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jueves, 5 de enero de 2012

VUELVEN MELCHOR, GASPAR Y BALTASAR Y, LAMENTABLEMENTE, MILLONES DE ABARCAS SEGUIRÁN PERMANECIENDO DESIERTAS.

Ayer era complicadísimo circular por Madrid, y hoy pasará lo mismo, o peor...; gente, coches, prisas, bolsas con regalos, colas en los almacenes, productos que se agotan... y "pistolones" de juguete –pero a fin de cuentas "pistolones"–; ... comprar, comprar y comprar...; ya queda menos para la  Noche de Reyes...

De repente cruzando un paso de peatones y sintiéndome arrastrado por una multitud de consumidores apresurados –que parece que llegan tarde a no se sabe dónde–, me vinieron a la memoria Miguel Hernández y su poema "Las desiertas abacas", musicalizado e interpretado por Paco Curto, por Jarcha, por Toyo Gabarrús, por Filiu, por Donath Karls Pirs, o por Serrat.


«Por el cinco de enero,
cada enero ponía
mi calzado cabrero
a la ventana fría.
Y encontraban los días,
que derriban las puertas,
mis abarcas vacías,
mis abarcas desiertas.
Nunca tuve zapatos,
ni trajes, ni palabras:
siempre tuve regatos,
siempre penas y cabras.
Me vistió la pobreza,
me lamió el cuerpo el río,
y del pie a la cabeza
pasto fui del rocío.

Por el cinco de enero,
para el seis, yo quería
que fuera el mundo entero
una juguetería.
Y al andar la alborada
removiendo las huertas,
mis abarcas sin nada,
mis abarcas desiertas.



Ningún rey coronado
tuvo pie, tuvo gana
para ver el calzado
de mi pobre ventana.
Toda gente de trono,
toda gente de botas
se rió con encono
de mis abarcas rotas.
Rabié de llanto, hasta
cubrir de sal mi piel,
por un mundo de pasta
y unos hombres de miel.

Por el cinco de enero,
de la majada mía
mi calzado cabrero
a la escarcha salía.
Y hacia el seis, mis miradas
hallaban en sus puertas
mis abarcas heladas,
mis abarcas desiertas».

Pienso que hoy, en esta noche, y en el despertar de mañana, que para muchas personas será especialmente alegre, no deberíamos olvidarnos de los miles –de los millones– de seres humanos que, cerca y lejos de nosotros, "visten la pobreza"; seres humanos –y en particular niños y niñas– que pese al metafórico e ilusionante paso de Melchor, Gaspar y Baltasar; mañana, al amanecer, volverán a encontrarse, un año más, sus abarcas heladas y desiertas. 

En la noche de ayer, esto fue una reflexión surgida a partir de una evocación poética mientras cruzaba un paso de peatones...; ahora, en este momento –escribiendo este "cuelgue"– es algo más: quiero y necesito revitalizar y darles más fuerza que nunca a los valores de la JUSTICIA, de la SOLIDARIDAD y de la TERNURA, y hacerlo uniéndome hoy, más que nunca, a la voz y al canto de Lluís Llach:

«Y la luna, que pasaba
entre una nube y el ciprés,
una lágrima vertía al mar sereno.

Cuando el niño que la miraba,
soñándola un farolillo,
sintió el pálido murmullo
de un lamento:
"La pobreza...nunca...
la pobreza...nunca!"».


«I la lluna, que passava
entre un núvol i el xiprer,
una llàgrima vessava al mar serè.

Quan l'infant que la mirava,
somniant-la un fanalet,
va sentir el murmuri pàl·lid
d'un lament:
"La pobresa... mai...
la pobresa... mai!"»
("Lluna")

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