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sábado, 7 de julio de 2018

"MI VIDA ENTRE CANCIONES". CAPÍTULO 32.



Un buen día de 1956, allá en París, Paco Ibáñez tomó su guitarra y le puso música al poema «La más bella niña» de Luis de Góngora. Aquel día, sin duda afortunado (lo que se dice un buen día), nació la canción que yo considero el origen y el primer referente del género musical y poético que llamamos «canción de autor».

Aquel fue un acontecimiento musical que siempre he tenido presente en mi memoria porque recuerdo como si fuese ayer la emoción que sentí la primera vez que escuché a Paco cantar «La más bella niña» en su primer disco, grabado en 1964. Aquel día pensé: «Si un día se dijo que "el verbo se hizo carne", hoy se puede afirmar también que "la palabra se ha hecho música y que habita entre nosotros”». 



Cincuenta años después, en 2006, tomando como referencia aquella primera creación de Paco Ibáñez, pensé que podríamos estar hablando del Primer Cincuentenario de la Canción de Autor en España, y decidimos celebrarlo. 

Nada más publicar el libro Manifiesto Canción del Sur me planteé la posibilidad de hacer algo para celebrar dicha efeméride. Después de tantos años de «canción de autor» a mis espaldas, aquella celebración era algo que realmente sentía y que para mí era, además, un deber, sobre todo teniendo en cuenta lo mucho que la «canción de autor» ha aportado social, política y culturalmente a nuestro país y, a la vez, lo mucho que le ha aportado a «mi vida entre canciones».

Convencido de ello y comprometido con ese deber, le pedí a Teddy Bautista (en aquel momento Presidente del Consejo de Dirección de la SGAE) que me concediera una entrevista. Personalmente  tenía muy claro que para organizar y poner en marcha una celebración de lo que podríamos llamar Cincuenta años de canción de autor en España, la participación de la Sociedad General de Autores era necesaria y, de alguna forma, obligada; para la SGAE debería ser también un deber.

Dos días más tarde tuve la reunión con Teddy en su despacho. Nunca la olvidaré. Le planteé el tema y recuerdo su reacción inmediata. Me dijo: «¡Adelante, preséntame un proyecto!». A la semana lo tenía sobre su mesa de trabajo. A partir de entonces, tras varias reuniones, el proyecto fue presupuestado y aprobado. Y nos pusimos a trabajar de inmediato.

El proyecto abarcaba tres acciones. Recoger aquellos cincuenta años de historia en una publicación lo más completa posible; montar una exposición itinerante en la que se reflejara aquella misma historia; y crear algún documento sonoro que fuera un claro testimonio de lo que la «canción de autor» había aportado culturalmente a nuestro país.

Antes de entrar en los detalles de cómo celebramos el cincuentenario me parece oportuno compartir una «polémica» que se planteó nada más hacerse público el proyecto: la fecha de origen y de referencia (¿por qué 1956?) que en realidad ocultaba, como tantas otras veces, un problema de ombliguismo y personalismo (¿de quién fue la primera canción?, ¿mía o tuya?). Por mi parte, que fui quien tuvo la idea de organizar el centenario y quien lo puso en marcha, lo tuve muy claro. Me negué a aceptar y a entrar en cualquier tipo de especulación con ese tema, viniera de quien viniera. 

Hubo quien argumentó que el origen de la «canción de autor» fue posterior, tomando como referencia los primeros singles editados a principios de los sesenta; por ejemplo, «Al vent» de Raimon, canción  grabada en 1963 (que fue precisamente cuando yo la descubrí y la disfruté tanto). Mi planteamiento (por el que discurrió definitivamente el cincuentenario), fue diferente: la referencia original no estaba en la grabación (quién grabó antes o después), sino en el momento y en el mágico gesto de la creación. En ese sentido, y mientras no se demuestre lo contrario, es incuestionable que aquel día de 1956, en París, nació la primera «canción de autor», aunque, por las circunstancias del momento, Paco Ibáñez no pudiese grabarla hasta 1964.
Raimon y Paco Ibáñez, París 1974.

Mi empecinamiento solo respondía a una cuestión: aquella polémica era absurda. Lo importante, lo que yo consideraba como un deber histórico, era celebrar los cincuenta años de «canción de autor» y el trabajo de sus cientos de creadores. Teníamos que dejar las personalismos y los afanes de protagonismo al margen, y centrarnos en lo esencial. 

Fijamos el año 1956 como año de referencia inicial, y creo que lo hicimos con objetividad. Una vez hecho eso, lo importante fue unimos para preparar y gozar una hermosa y merecida celebración. Cincuenta años de los habíamos sido protagonistas miles de personas.

La primera acción que emprendí, en colaboración con la Fundación Autor, fue la creación de tres libros (a modo de enciclopedia), a los que titulé genéricamente …Y la palabra se hizo música. Los dos primeros con el subtítulo de La canción de autor en España, de los que se han realizado dos ediciones; y el tercero dedicado a El canto emigrado de América Latina, libro al que me referiré, más específicamente, en el siguiente capítulo.


Con estos libros me propuse, una vez más, recuperar la memoria contra el olvido y recoger, por autores, la historia y la evolución de nuestra «canción de autor» a lo largo de los últimos cincuenta años. Fueron más de 1.500 páginas ilustradas a todo color en las que se referencian cientos de autores, con sus biografías y sus obras. (Quisiera recordar y unir a este momento de «mi vida entre canciones» a cuatro personas que para mí fueron imprescindibles: Marisa Barreno, editora; José Luis de Hijes, director de arte; Natalio Fernández Conde, corrector y, muy especialmente, Pilar López, coordinadora de publicaciones de la Fundación).

Durante todo el proceso de creación de estos tres libros quise ser exhaustivo. No quise que faltara ni un solo compositor o intérprete significativo; tarea compleja dada la extensión y la diversidad de la obra. Soy totalmente consciente de que quedaron algunas ausencias, algunas las completé en la segunda edición, y seguiré haciéndolo en las próximas, si se producen.

Al enfrentarme a la redacción de estos libros, al igual que me ocurrió con Crónica cantada de los silencio rotos, la mayor dificultad fue la actualización de la información respecto a los cantautores más jóvenes que no conocía lo bastante, o simplemente desconocía, dado que en aquel momento llevaba una temporada mucho más centrado en mis trabajos pedagógicos. En ese sentido, tuve una extraordinaria e imprescindible ayuda de buenos amigos como Fran Espinosa, Moncho Otero, Antonio de Pinto, Alfonso del Valle, Fernando Arduán (amigo del alma al que admiro y quiero mucho), Alfredo Langa, Xavier Pintanel, Quintín Cabrera y, como siempre, Juan Miguel Morales.

Hoy por hoy, he de decir que me encuentro muy satisfecho de aquel trabajo. Ahí queda reflejada la historia y la realidad de cincuenta años de «canción de autor». Una historia que recomiendo leer, especialmente, a aquellas personas (algunas, jóvenes creadores) que, haciendo gala de una inmensa ignorancia, infravaloran e incluso desprecian este género musical y poético que tiene una larga y apasionante historia, aparte de una identidad indiscutible. Identidad que, por supuesto, ha ido evolucionando felizmente con el paso del tiempo, como queda claramente de manifiesto en aquellos libros.

La segunda acción fue la programación y el montaje de una gran exposición que se llamó ¡Volad, canciones, volad! Cincuenta años de canción en España, inaugurada oficialmente el 7 de marzo de 2006 en la Sala Hipóstila de la Biblioteca Nacional de Madrid. Una exposición itinerante que viajó a Córdoba, Melilla, Santa Cruz de Tenerife, San Sebastián, Pamplona y Oviedo.


En el programa de mano de aquella exposición publiqué el siguiente texto:

«En 1955, Gabriel Celaya nos decía: "¡Cantemos como quien respira!".

»Rafael Alberti, en 1984, escribía: "¡Volad, canciones, volad! Vuela el amor y, en sus alas, el hombre y la libertad".

»Ahora, en 2006, rescatamos aquellas palabras contra el olvido y nos unimos al canto de los cientos de autores e intérpretes que, a lo largo de estos cincuenta últimos años, decidieron echarse a cantar por los caminos para contagiarnos sus latidos de esperanza.

»…Latidos de "vida llena", "en noches interminables de impotencia"… "¿Quién nos ha robado el mes de abril?"…

»…Latidos de esperadas lluvias "a cántaros"…

»…Latidos "al alba", "sobrevolando los ríos de Albanta"…

»…Latidos "al vent", de "aguas de abril”, de "unicornios azules", de "rabos de nube" y de "reparadores de sueños"…

»…Latidos "galopando", "a caballo del viento", anunciándonos que "cualquier noche puede salir el sol" e invitándonos a "no empobrecer nuestros sueños"…

»Han pasado cincuenta años y todavía hoy permanece vivo, y continúa siendo necesario, ese revuelo de latidos entretejido al ritmo de canciones y al compás de palabras y músicas del alma.

»De ahí que, en la celebración del Cincuentenario de la Canción de Autor, sigamos reafirmándonos ¡como quien respira! en el mismo deseo y en la misma invocación: "¡Volad, canciones, volad! Vuela el amor y en sus alas, el hombre y la libertad».

De aquella exposición, al año siguiente, surgió otra similar, aunque más reducida, titulada …Y la palabra se hizo música. La inauguró Gabriel García Márquez en Cartagena de Indias (Colombia) con motivo del IV Congreso Internacional de la Lengua Española en marzo de 2007. Exposición de nuevo itinerante que pudo ser visitada en diez países latinoamericanos y posteriormente, ya en España, en Rivas Vaciamadrid, Granada, Jaén, Calatayud y Ejea de los Caballeros.

Por otra parte, decidí celebrar aquel cincuentenario con un documento sonoro, creo que importantísimo, en torno a uno de los rasgos característicos de la «canción de autor» en nuestro país: la musicalización de poemas de grandes autores de nuestra literatura, tanto en castellano como en catalán, euskera y gallego.  

Una modalidad que inició Paco Ibáñez en 1956 poniéndole música a textos de Góngora y Lorca, y que se ha continuado realizando hasta la actualidad con obras recientes y grandes proyectos como De un tiempo a esta parte (2014) y Burlesco (2016) de Javier Bergia y Begoña Olavide; los maravillosos libro-discos creados, interpretados y editados por Inés Fonseca y Paco Damas; la serie La palabra y el tiempo, dirigida y coordinada por Santiago Gómez Valverde; o el magnífico trabajo que están realizando Rafa Mora y Moncho Otero en su proyecto cultural y educativo Versos sobre el pentagrama.

El documento sonoro que publicamos con el desaparecido sello discográfico Factoría Autor, se concretó en la edición de trece CD's recopilatorios a los que titulamos genéricamente La palabra más tuya, título de un poema de José Caballero Bonald, musicalizado por Luis Eduardo Aute.



Los trece discos fueron los siguientes:

Cantando a Machado. Alberto Cortez, Carlos Cano, Vicente Soto, Miguel Ríos, Joan Manuel Serrat, El Pele, Esteban Valdivieso, Enrique Morente, Hilario Camacho, Amancio Prada, Adolfo Celdrán, Carmen Jesús e Iñaqui, Paco Ibáñez y Calixto Sánchez.

Cantando a Blas de Otero y Celaya. Paco Ibáñez, Imanol, Víctor Manuel, Aguaviva, Rosa León, Adolfo Celdrán, Hilario Camacho, Luis Pastor.

Cantando a Federico García Lorca. Manzanita, Lole y Manuel, Enrique Morente, Miguel Ángel González, Marina, Paco Ibáñez, Aurora Moreno, Calixto Sánchez, Ana Belén, Enrique Moratalla, Esteban Valdivieso, Camarón, Carlos Cano, Adolfo Celdrán, Patxi Andión y Aguaviva.

Cantando a Alberti. Paco Ibáñez, Luis Pastor, Miguel Poveda, Aguaviva, Javier Ruibal, Soledad Bravo, Calixto Sánchez, Joan Manuel Serrat, Rosa León, Paco Curto, José Menese, Aguaviva y Carlos Cano.

Cantando a León Felipe y Juan Ramón Jiménez. Luis Pastor, Aguaviva, Adolfo Celdrán, Joan Manuel Serrat, Paco Ibáñez, Aguaviva, Enrique Morente, Aurora Moreno, Esteban Valdiviso, Vicente Soto y Javier Bergia.

Cantando a Rosalía de Castro y Gustavo Adolfo Bécquer. Benito Moreno, Imanol, Enrique Morente, Paco Ibáñez, Calixto Sánchez, Sonia Yaben, Amancio Prada, Manuel Toharia, Luis Emilio Batallán y Fuxan os Ventos.

Cantando a Miguel Hernández. Los Juglares, Adolfo Celdrán, Luis Pastor, Víctor Jara, Amancio Prada, Paco Curto, Olga Manzano y Manuel Picón, Los Lobos, Miguel Ángel González, Enrique Morente, Pedro Faura, Joan Manuel Serrat y Paco Ibáñez.

Cantando a Jaime Gil de Biedma, José Agustín Goytisolo y Ángel González. Mercedes Sosa, Amancio Prada, Juan Luis Pineda, Rosa León, Paco Ibáñez, Silvia Comes y Lídia Pujol, Enrique Moratalla, Paco Ibáñez, Moncho Otero, Enric Hernáez y Pedro Guerra.

Cantando a Pablo Neruda. Alberto Cortez, Imanol, Víctor Jara, Paco Ibáñez, Manuel Picón y Olga Manzano, Luis Pastor y Esteban Valdivieso.

Cantando a Carlos Álvarez, Jesús López Pacheco, Luis Cernuda y José Bergamín. Adolfo Celdrán, Luis Pastor, Rosa León, Aguaviva, Elisa Serna, Aurora Moreno, Antonio Ayala, Silvia Comes y Lídia Pujol, Paco Ibáñez, Urko, José Menese y Pedro Faura.

Cantando a Violeta Parra, Gloria Fuertes, Fanny Rubio, Elena Martín Vivaldi, Gabriela Mistral, Dulce María Loynaz, Maria Elena Walsh, Alfonsina Storni, María Zambrano e Isabel Escudero. Imanol, Amancio Prada, Aurora Moreno, Amaury Pérez, Rosa León, Juan Luis Pineda, Paco Ibáñez, Los Sabandeños, Amancio Prada, Aguaviva y Rosa León.

Cantando a Agustín García Calvo, Luis García Montero, Agustín Millares y Pedro Lezcano. María Dolores Pradera, Chicho Sánchez Ferlosio, Amancio Prada, Joan Manuel Serrat, Juan Luis Pineda, Moncho Otero, Esteban Valdivieso, Rosa León, Taburiente y Rogelio Botanz.

Cantando a Nicolás Guillén, Mario Benedetti y José Martí. Ana Belén, Luis Pastor, Adolfo Celdrán, Manuel Toharia, Paco Ibáñez, Nacha Guevara, Vicente Soto, Joan Manuel Serrat, Enric Hernáez, Los Sabandeños.

En este mismo contexto de la «canción de autor», en 2009, le sugerí a Teddy Bautista crear una colección de libros monográficos que recogieran y dieran testimonio de la poesía cantada de los grandes poetas, músicos e intérpretes españoles y latinoamericanos. Una vez más sentí el apoyo de la SGAE y pusimos en marcha la colección Canción y literatura, iniciada con mi libro Miguel Hernández. ¡Dejadme la esperanza! (2010), publicado con motivo del centenario del nacimiento de Miguel Hernández. Un libro que tuve el enorme placer de presentar en la Feria del Libro de La Habana. Lamentablemente, por aquellas mismas fechas se produjo el cierre de Ediciones Autor y la colección Canción y literatura quedó reducida a aquel único libro de Miguel Hernández y a un manuscrito totalmente terminado dedicado a la poesía cantada de Pablo Neruda, que dormita en mi rinconcillo de trabajo.


Para concluir este capítulo, retomo la exclamación que aparece en su título, aquel cincuentenario de la «canción de autor» en España: «¡mereció la pena celebrarlo!». Y en este momento, desde estas páginas, quiero darle las gracias a Teddy Bautista por lo mucho que apoyó la «canción de autor» en el tiempo en que tuve el placer de trabajar cerca de él. Hay algo que tengo muy claro y que afirmo con convicción y rotundidad: sin el respaldo de Teddy y, gracias a él, sin el respaldo de la SGAE, nada de cuanto he presentado en este capítulo habría podido realizarse. ¡Mereció la pena!

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