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José Antonio Labordeta. |
Hoy, y en los próximos días, voy a desarrollar, en varios "cuelgues", un texto que escribí en 1999 para el disco-libro titulado "Labordeta. Nueva visión", obra editada por Prames (Zaragoza) en la que diferentes cantantes y grupos aragoneses interpretaron canciones de José Antonio; entre aquellos cantantes y grupos figuraban Al Son del Sur, Distrito 14, Paco Cuenca, Willi Giménez, Acolla, Soul Mondo, Enfermos Mentales, Especialistas, Adió Jumbo, Ixo Rai y J. Pardinilla.
INTRODUCCIÓN
Adentrarse en el universo poético creado por José Antonio Labordeta en sus más de ciento cincuenta canciones grabadas y, sobre todo, intentar sintetizar los pensamientos, los sentimientos y las realidades que, a través de su canto, tan generosamente nos ha donado, es una aventura que, sin dejar de ser compleja, resulta fácil y apasionante.
Fácil, porque en toda su obra –desde su primer disco, con cuatro canciones, encartado a su libro de poemas "Cantar y callar" (1970)– se desvela una misma línea de pensamiento basada en su coherencia radical, y en su persistente e inquebrantable posición ética respecto a su forma de entender, de vivir y de soñar la vida.
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Este libro contenía un single con cuatro canciones que José
Antonio había grabado en 1968 con la discográfica Fidias-Edumsa. |
Recorrer, una a una, sus canciones, desde la primera hasta la última, es aventurarse a sentir siempre unos mismos latidos, latidos a veces dolorosos y desgarradores; a veces tiernos y contagiosamente utópicos; en ocasiones satíricos, divertidos y rabiosamente populares, pero siempre solidarios, y siempre apuntando hacia aquellas experiencias que, sin duda, supo prenderle en el alma su hermano
Miguel:
«Arriba hermano hombre!...
¡Arriba esa mirada eterna
que desafía océanos impávidos de estrellas
y es capaz de enfrentarse
cara a cara con la sorpresa de existir
en el inocente vértigo del tiempo!...
El infinito se ha hecho para ti,
y para que tú la violes sagradamente
he ahí a la vida esperando tus puños y tus besos».
(“Hermano hombre”. Texto de Miguel Labordeta).
Al mismo tiempo, adentrarse en el universo poético que
José Antonio desgrana en sus canciones, es una
aventura apasionante. Su voz –como la de
Miguel–
"atada al yermo del paisaje y a la sangre en flor» nos ofrece una crónica viva –por lo que tiene de latido y de sentimiento– del permanente caminar de un hombre y, con él, de un pueblo, a la caza y captura compleja, pero irrenunciable, de
"un viento bonancible que no había llegado todavía»...
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José Antonio Labordeta. |
... Y LA PALABRA SE HIZO MÚSICA
Uno de los rasgos que perfilan la identidad de José Antonio Labordeta es, sin duda, su capacidad comunicativa a través de la palabra; palabra directa, en su voz rotunda y comprometida, que fue moldeando, con el paso del tiempo, a través de sus apasionadas e insaciables lecturas poéticas; en tertulias literarias, como la del café Niké –de Zaragoza–; en sus largos atardeceres escuchando las espontáneas historias que las gentes sencillas le contaban de la guerra, de la siega, del ganado o de la maldita emigración; o en sus clases, como profesor de Historia, intentando que sus alumnos «olvidaran su gris realidad», y abriéndoles horizontes de vida y de ilusión a adolescentes, muchos de ellos, con su propia historia familiar truncada y sin más horizontes que la supervivencia. Toda una intensa y enriquecedora experiencia comunicativa en la que fueron entrelazándose –integrando una no fácil síntesis–, la palabra comprometida, trascendente, metafórica y esperanzadora de los poetas; y la palabra menuda, sencilla, directa, dolorida y entrañable de los masoveros, de los mineros, de los pastores, o de aquella vieja «sentada frente al portal repasando antiguas ropas, que ya nadie se pondrá».
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Primer LP de José Antonio Labordeta editado en Barcelona, en 1974. En este disco grabó su canción "Palabras".
«Palabras para cantar.
Palabras para reír.
Palabras para llorar.
Palabras para vivir.
Palabras para gritar.
Palabras para morir».
("Palabras"). |
De todo ese conjunto de circunstancias y de experiencias, e influido, a la vez, por su admiración hacia la canción francesa, y, en particular hacia los inolvidables Brel y Brassens, Labordeta decide integrarse en el grupo de compositores y poetas que, por todos los rincones del país se habían propuesto –a finales de los sesenta– hacer de la palabra "música para el pueblo"; poetas cantores a los que se empezó a conocer como "cantautores".
«Canta, compañero, canta,
que aquí hay mucho que cantar;
este silencio de hierro
ya no se puede aguantar».
("Canta compañero canta").
La palabra cantada de nuestro poeta aragonés, a partir de aquel momento, se hizo «voz fuerte lanzada contra el cierzo y el sol»; palabra libre y abierta que venía a traducir en canciones aquellas tan atrevidas y revolucionarias reflexiones que Gabriel Celaya nos hacía en 1951: «Nuestros hermanos mayores escribían para la inmensa minoría. Pero hoy estamos ante un nuevo tipo de receptores expectantes. Y nada me parece tan importante en la lírica reciente que buscar contacto con unas desatendidas capas sociales que golpean urgentemente nuestra conciencia llamando a la vida. Los poetas debemos prestar voz a esa demanda... La poesía no es un fin en sí, sino un instrumento, entre otros, para transformar el mundo».
José Antonio Labordeta, en sus canciones, siempre ha sabido responder a ese clamor de vida que estalla en la conciencia de los más desatendidos, y siempre ha considerado su creación poética como aquel «arma cargada de futuro» capaz de transformar el mundo. Posicionamiento cultural e ideológico que podemos encontrar reflejado en este poema en el que nos define, clara y directamente, el contenido, o la definición de su canto:
«Vengo a contar historias
de asuntos que yo he vivido,
de gentes y paisajes,
de gritos y de olvidos...
Vengo a gritar la tierra,
el campo, el campesino.
Vengo a gritar historias
porque es tiempo de grito,
de acusar con el dedo
aquello que no es digno.
Vengo a decirlo ahora
porque quizá mañana
esté todo perdido...».