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Ismael Serrano, niño, durante un viaje a Portugal. |
El domingo pasado, presentaba "La traición de Wendy" –cuarto disco de Ismael Serrano– y refiriéndome a la fotografía que aparece en su cubierta, decía que en ella "se simbolizaba, con evidencia, la presencia y el encuentro de dos generaciones"; tras la publicación del "cuergue", Rodolfo –padre de Ismael– me comentaba que esa imagen es un montaje fotográfico y que el niño que aparece en ella es el mismísimo Ismael Serrando –siendo niño– durante un viaje a Portugal.
El comentario de Rodolfo, al margen de la anécdota, me sirvió para concretar aún más la significación de la cubierta del disco: Ahí están Ismael niño, e Ismael adulto, reafirmado que –en su caso y a pesar del paso de los años– la fidelidad a la memoria, la capacidad de soñar y la esperanza, no se han visto afectadas por la "traición de Wendy".
En 2003, tras ofrecer más de cien conciertos por toda España y concluida una larga gira por América Latina –México, Perú, Chile, Argentina, Uruguay y Santo Domingo–, Ismael publicó su quinto disco –doble CD– titulado "Principio de incertidumbre", grabado en directo en el Teatro Lope de Vega, de Madrid, acompañado de Javier Bergia, Pedro Guerra, Luis Eduardo Aute y Lichis. En este álbum Ismael interpreta diecinueve temas ya grabados anteriormente y seis temas nuevos: "Principio de incertodumbre", "Ya llegó la primavera", "Aquella tarde", "Plaza Garibaldi", "Zona Cero" y "Déjate convencer".
Con "Principio de incertidumbre", y con todo el intenso y coherente recorrido artístico emprendido desde 1997 –año en que grabó su primer disco "Atrapados en azul"– Ismael Serrano llegó a convertirse –como hoy lo sigue siendo– en uno de los más importantes "jóvenes trovadores" en lengua castellana; importante por la calidad y la belleza musical y poética de su obra, por la forma en que ha sabido conectar con el público español y latinoamericano, y, especialmente, por la profunda humanidad siempre presente en la argumentación sus canciones.
Ismael es un creador –de profunda humanidad– que escribe y que compone canciones, y que, cantándolas, nos contagia su humanismo y nos hace sentirnos mejores personas; una voz que reivindica, sobre todo, la humanidad de los más desamparados; de todos aquellos hombres y mujeres a los que, como consecuencia de las circunstancias de un mundo cruel e injusto, se les niega la dignidad a la que tienen derecho.
Todo ello Ismael volvió a plasmarlo en el año 2005 con la grabación y edición de su sexto disco "Naves ardiendo más allá de Orión"; título tomado de la última secuencia de la película de ciencia ficción "Blade Runner" (1982), dirigida por Ridley Scott.
En aquella última secuencia, Roy Batty –uno de los protagonistas de la película–, a punto de morir pronuncia un monólogo impresionante: «Yo he visto cosas que vosotros los humanos jamás creeríais: Atacar naves en llamas más allá de Orión. He visto rayos C brillar en la oscuridad cerca de la puerta de Tannhäuser... Todos esos momentos se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir». Últimas palabras tras las que Roy muere y tras las que la paloma que lleva en las manos emprende el vuelo.
«En las canciones de este disco –comentaba Ismael–
hablo de esta fugacidad, de la fragilidad de la vida. Recordé esa secuencia de la película después de hacer el disco [...]. Estas canciones son mis naves en llamas, las lágrimas que rescaté del temporal, retazos de lo que fuimos, los miedos que salvé de la hoguera, mi dulce memoria. Cuando todo es tan frágil, cuando la calma y tu contrato temporal son tan precarios, cuando la paz se rompe y los vagones de tren arden, uno intenta rescatar la primavera, las noches de viernes, la vacuna del desánimo, la certeza de estar vivo. Allá van estas canciones, contra el olvido y la fugacidad que estos tiempos imponen, ahora que nos queda todo por hacer, para que aquellas naves no se extravíen, aunque ardan de por vida en nuestras bocas».
De esta forma, en "Naves ardiendo más allá de Orión", Ismael le canta a la vida cotidiana y sentimental los jubilados –a los que les dedica un vals–; al Vaquilla, carne de cañón que pasó más de la mitad de su vida en la cárcel –a quien le compone una elegía–; a la chica del supermercado que le pone el corazón echando humo; a las víctimas del atentado del 11 de marzo, a la fragilidad humana y a la solidaridad; al virus del miedo; a la globalización feroz; a la soledad; al amor declarado; a las rupturas; a la "siemprepresente memoria"; a la infancia "nuncaperdida" y... a la esperanza que a pesar de todo –ahora mismo a pesar de la crisis– cuando menos lo esperamos puede llegar a sorprendernos.
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Ismael Serrano. (Fotografía de Javier Salas). |
«Sucede que a veces la vida mata y el amor
te echa silicona en los cerrojos de tu casa,
o te abre un expediente de regulación,
y te expulsa del Edén, hacia tierras extrañas.
Sucede que a veces sales de un bar y la luz
quema la piel de este vampiro que te ama,
te llena la frente de fino polvo marrón-sur,
bostezas y te queman agujetas en las alas.
Pero sucede también
que, sin saber cómo ni cuándo,
algo te eriza la piel
y te rescata del naufragio.
Y siempre es viernes, siesta de verano,
verbena en la aldea, guirnaldas en mayo,
tormentas que apagan el televisor.
Teléfonos que arden, me nombra tu voz,
hoy ceno contigo, hoy revolución,
reyes que pierden sus coronas,
verte entre la multitud,
abrazos que incendian la aurora
en las playas del sur».
("Sucede que a veces")