Hoy es el primer día que me he decidido a subir a "mi atalaya"; un lugar y un espacio para la tranquilidad, para el silencio y para la soledad buscada. Desde aquí se puede observar la realidad con cierta perspectiva; puedes ver lo que acontece "a ras del suelo" con un poquito de distanciamiento, y, a la vez, puedes mirar al frente y contemplar y embelesarte con el horizonte... ¡siempre hay un horizonte!
Me he creado este lugar –que lo llevo dentro– para reflexionar serenamente sobre la realidad que vivo día a día, y, en particular, sobre las realidades que más me impactan, o que me resultan más significativas tanto positiva, como negativamente. Reflexiones serenas que aunque, a veces, serán críticas, siempre intentaré que sean muy positivas, y por supuesto planteadas sin agresividad y defendiendo por encima de todo la esperanza. Pienso –para empezar– que sin una sana capacidad de crítica y autocrítica la esperanza es un imposible.
Y hoy,
"DESDE MI ATALAYA" me apetece
"reconvivir" con la experiencia que supuso para mí, y creo que para otras muchas personas, el concierto que nos ofreció
LA MAREMOTO el pasado domingo, 23 de marzo, en la Sala Libertad 8, de Madrid.
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La Maremoto. |
La Sala Libertad completamente llena. Un clima humano sensible y festivo. Y un montonazo de amigos y admiradores en torno a ella: Gabriel Monsalve, Inés Poveda, Gadea Ramos, Viridiana, Enrique Sánchez, Víctor Milán, Palma Rodríguez, Pablo Bermejo, Chica Metáfora, Remmert Deen, Dani Fernán, Juan Carlos Cristiano, Daniel Hare, Rodrigo Cabezas, Manu Clavijo, Andrés Sudón, Juan Fernández Fernández, Julio Hernández, Alicia Ramos, Daniela Riso, Pedro Chillón, Marta Plumilla, Lucía Diaz, yo y muchos más.
Para mí el concierto de La Maremoto, en la Sala Libertad 8 fue, ante todo, una elocuente lección "de bien y de buen cantar". Esta mujer tiene una voz preciosa; moldea las palabras y el canto a la perfección –canta simplemente latidos–. Su dicción es extraordinaria, e interpreta con todo su cuerpo; en particular con su mirada, con sus gestos, con su sonrisa y con sus manos.... La manos de La Maremoto cuando se echa a cantar parece que acarician a su voz y a quienes la estamos escuchando.
Pero al margen de lo anterior, que es importante, La Maremoto en sus concierto me reafirmó en tres de mis grandes convicciones actuales en torno a la "canción de autor"
Primera. Después de escuchar a La Maremoto, que fundamentalmente es intérprete, ¿quién se atreve a decir que una intérprete como ella no es "cantautora"?. La Maremoto canta "canción de autor" y es una "cantautora" de arriba a abajo. Las canciones que interpreta vuelan, te atrapan, te pellizcan hondo, e incluso, a veces, van mucho más allá y trascienden la realidad del propio autor. La Maremoto con su voz y con su personalidad no crea "canción de autor", la "recrea" y la dignifica.
Segunda convicción. La he repetido miles de veces y
La Maremoto me lo confirmó de forma evidente y clara en su concierto del domingo pasado:
La "humildad" –relacionada con la creación artística– es una de las bases y de los fundamentos esenciales, de la
calidad. El creador, o el compositor, "humilde" no necesita forzar las situaciones para mostrar su arte; no le hacen falta "poses" y palabrerías inútiles; no tiene nada que demostrar; se muestra como es, sin prepotencias ni mesianismos, –sencillamente humano–; y es de esa forma –cantando bien, como
La Maremoto canta– como convence y atrapa.
Y la tercera convicción –que me afianzó La Maremoto– es que en la base del arte –de su arte– está también la ternura; las ganas de aprender de los demás; la erradicación del gran mal de la "envidia"; la capacidad de escucha; la incapacidad para prejuzgar o despreciar a los/las colegas sin fundamentos reales; y, en general, y como contrapunto, la solidaridad y el apoyo mutuo en caminos, reivindicaciones y destinos compartidos.
Gracias Fernando.... muchas gracias...
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