En aquel momento, Carlos estaba en Madrid grabando su segundo LP: A la luz de los cantares y tuve el placer de conocerle personalmente. Recuerdo que le hice una entrevista e iniciamos una entrañable amistad.
Tras A la luz de los cantares, Carlos grabó sus Crónicas granadinas (1978), De la luna y el sol (1980) y El gallo de Morón (1981); tres hermosísimos discos que lamentablemente no llegaron a tener, al menos fuera de Andalucía, la valoración que en justicia merecían.
Ante esta situación, cuando Carlos empezó a pensar en su siguiente disco, que se tituló Si estuvieran abiertas todas las puertas, decidimos pasar unos días en una casa que yo tenía alquilada en la sierra de Madrid para charlar tranquilamente y pensar qué podríamos hacer con el fin de promocionar el nuevo disco, por todo el país, con mejores resultados que los anteriores.
Una de las posible acciones que se me ocurrieron, y que le propuse a Carlos, fue escribir un libro con su biografía que podríamos publicarlo haciéndolo coincidir con la salida al mercado del nuevo disco, prevista para finales de 1983. A Carlos le pareció bien. El problema que se nos planteaba no era escribirlo, ya le conocía bien y además tenía suficiente tiempo para hacerlo; el problema era quién podría editarlo.
Inmediatamente pensé en la magnífica Colección Los Juglares, que publicaba la Editorial Júcar. En aquel momento ya habían aparecido en ella, entre otras, las biografías de Dylam, Jacques Brel, Brassens, Serrat, Pi de la Serra, Víctor Manuel, Labordeta, Vainica Doble, Raimon o Aute.
Nada más regresar de la sierra solicité una entrevista a María de Calonje y a Silverio Cañada, que en aquel momento dirigían lo colección, y les conté el proyecto.
En un principio parecía que aquello no iba a prosperar. Carlos aún no era lo suficientemente conocido como para que su biografía despertara demasiado interés editorial y pudiera venderse (era una "inversión arriesgada", me dijeron). Entonces se me ocurrió plantear la posibilidad, para reducir los gastos, de que yo mismo, además de escribir el libro, podría hacerme cargo de su maquinación y de su diseño, sin cobrarles nada. Por otra parte también les propuse (por supuesto habiéndoselo consultado previamente a Carlos) que estábamos dispuestos a percibir los derechos de autor no en dinero, sino en libros. A Maria y a Silverio aquellos planteamientos les parecieron aceptables (¡como no!), y el libro pudimos llegar a hacerlo realidad.
Lo publicamos en los primeros días de octubre de 1983 coincidiendo, como habíamos revisto, con la edición del disco Si estuvieran abiertas todas las puertas. (Obra en la que Carlos incluyó canciones verdaderamente referenciales de su repertorio como "Tango de las madres locas", "La metamorfosis", "Elisa", "Hijos de la calle", o "La estrella perdida".)
Recuerdo, como anécdota, que, cuando firmamos el contrato, pensamos que parte de aquellos libros que nos tenían que entregar (llegaron a ser más de trescientos) podríamos utilizarlos para la promoción del próximo disco, cosa que no tuvimos más remedio que hacer con la totalidad, puesto que la editorial, al entregárnoslos, ya se encargó de estampar, en todos y en cada uno de ellos, un sello bien visible que ponía: «Ejemplar NO VENAL».
La redacción de aquel libro fue una aventura apasionante. Me planteé como objetivo penetrar en lo que llamé «el umbral del silencio» de Carlos, con el fin de ir mucho más allá de sus datos biográficos y llegar, en lo posible, al descubrimiento de su humanidad y de su mundo interior, del que, sin duda, nacían sus canciones.
Compartimos y hablamos relajadamente muchas horas, lo que me permitió conocer bien su humanidad y su pensamiento, y, al mismo tiempo, que fuéramos afianzando entre nosotros una más sólida relación de amistad y de cariño.
A finales del verano de 1983 montamos una pequeña oficina en Madrid desde donde pusimos en marcha la estrategia, o plan de promoción, que habíamos diseñado durante meses; plan que consistía básicamente en la presentación del libro y del disco.
Fue un trabajo duro y pasamos bastantes nervios: pero, en realidad, nos reímos mucho y compartimos muchas satisfacciones.
La presentación del libro la realizamos en el Círculo de Bellas Artes, de Madrid, el 18 de octubre y corrió a cargo de Fernando Savater, de Maria de Calonge y de un servidor. Fue todo un éxito. Carlos, con su acostumbrada timidez, en un momento determinado desapareció. Menos mal que al final pudimos rescatarle para que firmara algunos libros conmigo.
A los cinco días de la presentación del libro, es decir, el 21 de octubre, presentamos el disco Si estuvieran abiertas todas las puertas, con un concierto de Carlos celebrado en el teatro Salamanca, de Madrid. Precioso concierto en el que felizmente tuvimos que utilizar el deseado cartel de «Agotadas las localidades.»
Con motivo de ambas presentaciones se me ocurrió, y así lo hicimos, crear un grabado, o aguafuerte, de corta tirada que pudiera ser un recuerdo testimonial de aquel momento en la vida profesional de Carlos, y a la vez una invitación "muy especial" para la participación, de las personas más amigas, en los dos encuentros que habíamos organizado. Para ello hablé con el escultor Amadeo Gabino, con el que mantenía una muy buena amistad. Le encantó la idea y nos pusimos a trabajar en ella. Una vez creada la plancha por Amadeo, la estampación la realizamos en el taller de otro gran pintor amigo: Fernando Bellver.
La imagen del aguafuerte representaba una puerta que se abre a la posibilidad de la luz y de la utopía, y se acompañaba de dos fragmentos poéticos manuscritos: El de la parte superior tomado de un texto que le escribí a Carlos para incluir en la carpeta de su disco; y el de la parte inferior un fragmento tomado de la canción "La estrella perdida" de Carlos Cano..
«Por encima del tiempo y el espacio surge el SILENCIO, y en el silencio hoy de nuevo, la ESPERANZA, y el sueño, y la fe, y la UTOPÍA. Y en el silencio la visión conmovedorade una puerta, una sólida y desafiante puerta, cerrada desde siglos, que cobra ligereza en su apertura». (Fernando González Lucini.)
«La utopía abrirá las fronteras que al mundo separan de la inmensidad». (Carlos Cano.)
A partir de 1983 se inició una nueva etapa en la carrera artística y discográfica de Carlos que se concretó en 1985, con la aparición del álbum Cuaderno de coplas publicado por Ariola.
Finalmente, para concluir este capítulo, voy a reproducir un texto de Carlos Cano, tomado de la biografía que publiqué en Júcar; texto que retrata muy bien su personalidad y lo que fueron las raíces vinculantes de nuestra amistad. Recordemos que justo, por entonces, yo estaba reivindicando el "silencio" y la "interiorización" en la Sinfonía pedagógica en tres tiempos desarrollada en mi libro "Música, canción y pddagogía"
«Reivindico el silencio, reivindico la soledad, digo que no es mala, digo que el silencio es un tiempo que tenemos que recuperar, que hay que empezar a escuchar y a comprender la realidad desde el silencio para llegar a encontrarnos de verdad con nosotros mismos. Reivindico el derecho a decir: "Me encuentro tierno y sensible", sin que me dé la más mínima vergüenza. Reivindica la sensibilidad como fortaleza.»