En el inicio de este "cuelgue", pórtico de una serie de ellos que voy a dedicar a JAVIER BERGIA, quiero plantear dos cuestiones, o reflexiones, que me parecen previas e importantes.
La primera, es la formulación rotunda de una realidad: Hay que reconocer y que subrayar que nuestra cultura popular y, dentro de ella, nuestra realidad musical, es de una extraordinaria riqueza gracias a grandes creadores –compositores e intérpretes– que durante muchos años no han cesado de ofrecernos obras muy cuidadosamente trabajadas, de una gran belleza y sensibilidad, y siempre evolucionando y madurando en sus planteamientos y desarrollos musicales y poéticos. Creadores como Pablo Guerrero, del que hablábamos hace unos días, más jóvenes, como Ismael Serrano, o como Javier Bergia que va a acompañarnos a lo largo de esta semana.
Ismael, Javier Bergia y Silvio Rodríguez. |
La segunda cuestión, que considero importante formular es la existencia en nuestro país de una tremenda, injustificada e injusta contradicción: frente a la riqueza musical que caracteriza a nuestra cultural popular, existe una casi absoluta ignorancia sobre ella; ignorancia motivada, entre otras razones, porque cada vez son menos los críticos o especialistas –hombres y mujeres que trabajan en los medios de comunicación– que mantienen viva la llama de nuestra autentica cultura, hablando de ella, defendiéndola y difundiéndola.
A veces pienso que esos críticos o especialistas, y sus respectivos "medios", padecen una amnesia grave, o es que definitivamente han descubierto que les es más rentable practicar el oficio de "enterradores". (Dejo a un lado el desprecio que suelen practicar hacia la auténtica cultura musical las empresas discográficas, las empresas dedicadas a la promoción musical y al desarrollo cultural, y hasta a la SGAE con ese parto que ha realizado con el nombre de ARTERIA y que cada vez, en lo que se refiere a la música popular, tiene más de "eria" –que no sé lo que es, pero que me suena a "erial"– que de "ARTE" –expresión que tengo muy clara y de la que en este país nos sobra por lo cuatro costados).
A veces pienso que esos críticos o especialistas, y sus respectivos "medios", padecen una amnesia grave, o es que definitivamente han descubierto que les es más rentable practicar el oficio de "enterradores". (Dejo a un lado el desprecio que suelen practicar hacia la auténtica cultura musical las empresas discográficas, las empresas dedicadas a la promoción musical y al desarrollo cultural, y hasta a la SGAE con ese parto que ha realizado con el nombre de ARTERIA y que cada vez, en lo que se refiere a la música popular, tiene más de "eria" –que no sé lo que es, pero que me suena a "erial"– que de "ARTE" –expresión que tengo muy clara y de la que en este país nos sobra por lo cuatro costados).
Dicho lo anterior, centro el tema y anuncio que hoy, y en días sucesivos, voy a referirme al trabajo de uno de los músicos más importantes que han nacido en nuestro país y que lleva más de veinticinco años ofreciéndonos bellísimas composiciones que se van acumulando "vivas" en en ese especie de "baul mágico" –que es la memoria– en el que se atesoran joyas musicales cuidadosamente mimadas y preservadas contra el olvido: Me refiero a JAVIER BERGIA.
Javier Bergia. |
De entrada, y antes de cualquier otra consideración, he de decir que Javier además de poseer una extraordinaria grandeza musical –como compositor y como intérprete–, es poseedor igualmente de una inmensa y exquisita grandeza humana. Escucharle cantar es un delicia, pero lo es también escucharle hablar –en conversaciones privadas, en entrevistas o en sus conciertos–; es una auténtica gozada y un lujo poder disfrutar de su memoria compartida, de sus experiencias, de sus reflexiones, de sus anécdotas, y en fin, de lo mucho que piensa, que siente y que ha vivido. (Posee una filosofía de la vida definida por la sencillez, la ternura y, sobre todo, la honestidad; filosofía que admiro y de la que están preñadas todas su canciones).
Para empezar a hablar –"largo y tendido"– del trabajo y de la obra de Javier Bergia voy a hacerlo partiendo de una canción en concreto; una de sus últimas canciones titulada "Palito de madera" que formará parte del nuevo disco que está terminando de grabar en este momento y que se publicará próximamente. (En este disco, y en esa canción, Javier contará, entre otras, con las colaboraciones de Ismael Serrano y de Olga Román).
La primera vez que le escuché interpretar esta canción a Javier fue en uno de sus directos en la Sala Buho Real y os aseguro que me impresionó; tanto que me quedó grabada en el "disco duro" de mi "universo musical" como uno de los más bellos temas y con más sentido que he escuchado desde hace tiempo.
Cuenta Javier que esta canción nació en una de sus girar por el sur de Argentina. Estaba realizando un viaje por una larguísima carretera en plena Patagonia, y de repente, en medio de aquel paisaje de pequeños matorrales descubrió un pequeño arbolito, de más o menos metro y medio de altura, que se alzaba airoso rompiendo la monotonía del paisaje. Javier detuvo el coche, se acercó a aquel arbolito –prácticamente un "palito de madera"– y descubrió que junto a él había un cartel que decía: «Soy yo solito»... La situación le pareció tan insólita, tan hermosa y, a la vez, tan conmovedora, que le suscitó esta canción:
«Caminaré despacio por los hermosos días que me tocó vivir,
que aún llenos de arañazos que dejan los amores que sin querer perdí,
colmaron de ventura, cariño y más ternura de la que pueda uno pedir,
los años tan dichosos de música y antojos, allá por donde fui.
Qué pena de arbolito, que verde y tan bonito, tenerse que partir,
palito de madera, ceniza de una hoguera que se ha de consumir.
Qué pena de arbolito, que verde y tan bonito, tenerse que partir,
palito de madera, ceniza de una hoguera que se ha de consumir.
Que corto este viaje, que rabia y que coraje, que ganas de seguir,
porqué habré de marcharme, queriendo pues quedarme, quisiera repetir.
Que lánguido este beso, tan duro como un hueso, incierto y tan hostil,
será que hay que dar paso, no hay vida sin ocaso nostálgico y febril.
Qué pena de arbolito, que verde y tan bonito tenerse que partir,
palito de madera, ceniza de una hoguera que se ha de consumir.
Qué pena de arbolito, que verde y tan bonito tenerse que partir,
palito de madera, ceniza de una hoguera que se ha de consumir.
El tiempo es como un tango frenético y fandango, celeste y carmesí.
Se vive acostumbrado, mas luego despojado se muere porque si.
Se pierde la memoria, no queda ni la gloria, si acaso algún rumor.
Que insólito fracaso, sentir que ya de paso, me muero por tu amor.
Qué pena de arbolito, que verde y tan bonito tenerse que partir,
Palito de madera, ceniza de una hoguera que se ha de consumir.
Qué pena de arbolito, que verde y tan bonito tenerse que partir,
Palito de madera, ceniza de una hoguera que se ha de consumir».
Bellísima canción que quiero convertir en el pórtico de los "cuelques" que voy a dedicar a JAVIER BERGIA por dos motivos enunciados de alguna manera en su "Palito de madera": En primer lugar porque él nos ha colmado con sus canciones de «ventura, cariño y más ternura de la que uno pueda pedir»; y, en segundo lugar porque pretendo –en la medida de mis posibilidades– «que no se pierda su memoria».
NOTA: Escribiendo este "cuelgue" todo iba bien, pero de pronto, no sé muy bien por qué, pasa algo que me impide añadir las imágenes que voy seleccionando...; espero que el tema se solucione, o sea capaz de solucionarlo.
Javier Bergia es sin duda otro de los grandes creadores en castellano de este país. Un país con una cultura musical inmensa y hermosa que a veces yace debajo de las hojas secas de la industria que se hace llamar musical.
ResponderEliminarEn cualquier caso y gracias a la providencia y en muchos casos gracias a personas como tu, esa cultura acaba saliendo a la luz de los ojos que la quieren ver ávidos de propuestas enteras y de verdad.
Gracias por esa labor, Fernando.
Todo lo que dices de Javier es verdad, y tuve oportunidad de comprobarlo en un concierto que dio el pasado 13 de Mayo en Madrid en la Sala Espacio Ronda, sus canciones, sus palabras, sus maneras, nos permite entender esa sensibilidad suya para sentir esa mágica inspiración que no todo el mundo es capaz de ver. Si algún dia pasa por vuestra ciudad, no os lo perdáis, quedará para siempre en vuestras memorias.
ResponderEliminarGracias por vuestras entradas, se lo tiene muy merecido.
Saludos desde Madrid
Antonio
Totalmente de acuerdo contigo, Fernando. La Estación tuvo el privilegio de conocerlo. Gran músico y gran persona. Me ha gustado lo que has puesto sobre la riqueza de sus conversaciones, lo pude comprobar y se me hizo corta su estancia en Sevilla. Y sí, existe esa ignorancia a la que te refieres en este cuelgue, pero gracias a tí se está dando a conocer. Gracias, Fernando
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