En lo que llevamos de este mes de febrero he tenido la suerte de asistir a tres conciertos que me han impactado profundamente y en los que he disfrutado mucho –una auténtica "hartá"–; los tres se han celebrado dentro del ciclo "Madrid Presenta" que organiza y dirige –sé que con mucho entusiasmo– Antonio Peña, director de BUHO Management. (Felicidades Antonio, y felicidades también a Violeta Peña que está siempre ahí, aportando su impulso y su sensibilidad a todas las iniciativas que comparte con Antonio).
El primero de esos conciertos fue el de Jorge Drexler, en el teatro Coliseum. Fue, para mi, el concierto de la serenidad; de la maestría en el componer canciones y en el cantar; de la sencillez como la clave y la quintaesencia del arte; de la cercanía; de la austeridad como valor casi absoluto; de lo que serían las auténticas "canciones de amigo".
El segundo concierto que me resultó inesperadamente sorpresivo fue el que nos ofreció Maria de Medeiros en el teatro Bellas Artes. Aquel fue el concierto de la belleza; de la sensibilidad incontenible y atrapadora; de la música y de la canción como caricias, como besos, y, a fin de cuentas como puras pasiones –una María de irrestible atractivo–... Y además, como ya conté hace unos días, un concierto para agradecerle a la vida que nos ofrezca instantes de felicidad como pudo ser el escuchar y el conservar en la memoria canciones tan hermosas, tan solidarias, tan tiernas como "Aos nossos filhos" de Ivan Lins y Víctor Martins.
Y el tercer concierto ha sido el que pude vivir el pasado día 9 en la Sala Libertad; concierto de un joven amigo al que admiro mucho: Pascual Cantero "Muerdo". Allí pude disfrutar del desgarro que proyecta la autenticidad –sobre todo en los tiempos que corren–; de la fuerza; de la convicción; del rescate más auténtico y mas hermoso de la memoria; de la vida cantada –así tal cual es, como se siente–; de la esencia de la "canción de autor"; y, a fin de cuentas, de la esperanza. Voy a explicarme.
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Muerdo (Paskual Kantero), en Libertad 8. |
Uno, y me refiero a mí mismo –que hoy precisamente cumplo sesenta y seis años–, lleva en esto de la música más de cincuenta "febreros"; tiempo lleno de muchos miles de canciones y del nacimiento de cientos de "cantautores" –que es lo mío–; en consecuencia –es lo lógico– algo sé y siento de este tema...; pues bien cuando hace unos meses me llegó por correo el disco "Flores entre el acero", de Muerdo, me tocó fuerte, fuerte la sensibilidad, la emoción, la memoria y sobre todo la esperanza ilusionada en que la "canción de autor" seguía "viva y coleando"... Después supe que Muerdo tenía 22 años y a partir de ahí la esperanza se multiplicó... ¡Que gran futuro puede esperarle a este creador, y cuanto disfrute a los que seguimos queriendo y persiguiendo esto de la "cantautoría"!
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Samuel Vidal y Muerdo. |
En el concierto que ofreció Muerdo el pasado día 9 en la sala Libertad 8, acompañado de Samuel Vidal –magnífico guitarrista al que da gusto verle disfrutar en el escenario–, el joven compositor se reafirmó en lo que considero tres de sus cualidades artísticas más importantes.
Muerdo es un compositor capaz de crear unas muy hermosas melodías, a las que les inyecta su pasión por la vida y por vivir. La vida que Muerdo transmite y reivindica en sus canciones es intensa y muy veraz –por eso prende, por eso "muerde"–. Una vida en la que sabe –o ha aprendido– a rescatar armonía de las oscuridades y de las contradicciones; a generar belleza rearmando su corazón y militando en la esperanza como posibilidad y, un poco también, como locura... «Pero ahora –nos canta en "Me lo prometo"– voy a saltar, borrar el miedo, / voy a juntar voluntad y deseo, / y voy a vivir, vivir creciendo [...]. / Hay que estar locos para ser / tan feliz, / para olvidar la oscuridad / y la muerte, / hay que ser fuerte para sobrevivir / en esta selva gris».
Por otra parte, Muerdo, que es una persona sencilla y muy tierna en la cotidianidad, cuando se sube al escenario se transforma; es como si se le adueñara, de repente, la fuerza y el desgarro de ese vivir deseado e intenso; y, como si al mismo tiempo le explotara una insumisión rotunda y clara ante todo lo que pueda joderle, o jodernos la vida. Y es ahí, en esos momentos, cuando surge el cantautor comprometido y rebelde; el que nunca debería faltar; el que él sabe rescatarnos con tanto respeto y con tanta dignidad.
Y en tercer lugar, y por último, Muerdo, pese a su juventud posee un maravilloso fondo de memoria colectiva; ama la "canción de autor" porque le interesa, la conoce, la disfruta y la investiga; y es desde ese amor desde donde le surge la capacidad de recrearla y de actualizarla engrandeciéndola y demostrando, con descaro, la belleza de canciones como el "Gallo rojo, gallo negro", de Chicho Sánchez Ferlosio; "La mala reputación", de Georges Brassens; los "Ejes de mi carreta", de Yupanqui; o "Prefiero amar", de Aute... Y esto no es nada, ¡grandes sorpresas nos depara!
En fin, esta es la primera andadura de un creador que tiene un largo camino y una gran esperanza por delante... A mi me gustaría poder vivir todavía unos cuantos años más para poder disfrutar de su futuro artístico.
Al margen de la amistad que nos une, me atrevo a decir, y sé que estoy técnicamente en lo cierto, que nos encontramos ante un "cantautor" que –si se lo propone y sigue caminando en la linea musical y literaria que ha emprendido–, nos va a proporcionar –no muy tarde – grandes y gratificantes sorpresas. ¡Me apuesto lo que sea!
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En el concierto del día 9 en Libertad, acompañaron a Muerdo,
Samuel Vidal, Manu Clavijo y Esfumato. |