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martes, 10 de julio de 2012

CANTANDO LAS CUARENTA: SOLIDARIDAD CON LOS MINEROS Y APOYO RADICAL A SUS REIVINDICACIONES.


Los más de 200 mineros de la marcha negra, 
que han recorrido más de 400 kilómetros 
desde el pasado 22 de junio 
para llegar a Madrid en demanda 
de ayudas para el sector, 
viven hoy su primer acto conjunto 
en las calles de la capital.

Aquí, DONDE CANTAMOS COMO QUIEN RESPIRA, me uno a sus reivindicaciones y a su marcha, y lo hago como mejor sé hacerlo, evocando dos canciones: la primera de Lluís Llach y la segunda de León Gieco, sobre un texto de Ernesto Guevara musicalizado por Luis Gurevich.


«Canta el minero en el fondo de su gran agujero,
de día o de noche, tanto le da,
yo siento el clamor que resuena en el valle
y que el viento me va trayendo.
–Yo te escarbaré, tierra, hasta hacerte sangre,
quiero saber si sabes llorar
como la chiquillería que en casa he dejado,
como yo, que me estoy matando.
Canta el minero en el fondo de su gran agujero,
nadie le escucha, él bien lo sabe,
sólo las paredes de la cueva tan grande
con el lloro se van volviendo fango».

«Canta el miner al fons del seu gran forat
de dia o nit, tant li fa,
jo sento el clam que ressona a la vall
i que el vent em va portant.
– Jo et grataré, terra, fins fer-te sang,
vull saber si saps plorar
com la mainada que a casa he deixat,
com jo, que m'estic matant.
Canta el miner al fons del seu gran forat,
ningú l'escolta, ell bé ho sap,
sols les parets de la cova tan gran
amb el plor es van tornant fang».
("Cant miner". Lluís Llach)


«Es el trueno y se desboca
con inimitable fragor.
Cien y mil truenos estallan,
y es profunda su canción.

Son los mineros que llegan,
son los mineros del pueblo,
son los hombres que se encandilan
cuando salen al sol,
y que dominan el trueno.

¡Qué importa, qué importa!
Que la metralla los siega
y la dinamita estalla
y sus cuerpos se disfunden
en partículas de horror.

Salen de una caverna
colgada en la montaña.
Son enjambres de topos
que llegan a morir
sin miedo a la metralla.

Morir, tal la palabra
que es norte de sus días;
despedazado, anemizado
lenta agonía
en la cueva derrumbada.

¡Qué importa, qué importa!
Por la boca del trueno
se oye volar el valor.
Son los mineros de acero,
son el pueblo y su dolor.

Cien y mil truenos estallan,
y es profunda su canción».
("A los mineros de Bolivia"
León Giego / Ernesto Guevara / Luis Gurevich)

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