EL "uno" llegó con su violín y con sus dos discos grabados bajo el brazo –. El "otro" aterrizó con su guitarra y con una intensa experiencia teatral a sus espaldas... Y ambos con la maleta llena de imaginación y de ilusiones...
A los dos les apasionaba la música...; los dos amaban la canción...; y ambos compartían –con su música y con sus canciones, y, tal vez, sin saberlo– un proyecto común: «enloquecer la cordura, alegrar a la amargura y emocionar razones». (Lo de "cortarse la venas", evidentemente, no estaba pensado para ellos).
A los dos les apasionaba la música...; los dos amaban la canción...; y ambos compartían –con su música y con sus canciones, y, tal vez, sin saberlo– un proyecto común: «enloquecer la cordura, alegrar a la amargura y emocionar razones». (Lo de "cortarse la venas", evidentemente, no estaba pensado para ellos).
Y se encontraron, y se "gustaron escuchándose" y tras saborear sus comunes sensibilidades.
Fue entonces cuando el "otro" se amarró al violín del "uno" y decidió no soltarlo –«¡Ché! ¡Tú tocas conmigo!»–...; y el "uno" –"prendao" de los encantos musicales y poéticos del "otro"– le dijo: «Pues vamos a juntarnos. Hay mucho violín, mucha guitarra y muchas ganas de vivir que nos hermanan»... ¡Y se juntaron!... Y así felizmente los tenemos hoy: "juntitos"... ¡Para disfrutar de ellos! ¡para reirnos y emocionarnos con sus canciones! y, en mi caso –muy particular– para respirar tranquilo pensando que la auténtica "canción de autor" esta viva; hoy especialmente viva gracias a que el "uno" y el "otro" andan por ahí cantando sabiamente juntos, ¡como quien respira!
Fue entonces cuando el "otro" se amarró al violín del "uno" y decidió no soltarlo –«¡Ché! ¡Tú tocas conmigo!»–...; y el "uno" –"prendao" de los encantos musicales y poéticos del "otro"– le dijo: «Pues vamos a juntarnos. Hay mucho violín, mucha guitarra y muchas ganas de vivir que nos hermanan»... ¡Y se juntaron!... Y así felizmente los tenemos hoy: "juntitos"... ¡Para disfrutar de ellos! ¡para reirnos y emocionarnos con sus canciones! y, en mi caso –muy particular– para respirar tranquilo pensando que la auténtica "canción de autor" esta viva; hoy especialmente viva gracias a que el "uno" y el "otro" andan por ahí cantando sabiamente juntos, ¡como quien respira!
Más o menos, así fue la cosa que os acabo de contar:
Por cierto, con la emoción se me ha olvidado deciros que el "uno" se llama MANU CLAVIJO, y el "otro" JUAN FERNÁNDEZ FERNÁNDEZ.
Se juntaron, pusieron en marcha su proyecto compartido, y acaban de grabar y de ofrecernos su primer disco. Un disco que encierra la belleza de la simplicidad. Grabado sin mucho "cuento" y "parafernalia", pero de extraordinaria calidad: ellos, sus guitarras, su violín y sus voces, ¡pa'qué más, si tienen tanto y tan bueno que decir y bien cantar!.
El disco recoge 12 canciones con textos de Manu Clavijo y de Juan Fernández –interpretados por los dos–, y una canción creada a partir de este precioso texto del poeta chileno Juan Guzmán Cruchaga, fallecido en 1979. (Que yo sepa, es la primera vez que se le canta).
«Alma, no me digas nada,
que para tu voz dormida
ya está mi puerta cerrada.
Una lámpara encendida
esperó toda la vida
tu llegada,
hoy la hallarás extinguida.
Los fríos de la otoñada
penetraron por la herida
de la ventana entornada:
mi lámpara estremecida
dio una inmensa llamarada».
("Canción. No me digas nada").
Destaco este poema-canción, y estos versos, para tomar de ellos el juego simbólico utilizado por el poeta chileno: "La lámpara extinguida, de repente, estremecida, dio una inmensa llamarada"... Pues sí, en el disco de Manu y de Juan, tras realizar un sabio y directo recorrido por la cotidianidad –cotidianidad que es una de las señas de identidad de la auténtica "canción de autor"–, surge un hermoso "estremecimiento" y nuestra lámpara-luz esperanzada –con bastante frecuencia extinguida bajo los efectos de la cotidianidad–, nos desprende alucinantes llamaradas como esta: «De pedir algo –nos cantan– yo pido que impune la alegría nos fustigue sin piedad».
Así pues, en este disco –profundo, tierno y divertido– se nos ofrecen «diez crónicas cantadas a la "cotidianidad" y dos canciones esperanzadas».
Juan y Manu le cantan a la cotidianidad del amor –¡bellísima y muy tierna (aunque un poco triste) la historia narrada en "Las paradojas del destino"... ¡como la vida misma!–. Le cantan a la cotidianidad de nuestras permanentes contradicciones personales –somos "Pura contradicción"–. Le cantan a la cotidianidad del tener que reprimir nuestros sueños y nuestras aspiraciones más dignas –¡me encanta la historia "En Burger King"!–. Le cantan a la dolorosa cotidianidad de una sociedad que no nos gusta y nos conmueve –«así de abundante es mi amor; así de incontable; "así de infinito" es mi amor»... O le cantan a la cotidianidad de los amores rotos, de las soledades y de las ausencias:
Juan y Manu le cantan a la cotidianidad del amor –¡bellísima y muy tierna (aunque un poco triste) la historia narrada en "Las paradojas del destino"... ¡como la vida misma!–. Le cantan a la cotidianidad de nuestras permanentes contradicciones personales –somos "Pura contradicción"–. Le cantan a la cotidianidad del tener que reprimir nuestros sueños y nuestras aspiraciones más dignas –¡me encanta la historia "En Burger King"!–. Le cantan a la dolorosa cotidianidad de una sociedad que no nos gusta y nos conmueve –«así de abundante es mi amor; así de incontable; "así de infinito" es mi amor»... O le cantan a la cotidianidad de los amores rotos, de las soledades y de las ausencias:
[...] «Me parezco al infierno sin su diablo,
a un húmedo borrón en el cristal,
al lápiz que no aprenderá a escribir,
al rastro que no lleva a ningún lado,
a un espía que está desinformado,
al tipo que tan sólo piensa en ti.
Igual que la baraja sin el as,
el dios que no ha encontrado religión,
la cama que ha perdido su colchón,
las alegrías fuera de compás;
el crimen que no llegará a buen fin,
la brújula que está desorientada,
el caballero andante sin espada,
así estoy yo, así estoy yo sin ti ...».
Y como antes decía, para Manu Clavijo y Juan Fernandez, que conocen y le cantan a la cotidianidad –en ningún momento navegan por la irrealidad y los ensoñaciones–, existe –y nos dejan percibir– una lámpara prendida a la esperanza como proyecto y como realidad. Realidad apuntalada en lo que antes llamaba "dos canciones esperanzadas"; precisamente la primera y la última de su disco: "A tiempo estamos" y "De pedir algo yo pido":
«Juguemos a empatar lo que perdimos...
peguemos en nuestro álbum nuevos cromos,
dejemos de sufrir si es que sufrimos...
Juguemos al rescate con los besos...
Continuemos juntos la partida,
nos quedan dos monedas y otra vida
para batir el récord que no hicimos.
No dejes que te lleve la corriente
más lejos de mi puente hacia otra boca,
agita el cubilete a ver si toca
comernos una ficha y contar veinte.
Juguemos a que no se nos escapa
el globo que nos dieron en la feria,
a que es mi mano la que te destapa
y a que las consecuencias no son serias.
A tiempo estamos, aún no hemos subido
al tren de los horrores del olvido».
que dé más peras el olmo,
que te rías hasta el colmo
-que lo tienes merecido-,
que regrese si se ha ido
la luna hasta tu ventana,
que el cansancio y la desgana
no te pasen sus recibos,
y que parezcan festivos
los lunes por la mañana [...]
De pedir algo yo pido
que te quedes a mi lado,
que no te cruces de brazos,
que se estrechen más los lazos
de esta incipiente amistad,
y que sus ojos azules
me miren como aquel día,
y que impune la alegría
nos fustigue sin piedad. [...]
De pedir algo yo pido...
Que de recortar recortes
los sollozos y las penas,
que incrementes la inversión
en festejos y en verbenas.
De pedir algo yo pido...
que construyamos caminos
que no lleven hasta Roma,
que no vuelva a equivocarse
con tu falda mi paloma».
("De pedir algo yo pido").
Apasionantes juegos y peticiones a las que me uno de la primera a la última sílaba... Me gustaría hacerlo, en particular, el próximo día 21, jueves en el Teatro de Arte, de Madrid, día en que presentarán su disco con un concierto muy especial en el que compartirán sus canciones con Pablo Guerrero, Luis Felipe Barrio, Matías Ávalos, Juan Carlos Mestre y Javier Bergia... ¡Me gustaría abrazarles y estar con ellos!; pero no voy a poder hacerlo porque en ese mismo momento estaremos terminando de montar la exposición que inauguramos al día siguiente en Egea de los Caballeros...
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