Hace dos días que me persigue un pensamiento que me gustaría compartir con todos los amigos y amigas de aquí DONDE CANTAMOS COMO QUIEN RESPIRA.
Estamos incorporando a los contenidos de la Web «CANCIÓN CON TODOS» la biografía y la obra –más de 18 discos editados– del gran músico y cantautor vasco MIKEL LABOA fallecido en el año 2008 y está resultando un trabajo "apasionante".... Mikel ha sido y es, sin duda, uno de los más grandes –¡grandísimos!– creadores del siglo XX en nuestro país. Yo me atrevería a compararle, en el ámbito de la música, a grandes e inmortales creadores con Brassens, Dylan, Cohen, Springsteen, Lenon o Yupanki.
Sin embargo, desde mi punto de vista, fuera del país vasco –e incluso dentro, en ciertos sectores– no se le valora como realmente correspondería a su trabajo y a su imprescindible aportación cultural en el ámbito de la música y de la literatura... No se le valora y no se le conoce por la mayoría de la juventud –incluida los jóvenes cantautores– lo que es más dramático y preocupante.
Verdaderamente es muy lamentable la poca valoración que tenemos en este país hacia nuestros genios, más si esos genios escriben, o cantan, en euskera, en catalán o en gallego; situación que no se produce curiosamente con los "famosísimos" que cantan en inglés –por ejemplo– aunque una gran mayoría de sus seguidores no conozcan ni entiendan ese idioma.
Reivindicar a nuestros indiscutibles GRANDES CREADORES y rescatar con apasionamiento su memoria contra el olvido, es una de mis obsesiones. Bendita obsesión que empuja ese proyecto por el que estoy luchando... ¡ya sabéis!.... ¡CANCIÓN CON TODOS!... Y obsesión que hoy me pide y me lleva a reivindicar con toda mi alma a MIKEL LABOA.
Reivindicación que voy a hacer simplemente evocando un hermoso texto del escrito Bernardo Atxaga publicado en la carpeta del disco "Xoriek 17" publicado por Mikel Laboa en 2005.
«Si quisieramos hacer una jaula de palabras y meter en ella a Mikel Laboa, deberíamos pensar en los comienzos del siglo XX y decir: "Hubo una gran crisis, y los pintores, los músicos, los escritores, percibieron con más claridad que nunca la poquedad de su expresión. Los lenguajes y los modos heredados del pasado se les mostraron de pronto falsos, cuando no triviales o tontamente burgueses. Llegó entonces la Primera Guerra Mundial, una de las más crueles de la historia, llegó luego Guernica, llegó Auschwitz, llegó Hiroshima, y los pintores, los músicos, los escritores, iniciaron su lucha contra la Bestia Inmunda de la Muerte creando obras que, forzosamente, hacían frontera con el silencio. Se valieron para ello de la tradición popular, de los modos expresivos que son propios de los niños y de los locos, de las formas artísticas menospreciadas por la alta sociedad. Se trataba de sacar al lenguaje de su marasmo, de no usarlo como mero maquillaje, como retórica. Así obraron Bertolt Brecht, Tristan Tzara o Paul Celan. Así Ungaretti y John Cage, Picasso y Dubuffet, Roy Hart y Joan Brossa.
Como el Ave Fénix, los pintores, los músicos, los escritores, vuelven una y otra vez a la vida, vuelven a volar por encima de las cenizas de la realidad. Es el caso, también, de Mikel Laboa. Así es como se ha movido por el mundo, por todos los mundos. Mikel Laboa: un artista singular, solitario, hermano de la gente que también ahora, a comienzos del siglo XXI, vive en crisis.
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