Hoy inicio una serie de "cuelgues" –los que sean necesarios– dedicados a
PABLO GUERRERO, poeta-cantor al que admiro mucho, y al que considero como uno de los compositores e intérpretes más importantes de la historia de nuestra "canción popular", y, más concretamente, de la historia de nuestra "canción de autor" a partir de lo años sesenta.
Y para comenzar, en este primer "cuelgue" voy a ofrecer una visión global de sus
propuestas éticas –lo que me gusta llamar
"po-Éticas"–; quiero sintetizar todo lo que de él he aprendido, todos los sueños que me ha contagiado, toda la sensibilidad que ha sabido inyectarme...; aprendizajes, sueños y sensibilidades que sé que comparto con miles de personas.
Con ese fin, voy a reescribir un texto que publiqué en 1988 como prólogo del libro
"Pablo Guerrero. Canciones y poemas", de la Editora Regional de Extremadura. (En este texto, todas las frases, o expresiones, que aparecen escritas en letra cursiva pertenecen a letras de canciones de Pablo; es sencillamente mi homenaje a la grandeza ética y literaria de su obra cantada).
|
Pablo Guerrero. (Fotografía: Juan Miguel Morales). |
«En un lugar de este planeta nuestro, en el que aún existen los poetas –para más señas en Extremadura– y en un tiempo de sed y de silencio, entre
"amapolas y espigas", estalló una bocanada de lluvia fértil, una voz serena y desbordante, una mirada honda: la mirada y la voz de un
"perseguidor de sueños habitado por un rincón de sol en la cabeza"...; y fuimos muchos los que en su voz alimentamos nuestras ganas de vivir...; y en su voz-lluvia –incrustada
"a cántaros" en lo más profundo del alma– todavía hoy permanecemos en la esperanza...; tal vez, para siempre, irremediablemente, hasta que un día consigamos
"ver nacer a los niños con alas"... El culpable absuelto y querido de tan maravillosa locura se llama
Pablo Guerrero.
|
Caricatura creada
por Alfredo. |
Él nos enseñó, en el tiempo de las tinieblas, a
"no paralizar el paso" y a creer que
"nuestras manos crecen como antorchas que en la noche amanecen"...; con el supimos que
"la libertad es mucho más que una palabra escrita en la pared"...; al rescoldo de los sonidos de su guitarra presentimos el
"mundo bailando en coro una danza solidaria"...; por su dulce culpa remudamos el alma e intentamos emprender
"una vida tan bella como cien televisores apagados"...; en las noches de soledad y de silencio él nos hizo amar a
"aquella muchacha triste que tenía en sus zapatos polvo de todos los caminos y cuya mirada era el lugar del mundo donde no había un Vietnam"...; gracias a él pudimos encontrarnos con
"Teo, caminando entre dunas"–para siempre niño, para siempre poeta–...; él nos regaló
"el ritmo de los besos, las lágrimas que salvan y la fuerza de las olas"...; en su canción vivimos la entrañable compañía del
"amigo que un buen día se nos fue buscando el contacto del barro de la tierra"; o de aquel hermano de utopías compartidas al que
"le costaba tanto moverse entre las normas de la tribu, y que, en las noches de resaca mala, sacaba de su pipa una paloma"...
Él supo
"encender nuestra alegría y nuestra hoguera" cuando presentimos que se acercaba el
"tiempo de la vida"... Y supimos reclamar, en su voz,
"un país de fronteras siempre abiertas: paraíso callejero de nuevos horizontes y de auroras"...; él, como el mar, nos sigue regalando
"sal y yodo", y en su canto –
"despojados de todos los disfraces"–, aprendemos a amarnos
"mientras el tiempo discurre como agua entre las manos"...; el amor,
"sentimiento de luna", "contribución a la dicha de un mundo atribulado".
Todo esto aprendimos y aprendemos del poeta Pablo, poeta extremeño del amor y de los sueños posibles, poeta del agua y del fuego, poeta del barro y de la entraña, poeta de la imaginación y del futuro, poeta troceando utopías y rebeliones que se nos perdían en silencios temporales, pero siempre añorado, buscado y reencontrado como quien "busca a la gente del mañana".
Poeta-Pablo-Hombre: tierno, sencillo, fiel, solidario, coherente, generoso, bueno, entrañable..., ¡amigo!».