adolfo Celdrán.
Por mi parte, como homenaje a este grandísimo pintor, voy a dedicarle varios "cuelgues" en los que sucesivamente presentaré varias de sus obras creadas contra la violencia, las armas y la guerra. 

Ésta es la primera; titulada sencillamente "El hombre", creada en 1968:

HOMENAJE A LA MÚSICA Y A LA CANCIÓN. Cuatro canciones y unas breves reflexiones.

La iniciativa y la experiencia –sobre la música– que ayer nos transmitía José Antonio Abreu, director de orquesta venezolano, me ha suscitado el recuerdo de cuatro canciones y una reflexión que le leí hace tiempo a Antonio Gala, y que quiero hacer presentes hoy en el blog, como reconocimiento y homenaje a todas las personas que, de una u otra forma, nos relacionamos con la música o con la canción, con independencia de la edad que tengamos, o del género musical con el que hayamos decidido identificarnos.

Esas cuatro canciones son las siguientes:


«Música, música,
tengo fe en la música,
sólo debe haber música,
orientando tu vida haca lo mejor.
La música será tu solución,
hacia algo que lleva a la paz,
la auténtica paz,
que hará que seamos hermanos,
entre la incomunicación
masiva que nos obliga a estar 
de alguna forma
dentro de esta bola redonda».
("Música, música". Javier Bergia).


«Miro el instante que ha fijado
la fotografía,
ríes con la timidez de quien
le avergüenza la risa.
Quince años que sujeto entre mis brazos
al compás del último disco robado.
Nada queda en ese trozo de papel,
todo es alquimia;
veo que es la prueba más veraz
de que todo es mentira.
Esos rostros ya no llevan nuestros nombres,
son dos máscaras perdidas en la noche,
pero, queda la música...».
("Queda la música". Luis Eduardo Aute)


«Apoyó el arco suavemente entre las cuerdas y atacó con toda naturalidad
Mi, Fa, Mi, Re, Do, Re, Mi, Fa...
Y uno por uno desgranó cada pasaje con preciso y afilado bisturí
Fa, Sol, Fa, Mi, Re, Do, Re, Mi...
Y contagió a los cuatro vientos
las risas y los lamentos
de la sangre puesta en pie
Sol, La, Sol, Fa, Mi, Re, Do, Re...
Cual grillo en celo que reclama su pareja señalando: ¡Estoy aquí!
Fa, Re, Si, La,
Fa, Do, Si, La, Sol, Sol, La, Si...
Déjalo todo y sígueme.
Trinaba mágica.
La voz del músico.
Pariendo música.
Música...
Bendita música.
La, Do, Si, Si,
La, Sol,
La.
A consecuencia de una osada pirueta que el intérprete salvó con frialdad
Mi, Fa, Mi, Re, Do, Re, Mi, Fa...
Mi corazón echó a volar como un cometa presintiendo que rondabas por allí
Fa, Sol, Fa, Mi, Re, Do, Re, Mi...
Y con la angustia y el talento
del último movimiento
anduvo buscándote
Sol, La, Sol, Fa, Mi, Re, Do, Re...
Y en los impares del segundo anfiteatro te encontró y volvió a por mí
Fa, Re, Si, La,
Fa, Do, Si, La, Sol, Sol, La, Si...».
("Bendita música". Joan Manuel Serrat).


«Pero hay algo que me ayuda a despertar,
es la música que corre en nuestras venas
es un ritmo que contagia y es mejor
porque así no estamos solos».
«Si las palabras curan que hablen.
Si las canciones acompañan que suenen.
Si el calor alivia, invítame.
Si las miradas saludan, asómate».
("La música me ayuda" y "Si las palabras curan". 
Marina Rossell).

Y estas son las reflexión que formulaba Antonio Gala en su artículo "La música extremada", publicado en el diario El País, en 1990:

«Si el ser humano no fuese capaz de percibir la belleza de los sonidos y enriquecerse con ella, estaría incompleto; si un pueblo no hubiese encontrado su propia música, y no cantara y se regocijara a su través, sería un pueblo sin alma».

«La música resume la más alta dignidad del arte, siendo a la vez sustancia y forma de él. [...] El mundo entero se vincula por medio del comprensivo abrazo de la música. Como un mágico tapiz volador, suprime las distancias y el tiempo, recorre geografías y épocas, produce efectos enardecedores o pacificadores según la disposición de su auditorio. Su ecumenismo se alza sobre credos, razas, ideologías y contradicciones, y relaciona sin palabras un corazón con otro comunicándoles la más honda verdad. Ella aligera la poesía de su lastre verbal para que vuele más alto aún y se trascienda».

«Sólo así, con la certidumbre de que la música está en nosotros y a la vez por encima de nosotros, adquirirá su valor verdadero. Y ella y las otras artes –entre las que la competencia es imposible porque son vías convergentes–, en un día impar, quizás nos hagan comprender a los hombres que somos todos hermanos incompletos; que todos somos un eco de la inaudible voz del cosmos; un compás cada uno de la infinita melodía; un ritmo o una estrofa o un silencio –sin silencio no hay música– de la eterna armonía universal».


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