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viernes, 14 de noviembre de 2014

PACO IBÁÑEZ - I: EXILIO, PARÍS Y SU GRANDES AMIGOS.

Paco Ibáñez.

PACO IBÁÑEZ nació en Valencia, el 20 de noviembre de 1934. Su padre combatiente republicano, era valenciano, y su madre vasca. Tras la Guerra Civil, su padre fue trasladado a un campo de trabajo francés y el resto de la familia tuvo que refugiarse en el caserío de Apakintza, de Aduna, cerca de San Sebastián, de donde era originaria su madre.

En 1948, a los catorce años, Paco abandonó Euskadi y se trasladó a Francia, donde fijó su residencia junto con sus padres y hermanos

Momentos y circunstancias que la periodista Nativel Preciados describía en 1991, con estas palabras:

«A Paco Ibáñez le entra un arrebato de nostalgia cada vez que se pronuncia una frase: "¡Qué verde era mi valle!". Recrea entonces las imágenes de una infancia feliz entre vacas, conejos y gallinas, en un caserío cerca de San Sebastián rodeado de cerezos, almendros, manzanos y verdes valles que le recuerdan al paraíso. Cuando reconstruye el pasado, sin embargo, se da cuenta de que vivió en medio de una familia enloquecida por los efectos de la guerra [...] Su padre era republicano y se exiló a Perpiñán al ser derrotado, dejando a su mujer y a sus hijos en Euskadi.

Pasado un tiempo, llegó el momento de la huida, Primero se escaparon sus hermanos en una lancha por Fuenterrabía. Después su madre se fugó, y a los seis meses Paco y su hermana Manolita se reunieron con el resto de la familia en Perpiñán. Tenía entonces catorce años y solo hablaba euskera y un poco de castellano. Tuvo que aprender a toda prisa el francés y el oficio de ebanista.»




Ya en Francia, donde Paco descubrió la existencia de hombres tan geniales como Atahualpa Yumpamqui o Georges Brassens, empezó a sentir una tremenda atracción hacia la música y la canción. «El primer acorde, re mayor –cuenta Pacome lo enseñó un amigo. Él cantaba rancheras y otras canciones mexicanas. Se llamaba Pepito. Lugo mi padre me sugirió que aprendiera violín. Estuve seis meses intentándolo y lo dejé. Me atraía la guitarra. Me decidí por ella. En París, mi padre conocía a un músico de nombre Francisco Gil, y con él empecé a aprender ya en plan  académico. Tenía entonces dieciocho años. Ahí comencé  a hacer arpegios y escalas y a estudiar varias técnicas.»

A partir de aquel momento. Paco Ibáñez, inició su extraordinaria, y pienso que insustituible, aventura musical; una aventura impulsada, sin duda, por muchas personas que estuvieron a su lado y que le estimularon para superar todo tipo de dificultades.

Entre esas personas habría que destacar dos que fueron para él especialmente significativas.

Una de ellas fue el gran pintor venezolano Jesús Rafael Soto, considerado por Paco como su padre espiritual.

Paco Ibáñez y José Soto en 2003.

Soto, nacido en Ciudad Bolívar, en el sur de Venezuela, tras cursar sus estudios artísticos en Caracas, y tras ejercer una pasantía como director de la escuela de Artes Plásticas de Maracaibo, decidió, en 1950, emigrar a Francia con la ilusión de poder alimentar y desarrollar su pasión por el arte.

En París, Soto que amaba la música, se dedicó a tocar la guitarra en cafés y nings clubs del Barrio Latino, actividad que le permitía conseguir el dinero necesario para poder sobrevivir. Fue en esa  circunstancia en la que Soto conoció a Paco Ibáñez, que en aquel momento acompañaba a la guitarra a Carmela, cantante de la que en París se solía decir que era "la Piaf española. (Acompañando a Carmela a la guitarra, Paco grabó un primer LP titulado "Chants d'Espagne et d'Amérique Latine"; disco editado en Francia por el sello Le Chant du Monde).




Soto, Ibáñez y Carmela hicieron una buena amistad y decidieron unirase para formar un trío musical al que llamaron Los Yares.

En 2003, en recuerdo de aquellos años compartidos en París, y, sobre todo como un homenaje personal de Paco hacia Soto, editaron conjuntamente un disco al que llamaron "Fue ayer", en el que recogen algunas de las canciones latinoamericanas que interpretaban, mano a mano, durante los años cincuenta, que se acompañaban de una pequeña, pero muy hermosa reproducción de una escultura del pintor venezolano.



Lamentablemente, en enero de 2005, José Soto falleció; había cumplido 81 años y se había convertido no sólo en uno de los máximos exponentes del arte cinético, sino, también en uno de los creadores plásticos contemporáneos más reconocidos en el ámbito internacional.

La otra persona que resultó clave para Paco Ibáñez en sus inicios, fue Georges Brassens, poeta y cantante francés al que admiraba profundamente.

Georges Brassens.

Paco conoció personalmente a Brassens en el Olympia de Paris, y, a patir de ahí encontró en él a uno de los más fieles u emtrañables maestros y consejeros.

«Nos quería mucho a mi hermano y a mi –comenta Paco–. A menudo íbamos a verle. Siempre estuvo cuando le busqué. La última vez que le vi fue cuando acudí a su casa para presentarle las canciones que traduje de él al castellano. La imagen final que tengo de Brassens es de ese día en que tomó la guitarra y me enseñó cómo hacer ciertos acordes. Él era poseedor de una gran sabiduría musical, de un "feeling", y un ritmo que todavía le envidio. Era capaz de colocar las letras de modo que se apreciaban bien sentadas en la música. Yo le pregunté cómo hacía eso y él me lo mostró. Haberlo conocido es un tesoro que llevo dentro. Si hay una persona en la que sea lo mismo el creador y el ser, esa persona era Brassens... Jamás olvidaré su mirada. Era para mi hermano, padre, amigo, todo».


Paco Ibáñez y Georges Brassems.

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