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domingo, 10 de agosto de 2014

RETRATO ÍNTIMO DE «AMANCIO PRADA»

AMANCIO PRADA

La primera vez que tuve la oportunidad de conocer en persona a AMANCIO PRADA, recuerdo que la imagen de su presencia corporal me fue muy impactante

Aquella imagen corporal –vinculada, sin duda al impacto que me habían producido las canciones de su primer LP "Vida e Morte"– me impresionó. En aquella presencia se entremezclaban muchos de los rasgos y de las realidades humanas que conformaban ese ideal juvenil que uno se iba forjando, a contratiempo, frene a un sistema social y político, de ideas ramplonas y encorsetadas.

En Amancio, aquel día, percibí una extraña y atractiva mezcla de guerrillero –salido de un "mayo francés" o de una contienda en el monte con el Che–, y de trovador misterioso, romántico y errante. En él percibí, a la vez –y sin contradicciones–, la exquisita espiritualidad de un San Juan de la Cruz, la fuerza contestataria y, al tiempo, delicada de un Miguel Hernández; el romanticismo apasionado de Rosalía, y la santa locura comprometida y delirante de un Agustín García Calvo o de un Sánchez Ferlosio.

Amancio Prada.

Después, con el paso del tiempo, aquella imagen se fue transformando: el guerrillero que había en Amancio se fue haciendo cada vez más romántico y más espiritual –sin renunciar por ello, en ningún caso a su compromiso solidario con el humanismo y con la vida–; y el misterioso y romántico trovador que le habitaba, se fue convirtiendo en un guerrillero que empuñaba la poesía –con fuerza y con convicción– como un arma cargada de futuro, (Es curioso, al retomar de mi discoteca, en estos días, su primer LP, me he reencontrado con una frase de León Felipe que escribí –debe de hacer mucho tiempo– en la hoja en que se reproducían, dentro de la carpeta del disco, los textos de las canciones: «El eje del universo descansa sobre una canción no sobre una ley».

Amancio sabe –lo sabe y lo practica– que la gran revolución de la humanidad –la revolución y el reto que nos demanda el futuro– empieza por la libre movilización de la sensibilidad y de los sentimientos; y es por esto por lo que cada día, en cada una de sus creaciones –y en su misma presencia corporal– afina ese toque de sensibilidad que le va aproximando, cada vez más, a la imagen simbólica que él mismo le atribuía a su amada en su "Canción de amor nº 2": "gacela blanca", "volcán de miel", "bosque lleno de pájaros".


Amancio Prada.

Y así ha sido como, a través de él, hemos podido disfrutar y crecer, por ejemplo con los "Soneto del amor oscuro", de Lorca"Tú nunca entenderás lo que te quiero porque duermes en mí y estás dormido"–; o con "A dama e o cabaleiro", de Álvaro Cunqueiro"No vento poréi este meu lume novo porque andar as rulas, as cerdeiras e todo! Amiga, namorado vou!". ("¡En el viento pondré este nuevo fuego mío para que ardas las tórtolas, los cerezos y todo! ¡Amiga, enamorado voy!")–; o con aquellas canciones que recrearon personajes e imágenes cotidianas extraídos del  navegar nocturno y literario de Manuel Vicent; o con los poemas de mujeres –poetas deslumbrantes– como Teresa de Jesús, Rosalía, Isabel Escudero o Carmen Martín Gaite.

Y así ha sido también, como en la música y en la voz de Amancio Prada, nos hemos podido encontrar, y nos encontramos con la fusión, hermosamente armónica, entre la belleza y la sobriedad del claustro de un monasterio, al verde resplandor de una pradera, el ocre de una tierra sedienta de cultivos y el enigmático misterio de la noche junto a un semáforo o en una gran avenida.

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