Ganas tenía yo de sentarme un ratito tranquilo a escribir en el blog. Uno se va complicando con un montón de cosas, y al final quien queda más perjudicado es lo que uno más ama y en quien se tiene mayor confianza; en este caso este rinconcillo en el que CANTAMOS COMO QUIEN RESPIRA que tantas gratificaciones y tantos abrazos me viene dando hace algo más de cuatro años. (Seis días sin escribir nada por aquí son muchos días).
Desde hace un par de semanas tengo guardada una fotografía que me apatece muchísimo compartir con todos vosotros y vosotras; me la mandó uno de los buenos amigos con el que comparto este rinconcillo, en concreto Javier Gutierrez García-Lopez.
Junto con la fotografía, Javier me envió un correo en el que me decía: «Ahí te envío una fotografía tomada en la playa de Valdelagrana, en el Puerto de Santa María, Cádiz, que creo te gustará.»... La foto es la siguiente:
Evidentemente esta imagen más que gustarme me sorprendió, porque como podréis comprobar, la asocié, con evidencia absoluta, al dibujo de una paloma y a unos versos que me regaló y dedicó hace treinta años –en 1984– RAFAEL ALBERTI para la cubierta de uno de mis primeros libros.
Resulta que alguien ha conocido esta paloma y estos versos –me imagino que a través de mi libro o de este blog –que es donde han aparecido–, les ha gustado, y ha decido decorar con ellos –treinta años después– una de las fachadas de un chiringuito playero... ¡ME ENCANTA!, sobre todo porque me hace sentir y pensar en que las palomas y los versos de Alberti vuelan realmente, como las canciones.
Esta curiosa circunstancia pictórica me trae a la memoria cómo nació este dibujo y estos versos de Rafael, y me apetece recordarlo, creo que es una historia bien linda:
Personalmente conocía muy poco a Rafael, solo habíamos tenido algunos contactos en el Instituto Cultural Andaluz, de Madrid, institución de la que yo formaba parte de su junta directiva.
En aquel momento el poeta vivía en un piso de la Plaza de los Cubos –en la zona madrileña de Princesa– y habitualmente, todas las tardes, bajaba a merendar, o a cenar, a la cafetería de un VIPS que había debajo de su casa. En la librería de aquel VIPS, vendían algunas de sus obras, y el poeta– casi siempre con gran amabilidad– solía firmar autógrafos a las personas que las compraban y le solicitaban una dedicatoria.
Una tarde decidí ir a aquella cafetería, acercarme al poeta, hablarle de que estaba escribiendo unos libros a los que llamaba genéricamente "VEINTE AÑOS DE CANCIÓN EN ESPAÑA (1963-1983)" y de que me encantaría que me escribiera el prólogo del segundo volumen dedicado a la "libertad, al amor y a la identidad". (El primero de aquellos libros giraba sobre el valor de la "esperanza", me lo había prologado Antonio Gala y llevaba una ilustración de cubierta creada por Luis Eduardo Aute).
Cuando Rafael Alberti vio que me acercaba a él, pensó que era alguien que iba a solicitarle un autógrafo, lo que le hizo mostrarse sonriente y amable; pero cuando le expliqué quien era y lo que en realidad quería, no os podéis hacer ni idea del "cabreo" que se pilló. Reacción que justificó diciéndome, a gritos, que lo estábamos explotando, que no le dejábamos en paz y que no le escribía un prólogo a nadie más, sobre todo si encima se lo pedíamos gratis. (La verdad es que en aquel momento la situación de los poetas comprometidos con los derechos humanos era económicamente muy lamentable)
El enfado fue tan grande que yo, para calmarle, ingenuamente le dije: «Rafael, no te enfades y perdona. Olvídate de lo que te he dicho y no te preocupes. Lo que haré es pedirle el prólogo a Celaya que como es buen amigo seguro que me lo escribe»...
Cuando Rafael escuchó aquello su enfado creció más aún: «¡Celaya, Celaya!... ¡Claro que te lo escribirá!... ¡Y a lo mejor sin leerse el libro!...». Y entonces yo, sin saber como salir de aquella situación intenté despedirme y largarme...; pero entonces, cambiando totalmente de tono, me dijo el poeta: «¡Déjame el manuscrito del libro y pasa mañana por mi casa. »
Al día siguiente fui a su casa, me recibió él mismo y nada más saludarme me dio un sobre y me dijo: «Toma, esto para ti, para que lo pongas en tu libro... Pero no lo abras ahora, ábrelo si quieres en el ascensor... Y que el prólogo te lo haga Celaya o quien sea»... Nos despedimos, y nada más salir de su casa leí algo que me había escrito en el sobre, concretamente esto:
Abrí el sobre y me encontré con que lo que él llamaba "eso", era el hermoso dibujo de una paloma rodeado de un pequeño poema que hablaba precisamente de la "canción", del "amor", de la "libertad" y de la "indentidad"; las cuatro palabras clave, o coordenadas, sobre las que giraba el contenido del libro. Dibujo que precisamente ahora alguien ha reproducido en un "chiringuito" de Valdelagrana, en el Puerto de Santa María.
De la casa de Rafael, inmensamente feliz, me fui directamente a la de Gabriel y de Amparo... ¡No salíamos del asombro!... Al final utilicé el dibujo en la cubierta del libro, el prólogo lo escribió Celaya y completé el asunto con un epílogo de Antonio Gómez.
El día de la presentación del libro Rafael y Gabriel –recordando esta historia, riéndose a carcajadas y metiéndose conmigo– me comentaron: «¿Ves?... Al final ha sido mejor así... Has salido ganando»... Y era verdad... Porque además inicié una bonita amistad con Rafael...
Y allí se quedaron los dos, tan amigos, como si no hubiera pasado nada...; pero sí, sí había pasado algo importante: con su amistad, y con su generosidad, me habían hecho inmensamente feliz y habían dado un sólido y definitivo respaldo a la "canción de autor".
Y allí se quedaron los dos, tan amigos, como si no hubiera pasado nada...; pero sí, sí había pasado algo importante: con su amistad, y con su generosidad, me habían hecho inmensamente feliz y habían dado un sólido y definitivo respaldo a la "canción de autor".
Años después, en 1995, aquella paloma de Alberti la utilicé también, como ilustración de cubierta, en el doble CD que publiqué en Fonomusic recogiendo 38 canciones clasificadas en dos grupos temáticos: la ESPERANZA y el AMOR.