Este verano con el tema de la "crisis" –o sea, de la falta de "pelas"– y otros "menesteres" relacionados con el campo de la "odontología", he decido echar mano de la "imaginación" para relajarme, para disfrutar de mi tiempo libre –que es bastante–, y para pasármelo lo mejor posible en mi barrio madrileño. Y es que la "imaginación" es una "dama" que cuando la reclamas con cierta pasión –si la mimas, la cultivas y le das toda la libertad posible y que le gusta– nunca te falla.
Os cuento: Aparte de que de vez en cuando –durante este me de agosto– me escapo por las noches a la Sala Galileo –dónde Ángel y Domingo se encargan de mimarme–, durante el resto de los días de la semana, en que me quedo en casa con mi compañera, me he montado un particular "honky-tonk" –evidentemente "imaginario"–. (Por si alguno de los que me estáis leyendo no sabéis lo que es un "honky-tonk", os lo aclaro: es un bar típico del sur de los Estados Unidos en el que se bebe buena cerveza y en el que suele haber buena música en directo –blues, folk y, sobre todo, música country–; algo parecido a lo que se puede intuir en la siguiente foto).
Jugando, por tanto, con mi imaginación –no creáis que me he vuelto loco–, por mi "honky-tonk" casero van desfilando cantidad de buenos músicos a los que admiro: Johnny Cash, Kris Kristofferson...; e incluso, hace un par de noches, pasaron por allí Joan Baez y Pete Seeger... (Lo increible y lo mágico de la "imaginación" es que con un buen disco me traigo pa'cá a quien me apetece y me da la gana).
Pues bien, este verano, con bastante frecuencia, he escuchado tocar y cantar sobre la tarima imaginaria de mi particular "honky-tonk" a una chica que aparece, de vez en cuando, con su guitarra, y que nos invita a descubrir con sus canciones –y con mucho atractivo– lo que hay "Detrás de la pared".
Cuando se pone a cantar, se hace un gran silencio, y suena, más o menos, así:
¡Sí!, esa chica que canta y que toca la guitarra y la armónica es ESTHER ZECCO, a quien admiro mucho.
Hasta aquí, la parte "fantástica" e imaginativa de este "cuelgue" que ha surgido, en realidad, porque desde el primer día que escuché el nuevo disco de Esther en su casa, me ha suscitado sonoridades muy próximas al folk y a la música country de la que tanto me nutrí, sobre todo en los años setenta y ochenta. Sonoridades que, por cierto, me encantan porque uno está ya un poco harto de escuchar lo que yo llamaría "discos y canciones bis" –"toas" más o menos iguales; ¡más de lo mismo!–.
En esto de la "canción de autor" –tanto musical como poéticamente– a mí, lo que más me gusta es la libertad en su proceso de creación; el "aire fresquito" que surge de la originalidad no forzada; y la diversidad que desde ahí se genera. "Ser como fulano o parecerse a él, o a ella" –por muy referente que sea– o "repetirse a uno mismo" es un absoluto aburrimiento. A mí, por lo menos me aburre mucho. Motivo por el que, en contraposición, anoche disfruté intensamente con Marta Plumilla en la Sala Galileo; e igual me pasa, desde otras perspectiva –¡bendita sea la diversidad!– con Esther Zecco.
La feliz culpa de esas sonoridades tan peculiares en el universo musical de Esther la tienen también los músicos que, en este caso, la acompañan en el disco: Álvaro Molinillo, Daniel Doval, Manu Míguez; y las voces y coros de Adriana Moragues y Virginia Montaño.
Por otra parte el nuevo disco de Esther esconde un misterio latente en su título: "Detrás de la pared", e incluso en la fotografía de Cristina PR que aparece en su cubierta.
Evidentemente "detrás de la pared" de Esther Zecco está todo esto que ella misma dice en la canción con la que abre su disco; pero hay mucho más; dejadque que os cuente otras cosas que yo mismo he descubierto:
Detrás de la pared de ESTHER ZECCO está el mar y el deseo de ser feliz y de vivir –vivir contra las falsas "seguridades", las soledades, o las guerras–. Hay caricias escondidas, ojos grabados, disfraces de espía y huracanes. Hay deseos de viajar descalza y sin equipaje; ojos que como ventanas verdes brillan en diciembre; risas, corazones salvajes y un lago. Hay ciudades de autopista y perdidas. Hay horizontes largos y cruces de caminos. Hay tormentas preparadas para llover. Hay vuelos sin paracaídas por encima del mar... Y hay amores, amores tan apasionadamente locos, como para cantar cosas como ésta:
Vuelvo a los inicios de este "cuelgue"... Todo esto es lo que siento y descubro cada noche en que Esther Zecco aparece por mi "honky-tonk" imaginario...; y me ¡encanta!...; y no estoy dispuesto a ponerla a prueba...; quiero que se quede...; o que si se va, ¡que vuelva!...
Cuando se pone a cantar, se hace un gran silencio, y suena, más o menos, así:
¡Sí!, esa chica que canta y que toca la guitarra y la armónica es ESTHER ZECCO, a quien admiro mucho.
Esther Zecco. (Fotografía de Inés Poveda). |
En esto de la "canción de autor" –tanto musical como poéticamente– a mí, lo que más me gusta es la libertad en su proceso de creación; el "aire fresquito" que surge de la originalidad no forzada; y la diversidad que desde ahí se genera. "Ser como fulano o parecerse a él, o a ella" –por muy referente que sea– o "repetirse a uno mismo" es un absoluto aburrimiento. A mí, por lo menos me aburre mucho. Motivo por el que, en contraposición, anoche disfruté intensamente con Marta Plumilla en la Sala Galileo; e igual me pasa, desde otras perspectiva –¡bendita sea la diversidad!– con Esther Zecco.
La feliz culpa de esas sonoridades tan peculiares en el universo musical de Esther la tienen también los músicos que, en este caso, la acompañan en el disco: Álvaro Molinillo, Daniel Doval, Manu Míguez; y las voces y coros de Adriana Moragues y Virginia Montaño.
Por otra parte el nuevo disco de Esther esconde un misterio latente en su título: "Detrás de la pared", e incluso en la fotografía de Cristina PR que aparece en su cubierta.
Evidentemente "detrás de la pared" de Esther Zecco está todo esto que ella misma dice en la canción con la que abre su disco; pero hay mucho más; dejadque que os cuente otras cosas que yo mismo he descubierto:
Detrás de la pared de ESTHER ZECCO está el mar y el deseo de ser feliz y de vivir –vivir contra las falsas "seguridades", las soledades, o las guerras–. Hay caricias escondidas, ojos grabados, disfraces de espía y huracanes. Hay deseos de viajar descalza y sin equipaje; ojos que como ventanas verdes brillan en diciembre; risas, corazones salvajes y un lago. Hay ciudades de autopista y perdidas. Hay horizontes largos y cruces de caminos. Hay tormentas preparadas para llover. Hay vuelos sin paracaídas por encima del mar... Y hay amores, amores tan apasionadamente locos, como para cantar cosas como ésta:
«A veces quiero que te enfades conmigo.
Lo sé, no tiene ningún sentido.
Una y mil veces yo sigo poniéndote a prueba.
Pienso: a ver hasta donde llega.
A veces quiero que te vayas de aquí.
No creas que lo digo por decir.
Una y mil veces yo sigo obligándote a hacer las maletas.
Pienso: a ver hasta cuando se queda».
Vuelvo a los inicios de este "cuelgue"... Todo esto es lo que siento y descubro cada noche en que Esther Zecco aparece por mi "honky-tonk" imaginario...; y me ¡encanta!...; y no estoy dispuesto a ponerla a prueba...; quiero que se quede...; o que si se va, ¡que vuelva!...