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miércoles, 30 de noviembre de 2011

MANUEL CUESTA Y SU BANDA - I. ¡BENDITA MUSICA!

«Déjalo todo y sígueme,
trinaba mágica
la voz del músico
pariendo música.
Música...
Bendita música.
La, Do, Si, Si,
La, Sol,
La».
(Joan Manuel Serrat. "Bendita música")

Concierto de Manuel Cuesta en Galileo Galilei.
28 de noviembre de 2011.

Efectivamente, como dice Serrat: «Bendita música»...; y bendita sea la madre que parió a los que la crean...; a los que, como Manuel Cuesta, su banda y sus invitados, fueron capaces de regalarnos tanta, y tan buena música, en una noche inolvidable como la que vivimos el pasado lunes en la sala Galileo.

Hoy, con el permiso de Manuel, y siguiendo el mismo tono del cuelgue de ayer, quiero empezar esta crónica hablando de la magia que se produjo en aquel escenario gracias a la presencia, sobre él, de una banda extraordinaria; cuatro grandes músicos que lograron atraparnos a mí y a mi pequeña cámara fotográfica –y además, ¡claro está!, Manuel Cuesta, Ismael Serrano, Garret Wall, Lucía Camarés, Malacabeza, Diego Galaz y, por supuesto, Diego Ojeda y Marino Saiz, de quienes hablaré mañana–.

En un concierto como el del lunes pasado siempre me maravilla y me sorprende la forma en que la banda recrea, fortalece, acaricia y mima las canciones; experiencia que se me quedó especialmente grabadísima, hace años, en el último concierto que dio Frank Sinatra en el Santiago Bernabéu de Madrid el 25 de septiembre de 1986. Recuerdo que estuve en primera fila y que no me perdí detalle. Sinatra estaba ya bastante mayor, y aunque es verdad que cuando empezó a cantar, por ejemplo, "My way", todo mi cuerpo se me revolucionó de placer –cualquier fallo o desacorde podría personársele–, no cesaba de preguntarme: «¿Que sería de este hombre, en este momento, sin su orquesta?»... No os podéis hacer ni idea de como las guitarras, los violines, las percusiones, los teclados... y el mismísimo director de orquesta, mimaban y protegían la voz del mito.

Aquello poco –casi nada– tiene que ver con lo que percibí y disfruté el lunes pasado en Galileo, porque Manuel Cuesta está joven –jovencísimo–, y cada vez canta mejor...; pero disfrutando de su banda me vino de repente a la memoria la genialidad y la gran profesionalidad de la orquesta de Frank.

Los músicos de la banda, amigos de Manuel..., ¡benditos músicos!... ¡bordaron y mimaron cada una de las canciones!... Ellos fueron y son Jordi Pinyol –guitarra eléctrica–, Albert Anguela –bajo eléctrico–, Carlos Expósito –batería– y Adán Latonda –teclados–.

El lunes les hice, a los cuatro, unas fotografías, e igual que ayer con Marino Saiz, aquí las dejo como la presencia y el testimonio de otros cuatro músicos que CREAN MÚSICA COMO QUIEN RESPIRA... Y mañana sí, mañana hablaré de Manuel Cuesta y sus invitados.



Jordi Pinyol.


Albert Anguela.


Carlos Expósito.

Adán Latonda.

JOAN BAPTISTA HUMET. III - QUIERO DAR CONTIGO COMPAÑERO, Y FUNDIRNOS UN INSTANTE.


Hoy 30 de noviembre, hace tres años, moría en Barcelona Joan Batista Humet y hoy, en su memoria –memoria, por mi parte, rebosante de amor y de respeto– quiero dedicar este cuelgue a uno de sus trabajos de creación y de interpretación más hermosos; trabajo que el mismo consideró su mejor obra.

«Fue el que yo considero mi trabajo más conseguido –afirmaba Joan en sus memorias–, más elaborado, el mejor disco que he compuesto en mi vida, llamado "Fins que el silenci ve" ("Hasta que el silencio llega"), con el que me presenté en el Palau de la Música catalana en 1979, entonces el sanctasanctórum para los cantautores.

Fue un tipo de obra, de planteamiento musical (una suite de 35 minutos), que sólo era posible realizar bajo dos supuestos: cuando tienes mucho poder en una compañía... o cuando interesas tan poco que te dejan a tu aire. Sea como fuere, el disco está ahí, se pudo grabar, y es un disco de culto para un tipo de gente que me interesa mucho: personas que se buscan a sí mismos, que saben que hay algo trascendente en el ser humano que va más allá de lo evidente. Si en su momento el disco tuvo poca difusión, sé que hay compañías que intentan reeditarlo. Ojalá, porque hoy ese mensaje tiene mucha más cabida que hace 25 años».


Efectivamente «Fins que el silenci ve» fue la mejor obra musical y poética de Joan Baptista Humet y, din duda, uno de los mejores discos editados en la década de los años setenta.

Aquel trabajo –creado y grabado en catalán– Joan se lo dedicó a la comunidad monástica de Mas Blanc, residente en una masia del siglo XVII situada en el termino municipal San Martí de Centelles (Barcelona); comunidad a la que pertenecía su hermano Esteve y en la que Humet se empapó de los silencios y de la sensibilidad imprescindibles para crear esta especie de suite que en aquel momento, de la transición democrática, considero que resultó imprescindible aunque no llegó a alcanzar la valoración y la trascendencia que merecía.

«Fins que el silenci ve» es una obra entretegida de una espiritualidad profunda, liberadora y revolucionaria, es decir, una espiritualidad socialmente comprometida y radicalmente humanizadora. A partir de un análisis crítico del racionalismo y de la despersonalización del mundo y de las realidades humanas, Joan Baptista Humet proclama la necesaria recuperación de la interioridad y del silencio; dos experiencias básicas sin las que difícilmente puede construirse y vivirse el valor y la experiencia de la libertad.

Musicalmente fue un trabajo bellísimo e impecable. El disco, producido por Gonzalo de la Puerta, contó con la participación de Jordi Vilaprinyó –actualmente uno de los más importantes pianistas catalanes– como arreglista y director musical; y en su grabación, aparte del propio Jordi, intervinieron más de treinta músicos. La carpeta del LP –cubierta e interiores– fue magistralmente ilustrada por Esteban Jiménez y contó con la siempre inigualable presencia fotográfica de Colita.


A continuación voy a copiar algunos fragmentos poéticos de «Fins que el silenci ve»; lo haré en castellano, y al final del cuelgue, los repetiré en catalán, lengua en la que fue creada e interpretada toda la obra.
Fragmento de la ilustración que, en forma de cómic, aparece
en la parte interior de la carpeta del LP.

«Cuando el aire ya no deja ver el sol
y el bosque despierta solo suelo,
y baja el río envenenado,
y un pájaro levanta el vuelo y cae...
Cuando el relámpago no es el cielo quien lo trae
y el trueno es pólvora y metal,
y el caballo ya no es tal
y la estrella no es estrella,
siempre corren cerca, 
ávidas,
las manos del hombre».

******
«Hermanos, la vida se nos va,
poco a poco nos la roban ,
hoy nos ceden la libertad
porque las cadenas son otras.
Cadenas de aire polvoriento,
de sexos imaginarios,
de lujos deslumbrantes
y objetos innecesarios
que nos van atando el cuerpo
y empobreciendo los labios.
¡Que no nos engañen más
los verdugos de la vida!».

******
«Aún el hombre puede sanar de su ceguera
por poco que descubra que siempre hay una flor que espera».

Fragmento de la ilustración que, en forma de cómic, aparece
en la parte interior de la carpeta del LP.

«Que un día nos veamos,  camaradas,
allí donde se acaba el humo y la ciudad,
con la llave de casa abandonada
y un ansia de verdad.
Un tesoro espera, camarada...
A vivir que nos enseñen, camarada
los que aprendieron a vivir entre la nada
con el alma alerta a la llamada
y poca cosa más...
Quiero dar contigo, compañero,
ser humo ligero
y fundirnos un instante:
entonces se derrumban los gigantes».

Para concluir este "cuelgue" me apetece contar dos experiencias personales que guardo en mi memoria y en mi sensibilidad y que jamás olvidaré.

La primera es que este disco fue el origen de mi amistad personal con Humet. Lo presentó en un maravilloso concierto celebrado en el Palau de la Música de Barcelona. A través de su casa discográfica Joan se puso en contacto conmigo. Hablamos largamente por teléfono y me invitó al concierto. Allí estuve; no os podéis hacer ni idea de como disfruté...; ¡bellísimo espectáculo!... A la salida, después del concierto, cenamos cerca del teatro, y empezamos a querernos... Luego el tiempo y su retirada de la canción nos distanció, aunque seguimos viéndonos y comiéndonos algo cuando yo iba para Cataluña o el bajaba a Madrid.

La segunda experiencia fue que incorporé este disco, como material de trabajo, dentro de una optativa llamada "Música, canción y pedagogía", que en aquel momento estaba impartiendo en la Escuela de Magisterio. Gracias a ello lo escuché muchas veces, lo compartí con cientos de alumnos y de alumnas –futuros maestros y maestras–, y tuve el privilegio de que en una de aquellas clases –que dábamos en un sótano– el propio Joan viniera y nos cantara en directo·directísimo la canción con la que se cierra «Fins que el silenci ve»: «Que ens vegem un dia...» («Que un día nos veamos...»)


Fragmento de la ilustración que, en forma de cómic, aparece
en la parte interior de la carpeta del LP.

Y esto es todo por hoy, de cualquier forma todavía mañana tengo previsto escribir un "cuelgue" dedicado a discos, como este, que hoy son imposibles de conseguir, y que merecería la pena que se reeditaran...; la cosa no es difícil, lo que pasa es que las empresas discográficas... ¡ya se sabe!... lo de la belleza, la memoria recuperada y la poÉtica les tiene bastante sin cuidado.

TEXTOS EN CATALÁN:

«Quan l'aire no deixa veure el sol / i el bosc desperta despullat / quan baixa el riu emmetzinat / i un ocell aixeca el vol i trenca... / Quan el llampec no baixa del cel / i el tro és de pólvora i metall, / quan el cavall ja no és cavall / i l'estel ja no és estel, / sempre hi ha dues mans d'home / àvides pels voltants».

«Germans, la vida se'ns va / a poc a poc ens la prenen, / si avui ens obren la mà / és que hi ha d'altres cadenes. / Cadenes d'aire polsós,de sexes imaginaris, / de luxes encisadors i objectes innecessaris, / que van lligant-nos el cos / i ens empobreixen els llavis. / Que no ens enganyin mai més / els assassins de la vida».

«Encara l'home pot guarir de sa ceguesa / per poc que s'adoni que sempre hi ha una flor que espera».

Que ens vegem un dia, camarada, / allà on s'acaba el fum de la ciutat / amb la clau de casa abandonada / i un ànsia de veritat. / Hi ha un tresor que espera, camarada... / Aprendrem a viure, camarada / dels qui han après a viure en el No-res, / amb l'esperit alerta a la trobada / i no gaires coses més... / Bull trobar-me amb tu, company, / fer-me fum / i fondre'ns un instant; /llavors cauen els gegants».

martes, 29 de noviembre de 2011

MARINO SAIZ... CREADOR DE MUSICA COMO QUIEN RESPIRA

Marino Saiz.

Últimamente, cuando voy a un concierto, hay momentos en que me encanta dejarme seducir por todo lo que acontece en el escenario porque en realidad lo que allí está ocurriendo, la magia que se transmite y el disfrute que experimento en aquel momento, depende no solo de un personaje que figura y se nombra en el cartel anunciador, sino también del músico o de los músicos que le acompañan; grandes profesionales que a veces pasan desapercibidos y que llegan a hacerse imprescindibles.

Uno de esos músicos que tiene esa capacidad de seducirme siempre que le veo y que le escucho en un concierto, es el extraordinario violinista Marino Saiz que anoche acompañó a Diego Ojeda en el "introito" del concierto que Manuel Cuesta nos regaló en la sala Galileo de Madrid. (En próximos "cuelgues" comentaré el concierto de Manuel).

Marino Saiz y Diego Ojeda en la sala Galileo.


Marino Saiz compagina su actividad profesional como profesor de música en un centro educativo –¡me imagino como disfrutarán con él sus alumnos y alumnas!– con el acompañamiento, yo diría mejor "hermanamiento", con creadores e intérpretes –geniales y admirados– como Marwan, Tonxu, Luis Ramiro, Diego Ojeda, Andrés Suárez o Andrés Lewin, entre otros. Lo he visto-sentido-escuchado con todos ellos y ¡sí!...; en todos los casos me ha seducido con la música que sabe extraerle a su violín y con la pasión con que lo toca...

Por todo ello, hoy he decido dedicarle este "cuelgue" a Marino, por la admiración que siento hacia su trabajo; –la música además de un arte es también eso: un trabajo, un oficio, que dignifica y que hay que realizar con la máxima calidad y profesionalidad posible–...; y Marino es un músico de oficio impecable, un hombre sensible y extraordinario, un creador de belleza de los que cada día nos resultan, y nos van a resultar, más imprescindibles.

Anoche le hice a Marino varias fotografías y aquí las dejo como la presencia y el testimonio de un violinista que CREA MÚSICA COMO QUIEN RESPIRA.








JOAN BAPTISTA HUMET. II - LECCIONES DE HONESTIDAD


Este es Humet niño, al que hoy quiero incorporar a la "coral infantil"
con la que celebramos el primer aniversario de este blog

Este segundo "cuelgue" dedicado a Joan Baptista Humet deseo iniciarlo evocando su canción "Hay que vivir" –que le dio título a su quinto LP grabado en 1980–; evocarla en este momento para reivindicar con todas mis fuerzas esa necesidad de "VIVIR" que él sentía y que transmite en sus canciones; y para subrayar las "claves" que en ellas nos aporta a la hora de plantearnos la vida como un reto y un horizonte; claves que, hoy por hoy, tienen absoluta vigencia

«¡HAY QUE VIVIR!, AMIGO MÍO 
antes que nada hay que vivir, 
y ya va haciendo frío, 
hay que burlar ese futuro 
que empieza a hacerse muro en ti.

Habrá que componer de nuevo 
el pozo y el granero 
y aprender de nuevo a andar. 
Hacer del sol nuestro aliado 
pintar el horno ajado 
y volver a respirar. 
Quitarle centinelas, 
al parque y a la escuela, 
columpios y sonrisas volarán. 
Sentirse libre y suficiente 
al cierzo y al relente, 
mientras se va dorando el pan.

Habrá que demoler barreras, 
crear nuevas maneras 
y alzar otra verdad. 
Desempolvar viejas creencias 
que hablaban en esencia 
sobre la simplicidad. 
Darles a nuestros hijos, 
el credo y el hechizo 
del alba y el rescoldo 
en el hogar. 
Y si aún nos queda algo de tiempo, 
poner la cara al viento 
y AVENTURARNOS A SOÑAR».


Yo sé que Joan Batista Humet amó la vida y fue un gran soñador –fui testigo de ello–, pero también sé –y hay que contarlo– que, como decía ayer, tuvo que luchar mucho para conservar y defender su identidad y su libertad en el contexto de los tiempos difíciles de la dictadura y de la transición democrática. 

Una de aquellas luchas tuvo que mantenerla con su propia gente, con su propio pueblo, con su propia lengua...; al final Joan Baptista luchó y consiguió salvar su identidad defendiendo y ejecutando su derecho a la libertad; pero no fue un camino fácil, sobre todo porque tuvo que enfrentarse a la realidad de que el ejercicio del derecho a la libertad no siempre es entendido y aceptado, sobre todo, cuando su valoración, o su enjuiciamiento, se realiza desde planteamientos dogmáticos.

Ayer un lector de este blog –concretamente Pep– escribía un comentario a mi primer "cuelgue" con el que estoy totalmente de acuerdo y que me voy a permitir copiar seguidamente: «El rechazo de sectores catalanistas no se justifica –escribe Pep–, pero creo que debe contextualizarse. Eran tiempos en los que cantar en catalán, vasco o gallego implicaba una posición ideológica (y me parece que ahora, por desgracia, también). La sociedad estaba muy radicalizada y, en todos los órdenes sociales se palpaban estas actitudes, no sólo en la música. Los luchadores por la libertad, como tú, lo habéis vivido y sufrido. Hay que situarse en ese contexto para entenderlo. El tiempo ha permitido comprobar que Humet, Serrat, Llach o Raimon siempre han estado en el mismo bando».

Es cierto, tenemos que situarnos en aquel contexto –lo que no es fácil para quienes no lo vivieron–; Pep tiene toda la razón. Sin embargo, desde mi sensibilidad, nunca podré dejar de decir que para muchas personas que amaban –que amábamos– la libertad como Humet aquellos posicionamientos ideológicos  tan cerrados y tan dogmáticos –posiblemente necesarios y justificables en su momento– fueron a veces, y para ciertas personas, muy injustamente dolorosos.

El mismo Joan Baptista nos narra esa experiencia evocando como fue su entrada y su salida en el movimiento de la "cançó catalala"... Antes de leer esa experiencia, permitirme, como "previo", la afirmación de un convencimiento personal: Yo solo puedo decir, que Humet fue un "ser humano" que, por encima de todo, luchó por poner a salvo su honestidad, y que lo consiguió: fue un creador honesto, y además grande, libre, sensible, comprometido, solidario y bello en el sentido más amplio, global y radical de la "belleza".

Joan Batista Humet.

«Empecé a viajar con el equipo de Llach por toda Catalunya, la española y la francesa. –Comentaba Humet en su autobiografía–. Fue una época extraordinaria, única, de descubrimiento, apertura y clarificación. Yo había encontrado una vía de expresión, me movía en el contexto de la llamada Cançó Catalana, que hacía de la lengua propia –el cantar en catalán– una seña de identidad necesaria. Era normal, el catalanismo, lo catalán, había estado disminuido, perseguido por la dictadura de Franco. Y no sólo por éste, sino por la concepción monocolor de cualquier sistema fuertemente centralizado como el español. Desde el centro, es difícil entender las fuerzas centrífugas de las periferias y, en aras de la cohesión, es habitual el anteponer corrientes centrípetas muy fuertes, sea en tiempos de dictadura o en períodos supuestamente democráticos como el actual.

Entendía aquel movimiento, pero no era el mío. Estuve en él el tiempo justo para distinguir la oportunidad que se me daba del oportunismo. Lo mío era distinto, había crecido a caballo de dos culturas, la catalana de mi padre y la valenciano-castellana de mi madre. Recuerdo una frase de Rilke: “la patria de un hombre es su infancia”. Y mi infancia y mi patria infantil no se distinguieron por la tierra, sino por el camino, el sentido del trayecto: mis continuos desplazamientos entre Terrassa y Navarrés, zona industrial–zona rural, ambiente burgués–ambiente campesino, estudios–libertad. Ese sentimiento, ese claroscuro, lo plasmé años más tarde en una de mis canciones más sinceras, El extranjero, donde ponía en evidencia un sentimiento profundo de libertad y a la vez, la íntima soledad del desclasado, del apátrida. (Aquella canción decía: "Dando tumbos voy y vengo por la vida cada vez más extranjero")

Joan Batista Humet. (Fotografía de Colita)

Una cosa que recuerdo con especial cariño de aquella época fueron los forums. Era normal después del recital, sentarnos al borde del escenario y conversar con el público, responder a sus preguntas. Allí se advertía una energía inmensa que se estaba movilizando en una dirección, era un momento de plenitud en la esperanza. La esperanza es lo mejor, si no lo único, que aportan las dictaduras; la capacidad de ensoñación, el motor emocional. Y yo aportaba, no mi capacidad de análisis –que era nula– sino mi capacidad emocional. Compartí en más de un centenar de pueblos y ciudades mis sentimientos con la gente; eran sentimientos atemporales… y en aquellos momentos primaba lo contingente. Yo era un cantante de grises, de matices, y en aquel momento no había lugar a las medias tintas, la respuesta debía ser clara e inmediata.

Recuerdo una conversación con el agente de un cantante comprometido de éxito. Le pregunté: “Tu pupilo (por no dar su nombre), ¿no duda nunca?”. Y él me contestó: “Sí, pero en público no se lo puede permitir”.

Ese era el contexto de aquella época, de aquella etapa de mi vida. En uno de los recitales del sur de Francia, en uno de los forums, se me volvió a hacer la pregunta que el plante de Serrat a Eurovisión por una cuestión lingüística puso de moda: “¿Alguna vez cantarás en castellano?” . Y yo, una vez más, respondí de la misma manera: “Hablo en catalán pero pienso en castellano; por tanto, tengo claro que algún día escribiré canciones en castellano”.

Ese mismo día, con la franqueza y el afecto con que se me había acogido dos años atrás, se me dijo que no estaba del todo alineado con aquella movida, que mi mensaje… como que rompía la estética del conjunto. Y nos dimos la mano por última vez... Volví a sentirme intruso. Y volví a casa, a Terrassa».

Y vuelvo de nuevo sobre la obra y la discografía de Joan Baptista Humet. Tras la grabación y edición de "Fulls" (1973) y de "Diálogos" –discos de los que hablaba ayer–, aparecieron "Aires de cemento" (1978), "Fins que el silenci ve" (1979) –al que dedicaré el "cuelgue" de mañana–, "Hay que vivir" (1980), "Amor de aficionado" (1982) –con bellísimas canciones como "Yo no podría vivir sin ti", "Luz de gas", "Otoño en Navarrés" o "Tengo un amigo"– y "Sólo soy un ser humano" (1984).



Tras la grabación de su disco "Sólo soy un ser humano", Joan decidió alejarse por un tiempo de la música, reapareciendo en 2004 con un disco al que le puso un título claramente metafórico y significativo: "Sólo bajé a comprar tabaco".

«De pronto un cable se le cruzó
ante aquel vértigo repentino, 
cerró la puerta del camerino,
tiró la llave y desapareció. [...]

Por quince años pudo esconder
sus sentimientos a cal y canto,
sin compromisos ni desencantos
que le prendieran con alfiler. 

A ras de suelo se reconcilió 
con la frescura del desconocido,
haciendo suyos los contenidos
de las canciones que defendió. 

Y se dejó llevar por el olvido [...]

Un día vino a reconsiderar
si algunos cambios no estarán prohibidos,
si uno no es más que lo que siempre ha sido
y ya no hay forma humana de escapar.

Y se aburría tanto en su mudez
y le dolía tanto la cordura,
que decidió lanzarse a la aventura
y airear de nuevo su desnudez». 
(Joan Baptista Humet. "El regreso". 2004)



Y mañana más, todo lo MÁS que se merece este cantautor del alma cuya vida fue –si hay que resumirla– una gran LECCIÓN DE HONESTIDAD.

lunes, 28 de noviembre de 2011

JOAN BAPTISTA HUMET. I - VIVO EN SUS CANCIONES, SOBRE TODO, POR SU GRANDEZA HUMANA Y POR SU SENSIBILIDAD

Joan Baptista Humet.
El próximo día 30 de noviembre hace tres años que nos dejó un cantautor de los grandes, de los buenos, de los inolvidables, de los que permanecerán siempre vivos en la memoria de la "canción popular" por la extraordinaria belleza y sensibilidad de sus creaciones; su nombre es Joan Baptista Humet. Nació en Navarrés –pueblo agrícola del interior de Valencia– el 4 de enero de 1950 y falleció el 30 de noviembre de 2008, en Barcelona.

Llega el otoño a Navarrés de nuevo
va encaramándose a los olmos sobre el sendero.
Llega en el viento que recorre los sembrados
y en el reloj del campanario estropeado.

Llega el otoño a madurar los campos
fluye por la canal y cuelga de los naranjos
y a media tarde se adormece en el casino,
apura un vaso de vino y abre un dominó».
(Joan Baptista Humet. "Otoño en Navarrés". 1982)

Cartel del I Fesival de Canción de Autor "Otoño en Navarrés" que se celebrará
en la Casa de la Música de Navarrés. los días 2 y 3 de diciembre.

Sobre los primeros pasos dados por Joan Baptista Humet en el mundo de la canción, creo que resulta interesante acudir a lo que él mismo relataba en su autobiografía:

«Nada más nacer volví en brazos de mi madre a Terrassa –la ciudad donde vivía la familia–, allí crecí y estudié once años en las Escuelas Pías de Terrassa. Acabé el Preuniversitario y en 1968 me fui a Barcelona, a 30 kilometros de allí, a estudiar Arquitectura. Llegué a tercero de primero. Es decir, repetí curso por dos años. Yo tocaba algo la guitarra, y seducido por el arte de Joan Manuel Serrat, que entonces emergía, junto a otros cantautores, como una isla bellísima en un mar de mediocridades de la España de la pandereta, decidí que quería dedicarme de lleno a la música, a componer y cantar mis canciones como ellos.

Reconozco que mis padres debieron sufrir cuando les anuncié que dejaba la carrera, pero hoy valoro el respeto y la confianza que mostraron hacia quien no era sino un chiquillo.

A los 18 años, en octubre de 1968, canté por primera vez, en un teatro de Terrassa. Fueron tres canciones junto a Serrat, y ahí me acabé de decidir. Todo estaba por hacer, pero ante mí solo se abrían posibilidades, magníficas posibilidades de actuar en directo en el contexto de la llamada “cançó catalana”.

Conocí entonces a Lluís Llach, y estuve actuando a su lado como telonero por dos años. En 1970, Columbia, una compañía de discos, me propuso mi primer contrato discográfico. 

Joan Baptista Humet. Segundo single. Columbia, 1971.

Fue la época de temas escritos en catalán como "Gemma", "Busco una flor", "Tonades", etc., y luego un long play llamado «Fulls» («Hojas») (1973).


Primer LP de Joan Baptista Humet: «Fulls» (Columbia, 1973)

En 1973 fui a hacer el servicio militar a Palma de Mallorca. Allí conocí a Loli, la mujer con la que me casaría dos años más tarde. Con ella tuve dos hijos, Joan y Esteve, aunque por respeto a ella, en casa se habló siempre castellano. Así había sido siempre en mi niñez; en casa de mis padres se habló castellano por idénticas razones, y era lógico pensar que yo acabaría componiendo canciones en castellano. Y así fue: la mili, junto a Loli, fue el escenario perfecto. De ahí nació «Diálogos», mi primer disco en lengua castellana, que grabé para Movieplay». 

Aquella decisión de cantar en castellano, vivida por Humet de forma natural, le obligó a distanciarse del movimiento de la "nova cançó"; fue una decisión –difícil para Joan– que no fue ni comprendida ni aceptada. Con frecuencia se le criticó, e incluso se le marginó, en ciertos círculos culturales catalanistas, al considerar que sus creaciones y sus planteamientos eran demasiado comerciales; crítica que en el fondo enmascaraba, como también ocurrió en el caso de Serrat, el rechazo –teñido de intolerancia– hacia la opción que un buen día tomó de cantar en castellano.

Personalmente, al margen de mediocridades ideológicas "de poca monta" como las mencionadas, creo que Joan Baptista Humet fue –y ahí queda su obra para comprobarlo– un poeta y un músico de enorme sensibilidad y de una extraordinaria nobleza y humanidad; cualidades que le ayudaron a hacerse muy popular y a conectar con un público que llegó a sentirse plenamente identificado con las experiencias y con los sentimientos que era capaz de transmitir en sus canciones.


Prueba de ello fueron las canciones que grabó, por ejemplo, en su disco titulado "Hay que vivir", editado en 1980.


Entre esas canciones destaca por ejemplo «Clara», en la que Humet aborda –en el contexto de principios de los años ochenta– la desgarradora y absurda muerte de una joven como consecuencia del consumo de drogas. Enternecedora canción –tierna y desgarradora  la vez– que nos aporta el tono y la calidad humana y artística de este cantautor lamentablemente ausente.

«Clara, distinta Clara,
extraña entre su gente, mirada ausente.
Clara, a la deriva
no tuvo suerte al elegir la puerta de salida.
Clara, abandonada
en brazos de otra soledad.

Esperando hacer amigos por la nieve
al abrigo de otra lucidez,
descubriendo mundos donde nunca llueve,
escapando una y otra vez.
Achicando penas para navegar...
Estrellas negras vieron por sus venas
y nadie quiso preguntar.

Clara se vio atrapada
abandonó el trabajo, se vino abajo.
Clara languidecía
perdida en un camino de ansiedades y ambrosías.
Clara no dijo nada
y un día desapareció

Recorriendo aceras dicen que la vieron
ajustando el paso a los demás
intentando cualquier cosa por dinero
para hincarse fuego una vez más.
Esa madrugada
Clara naufragó,
tenía el mar de miedo en la mirada,
las ropas empapadas
y el suelo por almohada,
y lentamente amaneció».
(Esta canción puede escucharse en: http://www.youtube.com/watch?v=c2w148XdZhY)

De esta bellísima canción –que no ha perdido vigencia, como muchas de nuestros grandes "cantautores"– Juan Trova, creador granadino, interpretó una magnífica versión, acompañado del propio Humet; versión que puede escucharse en el disco titulado «Segundo corazón» que Juan Trova grabó en el año 2006. 



(Por cierto, Juan presentará en Madrid –en Libertad 8– su nuevo disco-libro «Alguien al otro lado», creado en colaboración con el poeta Andres Neuman. Concierto que se celebrará el próximo día 6 de diciembre y que promete ser espectacular porque está previsto que le acompañen dos músicos y guitarristas extraordinarios: Nicolás Medina y Alberto Ruiz...; todo un lujo del que, por supuesto, no me voy a privar. ¡Allí estaremos!... El Libertad 8, el próximo día 6).

Y por hoy, concluyo este primer "cuelge" dedicado a Joan Baptista Humet...; mañana y pasado seguiré hablando de su personalidad y de su obra, e, inevitablemente, del amigo; una amistad que iniciamos en Barcelona a partir de la presentación en el Palau de la Música de su obra «Fins que el silenci ve» («Hasta que el silencio llega») (1979).

domingo, 27 de noviembre de 2011

"CANTIJUEGO" DEDICADO A LA VEJEZ Y A LA TERNURA

Hoy quiero que nuestro habitual "cantijuego" nos sirva de pretexto para rendirle un cariñoso homenaje a nuestros ancianos y a nuestras ancianas, y a la "vejez" que –queramos aceptarlo, o no–, es como un eclipse que se va produciendo lentamente, o demasiado deprisa, de la apasionante y apasionada aventura de vivir.

Hay un poema de Jaime Gil de Biedma –que musicalizó y cantó Loquillo en su disco "La vida por delante" (1994), y Mariona Segarra en "Lent, lent... Corrent!" (2009)– con el que hay momentos en que me siento muy identificado; el poema se titula "No volveré a ser joven" y dice así:

Jaime Gil de Biedma.

«Que la vida iba en serio 
uno lo empieza a comprender más tarde,
como todos los jóvenes yo vine 
a llevarme la vida por delante. 
Dejar huella quería 
y marcharme entre aplausos 
envejecer, morir, eran tan sólo 
las dimensiones del teatro. 
Pero ha pasado el tiempo 
y la verdad desagradable asoma: 
envejecer, morir, 
es el único argumento de la obra».

Aunque es verdad que hay momentos en los que la palabra de Gil de Biedma me atrapa; también lo es que hay otros momentos en que la vejez me inspira una inmensa ternura –sin duda, la ternura que reivindico y reclamo para mí mismo a las puertas de mi propio envejecimiento–; a esa ternura es a la que hoy quiero dedicarle "mi.nuestro" "cantijuego".

A continuación voy a copiar 10 fragmentos de textos de canciones que hablan de la ancianidad y de la vejez; todos van a aparecer escritos en castellano aunque algunos de ellos han sido cantados en otra lengua, por ejemplo, en catalán; en estos casos –con permiso de sus autores–  copiaré y "cantijugaremos" con los textos traducidos.

El reto –creo que hermoso– que hoy nos vamos a plantear es, sencillamente, identificar cuál es el título de cada una de estas canciones y el nombre de su autor, autora, o intérprete... 

Y sin más preámbulos, ¡empezamos!... Empezamos a gozar con la lectura de estos diez textos –que en sí mismo merece la pena–, y a ponerle nombre y autor a tanta belleza y sensibilidad.

1
«En la taberna del mar está sentado un viejo,
la blanquecina cabeza decaída,
enfrentado al periódico porque nadie le hace compañía.
Conoce el menosprecio que los ojos tienen por su cuerpo,
sabe que el tiempo pasó sin gozo alguno,
que ya no puede dar el antiguo frescor de la belleza que tuvo.
Es viejo, lo sabe muy bien, es viejo, se da cuenta,
es viejo, y lo nota cada vez que llora [...].
En la taberna del mar está sentado un viejo,
que, de tanto recordar, tanto soñar,
se ha quedado dormido en la mesa».

2
«Siempre te recuerdo vieja
sentada frente al portal,
repasando antiguas mudas
que ya nadie se pondrá [...]
Siempre te recuerdo vieja
zurciendo la eternidad
con tus palabras menudas
ocultando la verdad».

3
«Nadie sabe muy bien con lo que sueña
pero en la vieja tasca todo el mundo sabe que es poeta,
y que perdió la guerra y fue marinero
en Tánger o Tetuán. Pero nadie sabe lo que sueña.
Nadie sabe muy bien cual fue su guerra
pero en la estrecha tasca todo el mundo le llama coronel;
y que vivió en América los años de posguerra
y que son Antonio Machado y Hernández sus poetas».

4
«Y se cogen de las manos
los viejos amantes.
Y recuerdan, como ayer,
las flores que cortaron.
Se miran y lo saben todo,
no tienen que decir nada, ninguna palabra.[...]
Y se acunan cada noche
como dos niños pequeños.
Y se cogen de las manos
los viejos amantes.
Y se preguntan «¿Estás bien?
¿Hoy no te duele nada?»

5
«Se levanta muy temprano 
con todo el día por delante. 
Y da vueltas por la casa, 
estorbando en todas partes. 
Se anuda al fin la corbata, 
en tiempos tan elegante. 
Lo mismito que un pincel 
el viejo se echa a la calle.[...]
Con un vinito en el cuerpo 
el viejo a su casa se abre. 
Ella lo espera en la puerta. 
"Menudo cuerpo me traes". 
Comen los dos en silencio. 
De vez en cuando una frase 
rompe las cuatro paredes. 
"¿Decías algo?¿Me hablaste?".
Son tantos años de oírse 
que no saben escucharse. 
"¿Sabes algo de los chicos?" 
"El mayor llamó ayer tarde". 
Pasan el tiempo en silencio. 
Después de comer no salen. 
Luego cenan y ven tele 
un ratito y a acostarse».

6
«En la casa que está en la orilla del mar,
cinco hijos forjó percadores del mar;
que un Diciembre febril, lleno de tempestad,
no volvieron a tí, se los quedó la mar. [...]
En la orilla del mar se perdió tu reir 
y en la orilla del mar tú aprendiste a sufrir. 
En la orilla del mar envejeció tu piel 
y en la orilla del mar tú inventaste la fé».

7
«Por una calle de Cáceres
bajaba un viejo.
En sus ojos lleva el alma
que sostiene su cuerpo.
El cigarro en la oreja
y el paso lento
y en su frente los surcos
del sol y el tiempo [...]».

8
«Iba yo de tu mano pequeñito
las cosas gigantescas que miraba
eran como por siempre inalcanzables
pues el tiempo a mi edad nada importaba.
Al evocar tu voz y tu ternura
en hermoso paseo hacia el "masluz"
me volcabas la fe de tu alma pura
para que un día creyera como tú.
Y llegabas saludando a tus hermanos
al señor Evangelino, a Doña Flor
y en aquella enorme silla me sentabas
y entonábamos un cántico de amor.
Hoy me recuerdo abuela, pequeñito,
descubriendo tu voz y tu ternura
y aunque sólo en el hombre crea, admito,
que tu canto creció con mi estatura».

9
«Abrí la puerta
y teníais las manos enlazadas [...].
Pensasteis que tan mayores
no hay que hacer estas cosas,
pensasteis que con la edad
eso no tiene el encanto de los jóvenes,
que qué va a decir la gente,
mejor ser más discretos y...
No supe deciros
cómo me gustaba veros,
no supe cómo decir
que vuestro goce tan tímido
abría espacios de amor
donde estaba escrito que...
lo viejo es tan bello,
lo viejo es tan bello
que se abren los límites
del tiempo, del arte, del canto, de mí, de ti, del mundo... la vida».

10
«Mi abuelo llegó en un barco, pero se trajo la luna
dibujada en un pañuelo que un día colgó en mi cuna.
La inmensa luna diamante era la mejor fortuna
que acompañó al emigrante de aquella España lorquiana y dura. [...]
No sé si he podido ser lo que él soñó que yo fuera,
lo cierto es que, mire usted, mi abuelo fue mi primera escuela, [...]
Mi abuelo tejió mi hamaca con los hilos de la luna, 
abuelo pintó mi infancia con un verdor aceituna.
Se puede viajar el mundo en los ojos de un abuelo
que nos regala la luna dibujada en un pañuelo». 

Y para concluir, ¡ya sabes!... si quieres "cantijugar" o seguir la marcha del "cantijuego" asómate un ratito  al apartado de "comentarios"... ¡Allí te espero!.

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