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lunes, 29 de junio de 2020

TESTIMONIOS MUSICALES: AUTE (29)


Luis Eduardo Aute, aquel Eduardo que hasta hace unos años no quería cantar en público y que sensitivamente estaba reservado, casi en exclusiva, a la íntima y solitaria audición de quienes amaban sus  canciones y adoraban sus discos como preciados fetiches, es ahora una de las voces más populares y más cotizadas de nuestro panorama musical. Aute es famoso y ha alcanzado las más altas cotas de la "comercialización", pero todo ello sin concesiones porque nada ha cambiado en su arte y en su esencia...; «no ha cambiado –como diría Caballero Bonaldmás que en el vehículo comunicativo; el oyente aislado acabó integrándose en el auditorio innumerable y Aute vino así a demostrar algo decisivo: que entre sus más adictos podían incluirse, sin mayores conflictos generacionales, el adolescente todavía recluido y el abuelo recién emancipado».

Con este nuevo rol perfectamente asumido, Eduardo prepara su nuevo LP "NUDO" y en "NUDO" –final de su tercera trilogía y síntesis de ella– insistentemente la duda transformada en incertidumbre y en conflicto...; «se pinta ahora lo blanco y lo negro sin transiciones».

En esta nueva obra de Aute la huida sin descanso al paraíso de los sueño –«donde siempre es primavera»– se entrelaza en una sólida confusión con la realidad en su evidencia –«laberinto de tinieblas»–; el ángel y el diablo, el bien y el mal, la gozosa anunciación y la pasión mortal y desgarradora, la llaga y el éxtasis, el deseo y la impotencia, un beso y un bombardeo. He aquí el nudo: «desafiante paisaje de contradicciones y de dudas».


«Todo me hizo suponer,
por lo que dijo el profeta,
que esto de la cuarentena
iba a ser la lucidez.
Dime tú, si es que me ves
entre todas esas nieblas,
dónde encuentro una linterna
para no meter el pie.

Mira qué fracaso,
mira qué desastre
acabar de nuevo dudando...
dudando en la tarde.

Yo creía que al crecer
uno se iba haciendo sabio,
más juicioso, más centrado,
más cabal, más... ¡yo qué sé!
pero, ay, loco mundo cruel,
con el paso de los años
uno se va equilibrando
y ve que es justo al revés.

Cuando todo va mejor
porque ya se ve muy claro
que el revés es lo contrario
de lo que uno imaginó,
vuelve la contradicción:
ni lo negro es siempre blanco,
ni los buenos son tan malos,
ni tampoco tú eres yo.» (70)

Eduardo, buscador infatigable del oculto secreto de la armonía, no sabe bien por qué camino tirar para desentrañar el nudo: su viaje fascinante a Vailima, en la que se armonizaban utópicamente los sueños, es ahora sustituido por una orgía esperpéntica o un sórdido aquelare que termina esfumándose en la Quinta del Sordo junto con Goya.


«Soñando que soñaba me encontré
al lado de un extraño personaje,
un viejo entre el Capricho y el Desastre
fundido a una paleta y a un pincel.

Pintaba, ensimismado, en la pared
un fresco con los locos más infames
revueltos en un sórdido aquelarre
a modo de ensalada Baudelaire.

Quinta del Sordo,
casa de locos,
el Sueño de la Razón
produce monstruos.

En medio de la insólita reunión
batíase el de la Triste Figura
en duelo contra un órgano que Schumann
tocaba con la oreja de Van Gogh.

Bailaba junto al fuego Maldoror
un vals con Luis II de Baviera
debajo de los pétalos que Ofelia
regaba desde un éxtasis de Artaud.

Sufría una iluminación Rimbaud
y en ella se le aparecía Hamlet
montado a lomos del Marqués de Sade
tirado por Calígula y Nerón.

Atada por el Capitán Ahab
dejábase violar Juana la Loca
por Hölderlin y Nietzche en plena euforia,
un poco más allá del bien y el mal.

Transido por aquella bacanal
de reyes, criminales y poetas
caí desvanecido en la quimera
del otro lado de la realidad.

De pronto aquella orgía se esfumó
y al despertar me vi mirando a Goya
dormido bajo el Reino de las Sombras
del sueño que soñaba mi razón.» (71)

Y justo en este momento, cuando Aute despierta una vez más en el Reino de las Sombras y la noche en su alma es una llama, le asalta, recreado y sublimado en el tiempo, un antiguo sentimiento religioso que nunca ha perdido: la creencia en una divinidad no teológica, sino existencial y apasionada...; un Dios que es éxtasis..., un Dios carne y alma, llaga y lágrimas, arrebato y estallido en el Universo...; un Dios que es amor no en la mística y retardada trascendencia de paraísos lejanos, sino en la plenitud delirante de los sexos


«La noche era una llama,
la luna estaba tierna.
Agosto era un suspiro
de cálidas estrellas.

El mar se deshacía
mojando tus caderas,
la arena entre tus labios
jugaba con mi lengua.

Y empapados de agua y luna,
enlazados cuerpo a cuerpo,
recorrimos las espumas
hasta el fin del Universo
donde nace el Universo
cuando estalla el Universo...
El Universo.

Tu piel eran chispazos
de mil aguamarinas,
tus pechos me miraban
como ávidas pupilas.

Tus muslos extendidos
tenían cierta prisa,
tu pubis era un beso
fundido en mi saliva.

Sentí que me sentías
meciéndote por dentro,
las olas eran ritmos
del mismo movimiento.

Disuelto en tus entrañas
de líquidos secretos
desentrañaba el Nudo
de Dios y su Misterio.» (72)

Durante el verano, ya con el nuevo LP en el mercado, Eduardo realiza múltiples y multitudinarios recitales por todo el país, recitales a los que ponen fin sus conciertos en la Plaza de Toros de las Ventas de Madrid y en la Monumental de Barcelona. Posteriormente vuelve a viajar a Cuba, canta en La Habana, y se desplaza a Argentina donde realiza un programs de TV en directo obteniendo un éxito inesperado.

Mientras tanto escribe y dirige uno de los cuatro sketches del largometraje "Delirios de amor", titulado "El muro de las lamentaciones", y expone sus cuadros en el Museo de Albacete, y en la galería Moriarty de Madrid.



(70) "Dudando en la tarde" (Nudo, 1985).
(71) "Quinta del Sordo" (Nudo, 1985).
(72) "El universo" (Nudo, 1985).

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