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viernes, 7 de enero de 2011

PERSONAJES: JUAN ANTONIO CASTILLO. Segunda parte: El final de una vida descaradamente joven.

Seguimos recordando a Juan Antonio Castillo. La historia del éxito de la canción "Danza de los cuarenta limones", de la que hablábamos en el "cuelgue" anterior, fue tan "increíble" como las que él mismo solía narrar en sus letras. Ocurrió así:

A finales de 1995, el periodista y presentador de televisión Pepe Navarro –que en aquel momento dirigía "Esta noche cruzamos el Missisippi"– escuchó cantar a Juan Antonio en "Libertad 8" y le encantó la canción "de los limones"; pensó que era un tema divertido y fácilmente comercializable desde su programa televisivo. Y, a partir de ahí, todas las noches, Juan Antonio aparecía en el televisor cantando su "Danza de los cuarenta limones", acompañado de unas provocativas y hermosas señoritas –con tremendas y banboleantes "tetas limoneras"– que bailaban detrás de él de forma totalmente insinuante.

Rápidamente, la canción "de los limones" se hizo tremendamente popular y, con ella, saltó también a la fama aquel muchacho andaluz –convertimdo en un "friky"– que cantaba lo que la mayoría de la audiencia consideraba como una ingeniosa ocurrencia más de Pepe Navarro. (Es decir, se había hecho realidad aquello del dicho popular: "mas pueden dos tetas – en este caso limoneras– que dos carretas".)

Inmediatamente después la empresa discográfica Virgin se interesó por aquel "producto musical" y Juan Antonio grabó su primer y único disco en solitario: "Las increíbles historias de Juan Antonio Canta" (1996), álbum en el que además de la "Danza de los cuarenta limones" incluyó trece magníficos temas como "Catherine Deneuve" –su amor platónico–, "Cama roja", "Madrid", "Pasa la gorra", "Balada del adúltero" o "La jaula de los monos".

A partir de aquel momento, a Juan Antonio se le planteó un serio conflicto personal; de repente, se convirtió en un artista reclamado y reconocido sólo por una canción que llegó a eclipsar el resto de las que había compuesto –siendo aquellas infinitamente mejores–; una sola canción que el personal no entendió en absoluto, pero que marcó su identidad artística en una dirección que, en realidad, nada tenía que ver con sus planteamientos y con sus aspiraciones personales como compositor y como cantante.

«Él estaba desesperado –cuenta su amigo Carlos de France–, recuerdo que me dijo: Tío, me subo a un taxi y el chófer me dice "un limón y medio limón"; llego al hotel y el de recepción me dice "un limón y medio limón", en el ascensor "un limón y medio limón"... Y si en un concierto canto otra canción no me escuchan y a punto están de tirarme piedras".

Pasados unos meses de aquel tremendo éxito, en diciembre de 1996, Juan Antonio decidió suicidarse; desgraciada noticia que el diario El Mundo recogió el día 24 con el siguiente titular: "Un heterodoxo vencido por cuarenta limones".

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