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viernes, 14 de octubre de 2011

¡MALDITAS GUERRAS! - 100 + 95

En el siglo XVIII los soldados franceses, durante la Guerra de Sucesión Española, compusieron una canción titulada "Marlbrough s'en va-t-en guerre˝; canción que se hizo tremendamente popular y de la que existen muchas versiones en diferentes países e idiomas.

En España la canción se dio a conocer con el nombre de "Mambrú se fue a la guerra", y llegó a convertirse en una canción infantil muy popular, sobre todo, entre las niñas, que la cantaban mientras jugaban a la rayuela. La canción empezaba así:


«Mambrú se fue a la guerra,
¡qué dolor, qué dolor, qué pena!
Mambrú se fue a la guerra
no sé cuándo vendrá».

En torno a esta canción, el gran Mario Benedetti, escribió un texto magnífico al que tituló "La vuelta de Mambrú"; texto en el que "Mambrú" surge como un "antihéroe maravilloso" no solamente por las "armas" que decidió llevarse al campo de batalla; sino por lo que obtuvo o trajo de ella: un cargamento de genialidades "antibelicistas" –enumeradas por Mario con insólitas metáforas– entre las que destaca, ¡como no!, "MUCHAS GANAS DE VIVIR".



«Cuando Mambrú se fue a la guerra, llevaba una almohadilla y un tirabuzón. La almohadilla para descansar después de las batallas y el tirabuzón para descorchar las efímeras victorias.

También llevaba un paraguas contra venablos, aguaceros y palabrotas; un anillo de oro para la suerte y contra los orzuelos y un llavero con la llave de su más íntimo desván. 

Como a menudo le resultaba insoportable la ausencia de la señora de Mambrú, llevaba un ejemplar del “Cantar de los Cantares”, a fin de sobrellevar los veranillos de San Juan, un abanico persa y otro griego. 

Llevaba una receta de sangría para sobornar al cándido enemigo y para el caso de que este no fuera sobornable llevaba un arcabuz y un verduguillo.

Así mismo unas botas de potro que rara vez usaba, ya que siempre le había gustado caminar descalzo y un calidoscopio artesanal, debido probablemente a que Marei, Edison y Lumiere no habían nacido para inventar el cine.

Llevaba por último, un escudo de arpillera porque los de hierro pesaban mucho y dos o tres principios fundamentales mezclados con la capa bajo el morrión.

Nunca se supo como le fue a Mambrú en la guerra, ni cuantas semanas o siglos se demoró en ellas. Lo cierto es que no volvió para la Pascua ni para Navidad. Por el contrario, transcurrieron centenares de Pascuas y Navidades sin que volviera o enviara noticias. Ya nadie se acordaba de él ni de su perra. Nadie cantaba ya la canción que en su tiempo era un hit. 

Y sin embargo, fue en medio de esa amnesia que regresó en un vuelo regular de Iberia, exactamente el miércoles pasado. Tan rozagante que nadie osó atribuirle más de un siglo y medio. Tan lozano que parecía el bisnieto de Mambrú.

Por supuesto ante retorno tan insólito hubo una conferencia de prensa en el abarrotado salón Vip. Todos querían conocer las novedades que traía Mambrú después de tanta guerra. Cuántas heridas, Cuántos grilletes. Cuántos casus belis. Cuántos pillajes y zafarranchos de combate. Cuánto orgullo, cuántas lecciones. Cuántos laureles, cuántas medallas y cruces y chafalonías.

Ante el asedio de micrófonos que diecinueve hombres de prensa blandían como cachiporras, Mambrú, oprimido pero afable solo alcanzó a decir: —Señores no sé de qué me están hablando. Traje una brisa con arpegios, una paciencia que es un río, una memoria de cristal. Un ruiseñor, dos ruiseñoras, traje una flecha de arco iris y un túnel pródigo de ecos. Tres rayos tímidos y una sonata para grillo y piano. Un lorito tartamudo y una canilla que no tose. Traje un teléfono de ensueño y un aparejo para náufragos. Traje éste traje y otro más. Y un faro que baja los párpados, traje un limón contra la muerte y muchas ganas de vivir. 

Fue entonces que nació la calma y hubo un silencio transparente. Un necio adujo que las pilas se hallaban húmedas de llanto y que por eso los micrófonos estaban sordos y perplejos.

Poquito a poco aquel asedio se fue estrechando en un abrazo y Mambrú viejo y joven y único sintió por fin que estaba en casa».

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