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domingo, 15 de julio de 2018

"MI VIDA ENTRE CANCIONES". CAPÍTULO 33.



Me es del todo imposible realizar un recorrido por «mi vida entre canciones» sin dedicar un tiempo y un espacio especialmente importante y entrañable a la «canción de autor» latinoamericana que sobrevoló y, en algunos casos, aterrizó en nuestras tierras y nuestros corazones en las décadas de los setenta y los ochenta.

Para mí, el cantar de América Latina fue muy significativo por todo lo que aportó a la configuración de mi identidad. No solo porque potenció mi sensibilidad y reforzó mis sueños de libertad, también por la entrañable relación, de verdadera amistad, que mantuve y aún conservo con muchos de sus creadores.

Tanto es así que, cuando me planteé escribir la obra …Y la palabra se hizo música como celebración del cincuentenario de la «canción de autor», no dudé ni un momento en dedicarle un volumen monográfico a lo que llamé El canto emigrado de América Latina; un libro ilustrado con un cuadro original de Violeta Parra en la cubierta que me hizo llegar su hija Isabel, y dividido en tres partes que representan las tres formas de presencia que tuvo el canto latinoamericano entre nosotros.


En la primera parte, a modo de introducción, hice presentes a tres grandes compositores e intérpretes que fueron referentes indiscutibles para la música y la canción en todo el mundo. Me refiero a Violeta Parra, Víctor Jara y Atahualpa Yupanqui. Tres extraordinarios creadores vinculados por unos rasgos comunes que fueron característicos de su personalidad y de su obra: su profunda y desbordante humanidad, la sensibilidad y la belleza de sus creaciones y el apasionado compromiso que adoptaron contra la injusticia y en defensa de los derechos humanos.

Seguidamente, dediqué una gran parte del libro a lo que llamé el «canto emigrado» que, en la mayoría de los casos, también podría haberse llamado el «canto exiliado» de América Latina. En ella hice referencia a los compositores (músicos y poetas) y los intérpretes que, en un momento determinado, decidieron trasladarse de América a España para desarrollar junto a nosotros su proyecto vital y su trabajo. Una decisión dura, valiente y llena de riesgos, pero, a la vez, entretejida de sueños y esperanzas.

Fue el caso, por ejemplo, de Olga Manzano y Manuel Picón, Indio Juan, Rafael Amor, Sergio Aschero (que formó con Ángeles Ruibal el dúo Los Juglares), Gonzalo Reig y el grupo Toldería, Quintín Cabrera, Carlos Montero, Claudina y Alberto Gambino, Alfredo Zitarrosa (que vivió en España a finales de los setenta), Poni Micharvegas, Alberto Cortez, Tacun Lazarte, Lucio Navarro, Omar Berruti, Nicolás Caballero, Jorge Cardoso, y todo un conjunto de compositores e intérpretes que llenaron nuestras calles y peñas de cantos libres y hermanos.

Generación de cantautores a la que genéricamente se les identificó con el calificativo de «sudacas», término que, a menudo, se ha utilizado con connotaciones racistas y despectivas, pero que también puede, y debería, utilizarse de forma positiva, es decir, transformándolo e imprimiéndole significaciones claramente solidarias y afectivas.


A esa transformación del significado de la palabra «sudaca» contribuyeron, en 1983, Manuel Picón, Olga Manzano, Rafael Amor y Claudina y Alberto Gambino a través de la creación y presentación de un espectáculo titulado precisamente Sudacas que presentaron en el mes de junio en el Teatro Salamanca de Madrid. En el programa de mano de aquel espectáculo formulaban las siguientes aclaraciones:

«Si definimos el "sudaca", si lo humanizamos y concretamos, es decir, si le arrancamos de la fácil generalización que un término así implica, si lo comparamos incluso con el emigrado español, si lo damos a entender en su grandeza y su miseria, su circunstancia, tal vez consigamos que la carga despectiva que ahora tiene la palabra se quede en los mínimos sectores donde se utiliza actualmente: mejor aún, se invierta su sentido y quede en una generalización comparable a la que nosotros mismos hemos hecho al llamar "gallegos" a todos los españoles, es decir, una generalización afectiva que jamás alcanzó la categoría de juicio moral. Este es el punto de partida de nuestro espectáculo.

Ensayo general del espectáculo "Sudacas"
en casa de Olga Manzano y Manuel Picón.

»Hemos puesto en movimiento antiguas voces, antiguos ritmos, sobre carriles nuevos. Hemos tendido puentes entre aquella pasión que desde España se desbordó sobre América, y esta oleada afanosa de gente que, cinco siglos después, trata de rehacer un proyecto de vida individual y colectivo, en tierras de España.»

Por otra parte, y en tercer lugar, incorporé lo que califiqué como el «canto solidario», es decir, el canto de todos aquellos compositores e intérpretes procedentes de diferentes países latinoamericanos que acudieron a España, en persona o a través de sus obras, para ofrecernos su corazón o, lo que es lo mismo, para mostrarnos su solidaridad y fortalecer nuestras esperanzas, sobre todo en los últimos momentos de la dictadura franquista y a lo largo del proceso de la transición democrática. Entre ellos, por ejemplo, grupos como Quilapayún, Inti-Illimani, Aparcoa, o Illapu; o solistas como Isabel, Ángel o Tita Parra, Patricio Castillo, Aníbal Sampayo, Daniel Viglietti, Jorge Crafune, Facundo Cabral, Jorge Larralde, Tejada Gómez, Cesar Isella, Horacio Guarany, Mercedes Sosa, Víctor Heredia, León Gieco, Nacha Guevara, Alejandro Lerner, Andrés Calamaro, Carlos Mejía Godoy, Andrés Jiménez, Amparo Ochoa, Alejandro Filio, Julieta Venegas, Chabuca Granda, Chavela Vargas, Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, Sara González, Carlos Puebla, Noel Nícola, Vicente Feliú o Amaury Pérez, entre otros muchos.

De aquel libro guardo un recuerdo por una parte doloroso y a la vez entrañable. En pleno proceso de escritura sufrí una cardiopatía ventricular severa que paralizó totalmente mi trabajo. El cardiólogo diagnosticó la situación como muy grave, hasta al punto de plantearnos la posibilidad de un trasplante de corazón urgente. Fue un momento muy duro y difícil para mí y, sobre todo, para mi familia. De repente, de forma milagrosa, en uno de los reconocimientos médicos que me hacían casi a diario, el cardiólogo, completamente sorprendido, nos dijo que el corazón se había recuperado del todo y que no encontraba ni el menor síntoma de la cardiopatía. Nos quedamos felices pero a la vez alucinados. Siempre he pensado y pensaré que Fray Leopoldo me ayudó mucho en aquel trance.

La parte entrañable de aquella situación fue que, el día que presentamos el libro, Quintín contó con muchísimo cariño y agradecimiento que, durante mi retirada por enfermedad, más de una vez me llamó por teléfono preocupado por mi salud, por supuesto, pero a la vez pensando: «Que no se nos vaya el Lucini sin publicar el libro. A ver quién va a escribir de nosotros si él se nos larga». Tristemente, poco tiempo después, el que se nos largó (¡qué gran pérdida y qué gran desgarro!) fue precisamente él. Nunca dejará de estar vivo en mi memoria y, sobre todo, en mi corazón. ¡Tremenda la solidaridad de Quintín y qué emocionante y honesto su cantar!

Presentación del libro "El canto emigrado de America Latina"
en la SGAE.

Al año siguiente de la edición del libro, o sea, en 2008, volví a plantearle a Teddy Bautista una nueva propuesta: grabar una colección de discos dedicados precisamente al «canto emigrado de América Latina». Propuesta que, una vez más, fue maravillosamente acogida y se hizo posible en el sello Factoría Autor.

En aquel proyecto, además de los compositores e intérpretes que intervinieron, de los que hablaré a continuación, tuve la oportunidad de trabajar con un magnífico equipo de profesionales integrado por Bernardo Fuster y Luis Mendo en la producción; Joaquín Secall, que hizo el diseño de la colección; Juan Miguel Morales, que se trasladó desde Barcelona para hacer las fotografías; Natalio Fernández, corrector de todos los libretos, y Fran Gude y Carlos Díaz, magníficos técnicos de sonido que se repartieron y mimaron las grabaciones. 

La colección, a la que también llamé El canto emigrado de América Latina, se compuso de nueve libro-discos. 

Vencer el olvido. Monográfico dedicado a la memoria de Indio Juan; gran poeta, compositor y cantor al que me unió una grandísima amistad. En este libro-disco, con la colaboración de su compañera, también poeta, Maria Esperanza Párraga, rescatamos dieciocho de sus más hermosas creaciones. Juan fue un creador de tremenda humildad al que merece la pena recuperar; toda su obra, con el paso del tiempo, adquiere vigencia y actualidad.


Papá Bolero. LP que Manuel Picón grabó, junto con Olga Manzano, en 1977. Magnífico cuento cantado que decidí remasterizar y reeditar en formato CD respondiendo a una doble motivación: en primer lugar, por considerarla una de sus obras más hermosas y significativas; y, en segundo lugar, para rendirle un entrañable homenaje. ¡Fue tanto y tan bello lo que nos unió!


Presentimientos. Único y último disco grabado por Olga Manzano tras la muerte de Manuel Picón. Reto que me propuse conseguir porque siempre creí que era necesario y cuyo resultado fue de una calidad y una belleza extraordinarias. En él, Olga recupera canciones inéditas compuestas por Manuel con textos propios y poemas de Alfonsina Storni, e incluye temas de Luis Eduardo Aute, Andrés Molina, Pablo Guerrero, Luis Mendo y Bernardo Fuster. Es importante destacar la colaboración de sus hijos, Nagot y Tabaré Picón, y el acompañamiento de Pablo Guerrero y Andrés Molina.


El cantavidas. Libro-disco de Rafael Amor con dieciocho de sus canciones más populares. Desde «No me llames extranjero», a «El loco de la vía», pasando por «Corazón libre», interpretada junto a Mercedes Sosa y Alberto Cortez, o «La primavera», con el acompañamiento de su hijo Salvador.


Corre poeta, corre. Disco de Claudina y Alberto Gambino que esperaba y deseaba desde hacía tiempo. No habían vuelto a grabar desde 1986, año en que cantaron a Lorca, y era necesario que volvieran a hacerlo. En este CD escuchamos poemas de Mario Benedetti, Ángel González, Federico García Lorca, Rafael Alberti, Daniel Salzano, Pilar Manrique, Juan Pablo Silvestre y Luis García Montero musicalizados por Alberto; junto a canciones de Chicho Sánchez Ferlosio y Poni Micharvegas.


Tangolatría. Obra de Carlos Montero que recoge catorce bellísimos tangos. Recuerdo perfectamente la grabación de este disco. Carlos entró en el estudio con su guitarra y, con la tremenda maestría, experiencia y profesionalidad que le caracterizaba, lo concluyó en un solo día. Lamentablemente, Carlos, otro buen amigo, nos dejó en mayo de 2016.


Que no calle el cantor. Disco recopilatorio con dieciséis canciones de Gonzalo Reig. Entre ellas, sus personalísimas versiones de «19 días y 500 noches», de Joaquín Sabina; «Habaneras de Cádiz», de Antonio Burgos y Carlos Cano; y «Círculos viciosos», de Chicho Sánchez Ferlosio. Destaca también en esta obra la canción «Zaguán», de Chabuca Granda, interpretada a dúo con Carlos Cano.


Directos en Toldería. Toldería fue una mítica sala de conciertos inaugurada el 24 de marzo de 1974. Sala a la que Mercedes Sosa llamaba «templo de la música sudamericana» y en la que, como escribió Cándido, «se vivió la clandestinidad de Madrid y la esperanza al revés de la nostalgia». En este doble CD se recogen treinta y tres canciones grabadas en directo que Gonzalo Reig, creador y responsable de la Sala, atesoraba en no sé cuántos casetes sobre los que trabajamos e hicimos la selección para, posteriormente, masterizarlas. A fin de cuentas, treinta y tres testimonios recuperados de Guillermo Basterrechea, Luis Barros, Manuel Picón y Olga Manzano, Omar Berruti, Rafael Amor, Claudina y Alberto Gambino, Roberto Darvin, Mónica Pelay, Silvia Pacheco, Alfonso Ortuño, Jorge Cardoso,  Nicolás Caballero, Víctor Luque y los grupos Toldería y Huerque Mapu.


Naufragios y palimpsestos. Último disco grabado por Quintín Cabrera pocos meses antes de su muerte. Fue un placer y un lujo grabar con él. Los arreglos y la dirección musical fueron de Eliseo Parra y merece la pena destacar, en particular, dos canciones: «Hotel Luna», con el acompañamiento de Luis Eduardo Aute; y «Baila caliente», tema en el que Quintín narra, cantando, el nacimiento y la historia de la grabación de este disco. Cuando apareció en el estudio con esta canción, que no estaba prevista, todos nos quedamos sorprendidos, emocionados y, por supuesto, inmensamente agradecidos.


«La idea fue de Lucini,
Mendo y Fuster la apoyaron,
y aquí estamos los "sudacas"
grabando lo que cantamos.
Los músicos, ya se sabe,
son la patota de siempre.
Eliseo pone orden
entre cachondo y sonriente.

Baila caliente, toca madera,
¡qué disco tiene Quintín Cabrera!»

NOTA: Si alguna persona está interesada en estos discos, todavía me quedan en casa algunos de los que pude recuperar cuando la Fundación Autor decidió retirar la colección. Si necesitáis información solicitármela al siguiente correo: fglucini@gmail.com


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