Tras «Andaluces de Jaén» de Paco Ibáñez, las siguientes canciones grabadas en España sobre textos de Miguel Hernández las compuso y las interpretó Elisa Serna en 1968; fueron «El niño yuntero», poema tomado del libro Vientos del pueblo, y «No quiso ser», de Cancionero y romancero de ausencias; canciones que integraron su primer single Miguel Hernández. Canta Elisa Serna.
Elisa, republicana y obrera de profesión, trabajaba en aquel momento en una fábrica de componentes eléctricos y acababa de incorporarse al colectivo Canción del Pueblo; colectivo que tenía como objetivo la creación de una «nueva canción» realmente alternativa a la canción comercial que durante los años setenta contaba con el apoyo y la protección del régimen franquista; una «nueva canción» que asumiera y expresara las inquietudes, las realidades y los sueños de toda una generación de jóvenes que amaban y reivindicaban para su vida la justicia, el amor y la libertad, contra la injusticia, la represión y la dictadura.
Fue precisamente dentro de ese grupo de jóvenes creadores donde Elisa, cumplidos ya los veinticinco años, se encontró por primera vez con la obra de Miguel Hernández. Ella misma me comentaba, en una de nuestras muchas conversaciones, cómo fue aquel primer encuentro:
«Antonio Gómez, hoy periodista, fue uno de los fundadores del colectivo Canción del Pueblo, en realidad, era nuestro mentor intelectual. Recuerdo que un día me habló de Miguel Hernández.
»Fue tal el entusiasmo y la curiosidad que me transmitió, que a los pocos días me acerqué a la librería Cult-art, situada cerca de la madrileña plaza de Quevedo, para intentar comprarme algún libro de Hernández. Pensé que aquel sería uno de los pocos lugares donde podría encontrarlo. Y así fue como, medio clandestinamente, me compré la Antología editada en Argentina por Editorial Losada.
»A la salida de la librería, en el autobús, de vuelta a casa, empecé a leer aquellos poemas. ¡Me entusiasmaron!
»Recuerdo que durante un tiempo, a la salida de la fábrica, volvía inmediatamente a mi casa y no salía de mi cuarto, embelesada en la lectura de aquel poeta que había conseguido seducirme desde el primer momento».
Narrado este primer encuentro con la obra de Miguel Hernández, Elisa, sonriendo y con los ojos llenos de luz y de una explosiva mezcla de ilusión, ternura e indomable esperanza, me siguió diciendo:
«Fue sorprendente y maravilloso, él era como yo, como mi familia, como mi padre...; era uno de nosotros; sus palabras fotografiaban nuestra realidad, nuestros sufrimientos, nuestros sentimientos, nuestros mismos problemas... Así que, sin pensarlo dos veces, como si fuera un impulso o tal vez como una necesidad, seleccioné dos de sus poemas que me impresionaron especialmente: «El niño yuntero» y «No quiso ser», tomé la guitarra y compuse mis dos primeras canciones.»
Aquellas dos canciones conformaron el primer single de Elisa Serna, editado en 1968 por EDUMSA (Editorial Universitaria Madrileña, S.A.)
Al año siguiente, disuelto el colectivo Canción del Pueblo, Elisa Serna grabó un segundo single con el grupo La Trálaga, disco en el que incorporó una nueva canción basada en un poema de Miguel Hernández, «La luciérnaga», de Cancionero y romancero de ausencias.
Posteriormente, en 1972, Elisa grabó en París su primer LP con el título de Quejido; disco muy representativo de la llamada canción del exilio español en el que incorporó la canción «Las cárceles», creada a partir de un fragmento del poema que, con ese mismo título, había escrito Miguel en su libro El hombre acecha (1937- 1939).
Aquella canción, en aquel momento, fue, sin duda, un canto de auténtica liberación y esperanza para los españoles que estaban siendo encarcelados por el simple hecho de manifestarse contra la dictadura y reivindicar el derecho a la libertad. Sin ir más lejos Elisa fue encarcelada en marzo de 1975 como consecuencia de un recital celebrado en la Universidad de Valencia en el que interpretó algunas canciones que no estaban autorizadas ni visadas por los organismos competentes del Ministerio de Información y Turismo; canciones entre las que se encontraba “Las cárceles” de Miguel Hernández.
«Cierra las puertas, echa la aldaba, carcelero.
Ata duro a ese hombre: no le atarás el alma.
Son muchas llaves, muchos cerrojos, injusticias:
no le atarás el alma. [...]
Un hombre aguarda dentro de un pozo sin remedio,
tenso, conmocionado, con la oreja aplicada.
Porque un pueblo ha gritado ¡libertad!, vuela el cielo.
Y las cárceles vuelan».
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