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viernes, 7 de enero de 2011

PERSONAJES: JUAN ANTONIO CASTILLO. Primera parte: Presentación

Juan Antonio Castillo. Fotografía extraída
del CD recopilatorio "Pabellón Psiquiátrico.
Veinte grandes canciones"
 (2003).
El personaje del que voy a hablar hoy, en este apartado, nació en Córdoba en 1966, y fue uno de los más interesantes creadores de la "canción de autor" en la década de los ochenta y de principios de los noventa. Su nombre es Juan Antonio Castillo;  tipo excelente, que a finales de 1996 desgraciadamente decidió suicidarse dejando un tremendo vacío en la música popular. Hoy quiero reivindicar su gran personalidad y su trabajo para rescatarle del olvido. (Este "cuelgue", por lo importante que me parece, y de forma excepcional,  voy a desarrollarlo en tres partes.)

El inicio de su trayectoria como compositor y cantante –con el seudónimo de "Patuchas"–, fue en 1986 con la creación del grupo de rock "Pabellón Psiquiátrico"; grupo que durante los seis años de su existencia grabó cuatro discos, todos ellos editados por Fonomusic: "Inmaculada", "La flauta de Bartolo", "G de Gilipoyas" y "En el cielo no hay alcohol".

Una vez disuelto el grupo, en 1992, Juan Antonio se trasladó a Granada para estudiar Filología hispánica, y posteriormente, a Madrid, donde inició sus estudios de Arte dramático. Juan Antonio, además de ser un apasionado por la música, sentía también una gran atracción por el mundo del cine y del teatro.

Por aquellos mismos años, tomó la decisión de regresar al mundo de la música; continuó escribiendo y componiendo nuevas canciones; y volvió a ofrecer recitales –ahora en solitario– en varios locales de Córdoba y Madrid; yo personalmente le conocí cantando en "Libertad 8"; ¡era genial!... Julián, que ya era entonces el encargado de "Libertad 8", afirma que «¡era el mejor artista que había pasado por allí!».


Carlos de France –que fue uno de los fundadores del grupo "Objetivo Birmania"– compartía con él una buena amistad y recuerda: «Venía a mi casa y se llevaba 20 CD's y 8 libros por ejemplo... A la semana siguiente se lo había escuchado y leído todo, y se llevaba más. Me hablaba de teatro francés, a mí que he estudiado en el Liceo rancés –con los "Nacha Pop"–. Era superculto. [...] Cuando terminó Arte dramático, fui a verle actuar al Teatro Alfin. Tenía un oído espectacular, ¡no desafinaba nunca el muy cabrón. Le estaban grabando temas artistas famosos de México y Argentina».

En las canciones de Juan Antonio se fundía la ironía y el humor con un tono general de inconformismo y de sutil desencanto; todo ello aderezado, como contrapunto, con unas grandes dosis de sensibilidad y de ternura.

En aquellas canciones narraba historias, aventuras y situaciones creadas con una gran imaginación. «Historias increíbles» –como solía llamarlas– que se movían temáticamente entre el rechazo a la soledad no buscada y la necesidad del amor entendido como «una fuerza poderosa que está en todas las cosas y las hace más hermosas», expresión tomada de su canción "Si tú, si yo".

De entre aquellas canciones, hubo una, no precisamente la de mayor calidad dentro de su repertorio, que le permitió experimentar, en muy poco tiempo, un gran éxito y una gran popularidad –de ello hablaremos en la segunda parte de este "cuelgue"–. Fue la canción titulada "Danza de los cuarenta limones"; canción marchosa y surrealista en la que Juan Antonio criticaba los "40 principales" y nombraba, de forma explícita a Peter Greenaway, advirtiendo que, aunque pudiera parecerlo, su canción nada tenía que ver con las películas del conocido director de cine británico.

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