En octubre de 1983, Carlos Cano –amigo imborrable– me pidió que le escribiera un texto para imprimirlo e incorporarlo en la edición de su disco "Si estuvieran abiertas todas las puertas" (1983). Por supuesto le dije que sí, y aquel mismo día, tras volver a escuchar las canciones de su nuevo disco, me puse a escribirlo.
Fue un momento muy especial. Sin saber cómo, ni por qué, empezó a salirme un texto próximo al lenguaje poético. Por un momento pensé en dejar de escribirlo y reiniciarlo de nuevo. Tengo demasiada admiración y respeto hacia los poetas, y mi escritura, en aquel momento, me estaba pareciendo una especie de intromisión en su lenguaje.
Al final, decidí terminar aquello que me estaba saliendo y, sin pensarlo mucho, al día siguiente se lo di a Carlos. Lo leyó, le gustó, y llegó a publicarse tal cual en la separata de aquel disco. Aquel texto puede encontrarse y leerse en el siguiente enlace de este mismo blog:
Grabado de Amadeo Gabino en el que se reproduce un fragmento del texto que escribí dedicado a Carlos Cano. |
El caso es que, a partir de ahí, sentí la tentación –y caí en ella– de comprarme una libreta y escribir otros textos en aquel mismo tono, o clima poético, que me había salido en el dedicado a Carlos.
Así fue como escribí 27 textos que quedaron ahí; que desde entonces llamo "desahogos e intromisiones poéticas", y que, por supuesto nunca pensé en publicar, ni publicaré. Ya lo decía antes, siento un respeto demasiado profundo hacia la poesía y los poetas´
No obstante, ahora que estoy recogiendo y ordenando mis "cosillas" aquí en casa –nos vamos a trasladar muy pronto a un "rinconcillo" más pequeño y económico– me encontré con aquella libreta de los ochenta, volví a leer mis textos y tomé la decisión de compartir dos de ellos. Han pasado un montón de años y realmente es como si los hubiera escrito esta misma mañana; sigo sintiéndome con ellos plenamente identificado. Aquí os los dejo:
«"Fueron duras las horas y largas las esperas",
pero aprendimos a no paralizar el paso
a pesar del cansancio y la impotencia.
Desvelamos y compartimos cien mil motivos
para creer en el futuro,
y nos hicimos –voluntaria e irremediablemente–
esclavos de la esperanza...
"Lento pero viene", nos decíamos
en las noches más ardientes y en las más desesperadas,
"el futuro se acerca lento, pero viene".
Ahí fue donde enraizó, sin duda,
el impertinente secreto de nuestra identidad revolucionaria:
en la esperanza;
una identidad desarmada, tierna, solidaria y desnuda:
cuerpo a tierra, "viento en la avenida, risa en los mercados,
azul en el barro y verde en los tejados"...
¡Cuánta hambre y cuánta sed de belleza acumuladas!;
hambre y sed de belleza que
aunque intento calmar en noches de amor y claros de luna,
permanecen aún despiadadamente insatisfechas.
El azul en el barro aún sigue siendo tan solo
el de unas huellas descalzas, humildes y peregrinas;
huellas firmes, potentes, confiadas,
que todavía –esclavas de la esperanza–
siguen anhelando el encuentro con la belleza
y sintiendo que son "duras las horas y largas las esperas".»
Pintura sobre papel de Federico Delicado. Fue una obra creada en torno a mis "desahogos e intromisiones poéticas". |
«Y de nuevo aquella sensación de haberte perdido...
¡Me busco y no me encuentro!
Y, de nuevo, sin ti, la resonancia amenazadora
del mismo grito que, en la plenitud
de nuestra apasionada complicidad, siempre rechazmos:
"¡Estás loco! ¡volar es para pájaros!"...
¡Qué tremenda contradicción respiro ahora en el aire!...
En aquel tiempo gris,
embriagado por el azul de tu presencia –mi dulce cuerpo de añil–
aprendí a soñar con la posibilidad de alar el vuelo.
¿Lo recuerdas?... Yo te hablaba de Itaca, de Samarkanda,
de Sinapia, de Albanta, o de la Flor Azul de Alejandría...;
tú me decías: "Si soñamos con volar, es que vamos a volar,
es que debemos volar...; volar ¡sí! inevitablemente,
hasta lo inimaginable..., sin límites en los sueños".
Sin embargo ahora, que parece que clarea la mañana
y que el azul empieza a teñir nuestro destino,
me miro, te busco, y, en tu ausencia, no me encuentro las alas...,
¡te has ido! o ¿quizá te he perdido?
Y de nuevo, sin ti, el desgarrado recuerdo
de aquel poema que, con tanta rabia, compartimos:
"Ya no hay locos, ya no hay locos;
en España ya no hay locos...; todo el mundo está cuerdo,
terrible, horriblemente cuerdo".»
(Los textos en cursiva pertenecen o están inspirados en Pau Riba, Mario Benedetti, Luis Pastor, Hilario Camacho, Pablo Guerrero, Fernando Savater, Lluís Llach y León Felipe.)