Como punto de partida –y va a ser la primera vez que lo cuento– deseo narrar las circunstancias y los motivos por los que
Ismael se convirtió
, hace catorce años, en un compositor y en un intérprete importante para mí y, en particular, para este oficio que practico –que nunca ha dejado de ser una afición y una militancia altruista– de escribir sobre la "canción popular" y sobre los "cantautores".
La cosa fue así:
A mediados de los noventa me encontraba yo de
"retirada" y bastante distante de eso que algunos llaman –y que no me gusta nada–
"ser un analista de la canción de autor". Pensaba que ya había escrito todo lo que se podía escribir sobre ese género, y que debía centrarme en lo que era realmente mi oficio: la pedagogía.
En aquel momento trabajaba en la Editorial Anaya dirigiendo un proyecto latinoamericano de educación en los "valores democráticos" llamado "
Aprender a Vivir".
Justo, por aquella misma época –principios de 1997–, Alianza Editoria –que pertenece al Grupo Anaya– publicó un libro titulado "Solo para fans: La música ye-yé y pop española de los años 60", de Ricardo Irles.
Publicado aquel libro –que planteaba una visión muy parcial de la canción de los años sesenta–, el Director General del Grupo Anaya me pidió que, para completar la obra de
Ricardo, debería volver a escribir otro libro, para Alianza, dedicado a lo que era mi especialidad: "la otra canción", es decir, a la canción social surgida en España a finales de los sesenta.
Inicialmente, dado mi situación de
"retiro y distanciamiento de la canción de autor", le denegué la propuesta. La verdad es que no me atraía en absoluto hacerlo después de haber escrito los cuatro volúmenes titulados
"Veinte años de canción en España".
Justo dos semanas después descubrí en una tienda, y me compré, el disco
"Atrapados en azul" (1997), obra de un nuevo y joven "cantautor", de veintitrés años, llamado
Ismael Serrano.
Cuando llegué a casa escuché el disco varias veces y verdaderamente consiguió atraparme; fue como un "pelotazo"... Aquel muchacho –al que nunca había escuchado–, con sus doce canciones, consiguió removerme la memoria; reencenderme la sangre revolucionaria; abrirme los ojos ante la realidad de una democracia y de un mundo heridos; y, sobre todo, consiguió resituarme en la perspectiva soñadora y utópica que había marcado mi camino siempre y que ahora tenía un poco adormecida; una perspectiva de Unicornios Azules, que apuntaba hacia Ítaca, Samarkanda, Albanta o la Rosa Azul de Alejandría; una nueva perspectiva de vuelos, de lluvias al otro lado del cristal, de nuevos tiempos para el amor....
Ismael Serrano, sin saberlo, estaba recuperando para la "canción de autor" a un enamorado de ella que estaba prácticamente decidido a abandonarla "oficialmente", o sea, públicamente.
En aquel momento me fue imposible resistirme a canciones y textos creados por tres personas tan profundamente humanas, sensibles, democráticas y solidarias como Ismael –a la cabeza– y Daniel y Rodolfo Serrano en el corazón... Canciones como ésta que pasará la historia como uno de los referentes claves del renacimiento de la "canción de autor" y de la reivindicación de los auténticos derechos humanos en la década de los noventa.
«Papá cuéntame otra vez que tras tanta barricada
y tras tanto puño en alto y tanta sangre derramada,
al final de la partida no pudisteis hacer nada,
y bajo los adoquines no había arena de playa.
Fue muy dura la derrota: todo lo que se soñaba
se pudrió en los rincones, se cubrió de telarañas,
y ya nadie canta Al Vent, ya no hay locos ya no hay parias,
pero tiene que llover aún sigue sucia la plaza.
Queda lejos aquel mayo, queda lejos Saint Denis,
que lejos queda Jean Paul Sartre, muy lejos aquel París,
sin embargo a veces pienso que al final todo dio igual:
las ostias siguen cayendo sobre quien habla de más.
Y siguen los mismos muertos podridos de crueldad.
Ahora mueren en Bosnia los que morían en Vietnam».
("Papá, cuéntame otra vez". Daniel Serrano - Ismael Serrano).
A los pocos días de mi encuentro poético y musical con Ismael Serrano, hablé con el Director General del Grupo Anaya, y le dije que sí, que escribiría el libro que me había sugerido...; y volví apasionadamente a la canción...; y escribí aquel libro al que titulé "Crónica cantada de los silencios rotos"...; y sobre todo, me convencí, de que el mayor riesgo y el mayor peligro que amenaza a la libertad no es más que uno, lo apunta Ismael en su canción, inspirándose en León Felipe: la pérdida de la locura...; el imperio de la insana cordura...
Y esa fue la historia...; después escuche a otros jóvenes cantautores que me reafirmaron en mi regreso a la canción –permitidme que cite a cuatro: Alfonso del Valle, Andrés Molina, Rogelio Botanz y Javier Álvarez–; y aquí sigo, medio felizmente enloquecido, y, eso sí, CANTANDO COMO QUIEN RESPIRA...