Ayer, de forma inesperada y a la vez providencial, ordenando una de las carpetas de mi archivo, me encontré con este dibujo que creí tener perdido:
Se trata de un dibujo –este es el original– que me hizo el pintor Alfredo González con motivo de la edición de uno de mis últimos libros publicados como pedagogo.
Decía, al iniciar este "cuelgue", que fue un encuentro "providencial" porque llegó ayer justamente en un momento en que lo necesitaba; un momento de esos en que sientes que se te puede estar "rompiendo un sueño" y en que precisas que algo, o alguien, te dé un empujoncillo para seguir "volando".
Os cuento la historia que dio origen al dibujo de Alfredo, creo que ya le he contado alguna vez anteriormente jugando un poco con la ficción. Hoy me apetece, y me resulta muy liberador, volver a contarla tal y como me aconteció:
Fue en el año 1996. Una mañana estando en Barcelona tuve la necesidad de comprarme una libreta para empezar a tomar los primeros apuntes de un libro que tenía ganas de empezar a escribir sobre el tema de la "Educación en la Esperanza".
Entré en unos grandes almacenes del Paseo de Gracia, de esos en los que se venden de todo, y busqué una libreta que me gustara. Cuando la encontré, me dirigí a la caja, pagó su importe, y el dependiente muy amablemente, introdujo mi compra en una bolsa de papel de un atractivo e intenso color rojo. Mientras el dependiente hacía su trabajo, pensé que aquella era mucha bolsa para una libreta tan pequeña, pero no le di demasiada importancia, la tomó en mi mano y salí de la tienda.
Ya en la calle, me llamó la atención un slogan que venía impreso en la bolsa y que hasta ese momento me había pasado totalmente inadvertido. (Os muestro dos imágenes de aquella bolsa que guardo como recuerdo).
«¡Es increíble! –pensé–. Mira por donde resulta que como consecuencia de la necesidad que he sentido esta mañana de comprarme una libreta, acabo de tener la oportunidad de descubrir que existo»...
Poco después, cuando ya estaba llegando de regreso al hotel en que estaba viviendo, acordándome de Descartes me surgió una pregunta: «¿Quién le iba a decir al gran filósofo que, a finales del siglo XX, su famosa frase iba a pasearse airosa y "manipulada" por las calles de una gran ciudad?»... «Ya ves amigo Descartes –me dije a mí mismo–, parece que en la actualidad lo de pensar para existir no está de moda, ni tiene demasiada importancia; es evidente que hoy por hoy parece que comprar es más útil, más necesario y mucho más eficaz para la vida.»
Ya en la habitación del hotel, muy indignado con el slogan de la bolsa –¡qué gran manipulación y que gran mentira!– tomé una decisión respecto al título del libro que iba a empezar a escribir, le llamaría "SUEÑO, LUEGO EXISTO". Un libro en el que me reafirmé, y me reafirmo en algo que desde entonces le ha dado, y le da, un gran sentido a mi vida: «Yo existo porque tengo el derecho a soñar..., porque sueño..., y porque con mis sueños sé que le abro horizontes al futuro: al mío y al de las personas que me rodean,»
Escrito y publicado el libro –hoy "agotado"– se me ocurrió lanzarlo –al menos el día de la presentación– metido en una bolsa similar a la de Barcelona, pero cambiando el slogan. Una bolsa "alternativa" en la que se reafirmara mi creencia y mi convicción: "SUEÑO, LUEGO EXISTO".
Fue entonces cuando el amigo Alfredo González decidió hacerme y regalarme el dibujo que encabeza este "cuelgue" –cuyo original encontré ayer– para que lo añadiera a la bolsa que me había decidido a fabricar.
Bolsa que efectivamente fabriqué y que puede verse en la siguientes fotografias:
Decía al principio que el recuerdo de esta historia, y el tener la posibilidad de compartirlo, es una "liberación"; pues sí, ¡lo ha sido!... A partir de ella un nuevo pensamiento me ronda en guerra contra el desfallecimiento: «No puedo, ni debo empobrecer mis sueños; no puedo admitir que se me rompan; porque si algún día lo hiciera "dejaría de existir", sería mi muerte real; ... Y lo tengo claro, mientras el cuerpo aguante ¡no voy a consentirlo!»
Para concluir, decir –con mucho cariño y humildad– que aquí, por si os sirve, os dejo esta experiencia y mi descubrimiento: "Existimos cuando y mientras conservamos la capacidad y la fuera de soñar"... ¡Abrazo grande!"
Fue en el año 1996. Una mañana estando en Barcelona tuve la necesidad de comprarme una libreta para empezar a tomar los primeros apuntes de un libro que tenía ganas de empezar a escribir sobre el tema de la "Educación en la Esperanza".
Entré en unos grandes almacenes del Paseo de Gracia, de esos en los que se venden de todo, y busqué una libreta que me gustara. Cuando la encontré, me dirigí a la caja, pagó su importe, y el dependiente muy amablemente, introdujo mi compra en una bolsa de papel de un atractivo e intenso color rojo. Mientras el dependiente hacía su trabajo, pensé que aquella era mucha bolsa para una libreta tan pequeña, pero no le di demasiada importancia, la tomó en mi mano y salí de la tienda.
Ya en la calle, me llamó la atención un slogan que venía impreso en la bolsa y que hasta ese momento me había pasado totalmente inadvertido. (Os muestro dos imágenes de aquella bolsa que guardo como recuerdo).
«¡Es increíble! –pensé–. Mira por donde resulta que como consecuencia de la necesidad que he sentido esta mañana de comprarme una libreta, acabo de tener la oportunidad de descubrir que existo»...
Poco después, cuando ya estaba llegando de regreso al hotel en que estaba viviendo, acordándome de Descartes me surgió una pregunta: «¿Quién le iba a decir al gran filósofo que, a finales del siglo XX, su famosa frase iba a pasearse airosa y "manipulada" por las calles de una gran ciudad?»... «Ya ves amigo Descartes –me dije a mí mismo–, parece que en la actualidad lo de pensar para existir no está de moda, ni tiene demasiada importancia; es evidente que hoy por hoy parece que comprar es más útil, más necesario y mucho más eficaz para la vida.»
Ya en la habitación del hotel, muy indignado con el slogan de la bolsa –¡qué gran manipulación y que gran mentira!– tomé una decisión respecto al título del libro que iba a empezar a escribir, le llamaría "SUEÑO, LUEGO EXISTO". Un libro en el que me reafirmé, y me reafirmo en algo que desde entonces le ha dado, y le da, un gran sentido a mi vida: «Yo existo porque tengo el derecho a soñar..., porque sueño..., y porque con mis sueños sé que le abro horizontes al futuro: al mío y al de las personas que me rodean,»
Escrito y publicado el libro –hoy "agotado"– se me ocurrió lanzarlo –al menos el día de la presentación– metido en una bolsa similar a la de Barcelona, pero cambiando el slogan. Una bolsa "alternativa" en la que se reafirmara mi creencia y mi convicción: "SUEÑO, LUEGO EXISTO".
Fue entonces cuando el amigo Alfredo González decidió hacerme y regalarme el dibujo que encabeza este "cuelgue" –cuyo original encontré ayer– para que lo añadiera a la bolsa que me había decidido a fabricar.
Bolsa que efectivamente fabriqué y que puede verse en la siguientes fotografias:
Decía al principio que el recuerdo de esta historia, y el tener la posibilidad de compartirlo, es una "liberación"; pues sí, ¡lo ha sido!... A partir de ella un nuevo pensamiento me ronda en guerra contra el desfallecimiento: «No puedo, ni debo empobrecer mis sueños; no puedo admitir que se me rompan; porque si algún día lo hiciera "dejaría de existir", sería mi muerte real; ... Y lo tengo claro, mientras el cuerpo aguante ¡no voy a consentirlo!»
Para concluir, decir –con mucho cariño y humildad– que aquí, por si os sirve, os dejo esta experiencia y mi descubrimiento: "Existimos cuando y mientras conservamos la capacidad y la fuera de soñar"... ¡Abrazo grande!"