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miércoles, 4 de junio de 2014

MÁS QUE UN EPÍLOGO AL POEMARIO DE "CHICA METAFORA"... AL FINAL LA COSA FUE DE "DESFILES" Y EL RESULTADO: «¡INDESIMAGINABLE!».


Llevo más de dos horas sentando en el rincón que más me gusta de mi "atalaya" haciendo lo que, por lo visto, no debe hacerse, o sea, leerse de un tirón –y sin respiro– un libro de textos poéticos.

Parece ser que lo recomendable y lo correcto es, a fin de cuentas, leerlo poquito a poco –despacio–, disfrutando y sintiendo cada texto; y hacerlo con sus correspondientes "pausas y silencios" para que te puedan "volar por dentro" las palabras.

Pues no; hoy no lo he hecho así. Hoy he tenido la suerte y el placer de poder leer, antes de su edición, el libro al que mi Chica Metáfora ha llamado "Desimagíname"; y me he permitido el lujo de gozármelo de un tirón, sin pausas. He hecho, ni más ni menos, lo que me pedía mi cuerpo…; no me ha dado ni un respiro…; y os puedo asegurar que con este libro he gozado lo inimaginable.

Tras la lectura, me he levantado, me he hecho un café –¡qué bien huele!–, y me he sentado frente al teclado de mi ordenador que tanto y tan bien me conoce a través de los dedos de mis manos.

Estoy aquí sentado porque quiero escribir un "epilogo" a este libro de Chica Metáfora. No es un encargo. Es, sencillamente, que me apetece contaros –y contarle a ella– el desfile de sensaciones, de sentimientos, de pequeños placeres, de alguna lágrima, de muchos recuerdos y emociones, y de más de un deseo, que sus palabras me han provocado


Y aquí me tenéis: Yo, mi teclado, mi mente en blando, y un corazón "abarrotao" de cosas –aún "sin palabras"– que me gustaría ser capaz de expresar… ¿Pero cómo lo hago? ¿Por dónde empiezo?  

De repente ha tomado cuerpo en "la caja registradora" de mi pensamiento, y de mi memoria, una palabra ya antes mencionada. Mis manos, de inmediato, la han hecho "reexistir" pulsando el teclado: "Desfile". ¡Puede resultar raro, pero me encantan los "desfiles"!

Sí, me encantan los "desfiles", ¡no "desfilar"! –en realidad odio la palabra "fila"–. Me encanta contemplar cualquier tipo de "desfile" –por supuesto, no estando yo en la fila–. Es algo que siempre me ha resultado muy placentero y excitante. Sentado, en silencio, dándole vuelo a mi imaginación y mirando "desfilar" por delante de mí cualquier cosa, en realidad, cotidianidad siempre relacionadas con los seres humanos, y con ese complicado y bien lindo asunto que es la vida.

Cuando era niño, por ejemplo, me gustaba llegar tarde al colegio y contemplar como "desfilaban" mis compañeros para entrar en las clases después de cantar enfilados en el patio el himno nacional. Me sentía impuntual, mal alumno, digno de castigo, ¡cualquier cosa!… Pero era feliz y disfrutaba sintiéndome libre… Yo entraba en clase cuando me salía de las pelotas; asumiendo, por supuesto, las consecuencias de mi mal vista y mal educada libertad.

En los días de feria, sentado en las gradas del Circo Mundial, lo que más me gustaba era el "desfile" final de todos los artistas: la trapecista con la malla zurcida apretando sus nalgaa, los payasos, el mago, la domadora de leones, la música, los focos, los aplausos y todo el mundo sonriendo. Y yo feliz, muy feliz, seducido por el hechizo de la imaginación y de la fantasía.

¡Cómo me gustan los "desfiles" procesionales! Ver pasar por Plaza Nueva un Jueves Santo, por ejemplo, a bellísimas vírgenes llorando –y yo preguntándome: "¿A quien lloran: al hijo que va delante crucificado, o a su propia e inexplicable virginidad?"–… Y el "desfile" de nazarenos encapuchados y silenciosos –de ojos saltones– y yo imaginado sus rostros, al ritmo del "chim-pan-chum" de una banda de tambores y cornetas disciplinadamente "enfilada".

¿Y los "desfiles" militares? Sentado en una silla del Paseo de Recoletos, comiendo pipas, odiando desde chico la guerra, mirando las caras de los soldaditos –un, dos, tres– y pensando: "Muchos de estos muchachos seguro que se están cagando en la madre que parió a sus sargentos y capitanes. ¿Cuando mandaremos a la mierda definitivamente a estos ejércitos por tierra, mar y aire, a sus armas y a sus banderas?"… Ahora, desde que la "mili" no es obligatoria, ya no me gustan esos "desfiles"; solo me provocan "mala leche" e indignación.

¡Y  cómo me gustan los "desfiles" de moda en las pasarelas!. No perder de vista los pequeños y excitantes pezones de las modelos, y descubrir que me gustan mucho los cuerpos de algunos modelos.

En fin, puede resultar extraño –y lo entiendo– pero a mí –ya lo habéis podido comprobar– me resultan muy sugerentes los "desfiles" ; ¡no "desfilar"! –en realidad odio la palabra "fila"–. 

¿Y que tiene que ver todo esto con este "Desimagínate" y con el prólogo que por lo visto ya estoy escribiendo? Pues mucho. En realidad las dos horas que acabo de pasarme leyendo el libro de mi Chica Metáfora han sido como un apasionante y poco común "desfile. 

Ante mí, silenciosamente sentado, han "desfilado" miles de gestos, de latidos, de suspiros, de sueños, de deseos, de sentimientos, de frustraciones y, en fin, de pinceladas verbales que me han ido dibujando y haciendo disfrutar de una mujer extraordinaria e irrepetible. Una mujer que escribe muy bien –¡por supuesto!–, que hace tiempo que me tiene "encandilao", y de la que, ahora más que nunca, me niego rotundamente a "desimaginármela", o sea, a dejar de amarla.

¡Y empieza el gran "desfile"!… Yo sentado en mi atalaya leyendo texto a texto y latido a latido… 

Miles de latidos  –que he ido atesorando– a cuál más apasionante, y ¡claro! dos horas "engachao" a la lectura y al "desfile", y sin que el cuerpo me concediera ni el menor respiro.


«Saber escribir de miedo, tenerlo a la vez…, y comer galletas de dos en dos».
«Quedarse enjabonada en plena ducha y con el agua cortada».
»Sensaciones…., como la calma».
«Helados de dos bolas y estampados lamparones coqueteando con
los eslóganes protesta de las camisetas».
«Encontrar tesoros y cajas de cosas invisibles que valen más
que cualquier joya de la corona».
«Ser el mordisco de la manzana, la estela de un polvo de hada,
el deseo de una Bestia o el reflejo de un espejo encantado».
«Quedarse sin bragas en plena Gran Vía y sin alma en pleno Sol».
«Equivocarse».
«Reclamar razones».
«Entender la vida como seguir el eco de un pasillo que nos acerca
tarde o temprano a nuestros sueños».
«Tener lo que hay que tener para tocar la voz».
«Sentirse árbol para terminar siendo un bonito banco 
en el que escribe un poeta».
«Borrar el silencio con las lenguas».
«Guillotinarse el ego, el ombligo y el epicentro de la mentira».
«Bocas llenas de porqués que chorrean a borbotones».
«Despeinarse el alma, desabotonarse la seriedad y desnudar el silencio».
"Preguntarse qué debo hacer para que te quedes y el problema no sea yo».
«La soledad es una guadaña que corta nuestras alas».
«Coleccionar amantes y pedir demasiados abrazos».
«Ser lo peor, pero si puede ser, equivocarnos juntos».
«Dejar un poema incompleto y follarse el olvido».
«Que me toque por última vez lo cojones para decidir de una vez
por todas mandarle a la mierda».
«Despertar con el coño de colores y dispuesta al arropo de la rima».
«Masturbarme, como si el buscarme con los dedos
fuera un reto para terminar en ti».
«Gustar la melancolía que trae canciones y no reproches».
«Abrazar poemas y aferrarse a ellos».
«Ser desnudez rota en cada suspiro tuyo».
«Sonreír felicidad y requererse».
«Tener jardines en la mirada».
»Soñar que nos perdíamos despacio y que yo me quedaba a residir
muy cerca de tu boca…, pero despacio, muy despacio».
«Dejar de buscar la fórmula del amor y simplemente amarnos»
«Pisar tristezas».
… … … … … … … … … … … …
«Y si crees que no me necesitas en tu vida o que fue un error
haberme dejado estar en ella… entonces, solo entonces…
DESIMAGÍNAME».

¡Pues no, mi Chica Metáfora!, ya te lo decía antes, y vuelvo a repetírtelo ahora, por ser como eres, me niego rotundamente a "desimaginarte".

Después de leer este libro –que ha sido como tenerte más tiempo y más cerca; los dos solos en mi atalaya–, lo que yo quiero y te pido –lo que deseo– es seguir alimentando esta complicidad que nos enmaraña apasionada y esperanzadamente a la vida, y que nos permite seguir escribiendo y cantando ¡como quien respira!.

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