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martes, 22 de marzo de 2016

DE LOS «MONODIÁLOGOS FRENTE AL ESPEJO" DE ANTONIO FERNÁNDEZ FERRER Y DE SUS EFECTOS CONTAGIOSOS Y TERAPÉUTICOS.

Desde hace años me ocurre algo inevitable –que, por cierto, me encanta–: Cuando pienso en algo que me atrae, o que me interesa, y me dispongo a comentarlo, siempre me suele venir a la memoria relacionada –directa o indirectamente con el tema– una canción, e incluso inconscientemente me pongo  a "tararearla". 

En estos días pasados, leyendo los "Monólogos frente al espejo" de Antonio Fernández Ferrer (Editorial Nazarí) la canción que me ha seducido es de Luis Eduardo Aute y dice certeramente así: «Triste deber de la Historia  ⁄ el de encontrar soluciones ⁄ acribillando latidos / para que suenen relojes. [...] Tiene que existir, / aún tiene que latir, / amordazado por la razón, / un corazón».

(¡Qué casualidad, y, recordando la cancIón me viene a la memoria también esta imagen!)

Antonio Fernández Ferrer y Luis Eduardo Aute.
26 de junio de 1994. Carmen de los Mártires, Granada.

Actualmente, y con demasiada frecuencia, la represión o la domesticación de los sentimientos; la superficial perceptividad frente a lo que acontece a  nuestro alrededor; y la desmedida racionalidad que amordaza sensibilidades; nos deja el corazón como sin latidos...; frío...; informado ¡sí!, pero demasiado insensible; demasiado acomodado e indiferente... Son tiempos en los que se produce lo que yo llamaría una "percepción estereotipada" que no nos cuestiona en profundidad y que no moviliza activamente lo más profundo de nuestra identidad, o sea, "nuestro yo más hondo".

Pues bien, en estos "Monodiálogos frente a frente" publicados por la Editorial Nazarí, Antonio Fernández Ferrer nos viene a demostrar que SÍ, que no hay racionalismo posible que pueda amordazar un corazón sensible como es el suyo; corazón cálido y "latiente" que –de dentro a afuera, buscando y zahondándose en sus propios latidos– genera un pensamiento crítico y una palabra libre y liberadora.

Antonio, en su nuevo libro se "encuentra" con la "REALIDAD", o mejor, con las realidades "de un tiempo concreto" –nuestro tiempo actual–. Con las realidades más complejas y con las más cotidianas, y frente a ellas –con serenidad– opta por huir de los estereotipos y la superficialidad, y decide someter a esas realidades tangibles a un proceso de diálogo o cuestionamiento consigo mismo –con su interioridad–. Diálogo y cuestionamiento del "ser dos en uno"; o sea, del "yo que percibe" visual o auditivamente, con el "yo que siente y piensa" en libertad. Diálogo que, cuando se produce, genera, como resultado, todo un estallido de fogonazos de luz, de esperanza y de inteligencia... "Monodiálogos frente al espejo" los llama Antonio Fernández Ferrer.


En este libro, sencilla y preciosamente escrito, su autor nos muestra un conjunto de 34 "encuentros" "reencuentros" y desencuentros" relacionados. todos ellos, con la cotidianidad; con los asuntos sociales, políticos y culturales que estamos viviendo a diario –o sea, con la vida misma– y nos los muestra "con calor", "con alma", con "apasionamiento" –y aquí me engancha, ¡vaya si me engancha!–.

Dice Carlos de la Fe en el prólogo: «Cóctel de neuronas y vísceras, de pensamientos y corazonadas, de reflexiones y sensaciones.». Yo, por mi parte, añado y repito: fogonazo de estremecimientos, indignaciones, ternuras, solidaridades, dudas, decepciones, anhelos, impotencias, denuncias, desgarros, esperanzas, deseo, sueños... Y todo ello hermosamente contagiable gracias a la magia del "contar y escribir" con sinceridad, "a corazón abierto", sin retóricas, con libertad. (Nada que ver con la soporífica, prepotente, partidista y peleona verborrea a la que nos tienen tan acostumbrados los tertulianos, sean del signo que sean, en las aburridísimas televisiones o radios, que, por cierto, les resultan tan rentables).

Antonio Fernández Ferrer.

Pues sí, los "monodiálogos" de Antonio Fernández Ferrer no solo son CONTAGIABLES –tanto que uno no se los puede quitar de encima hasta que llega a la página 86 de su libro–; sino que a la vez son TERAPÉUTICOS porque te incitan –casi sin quererlo– a mirarte y a sentirte en ellos –como en un espejo–, y a iniciar tu propio proceso de "monodialogización" –no sé si existe esta palabra. pero es lo mismo–; proceso que, teniendo como referencia el pensamiento y los latidos de Antonio, es, os lo aseguro, verdaderamente liberador. Haced la prueba y ya me contaréis.

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