Hoy, manteniendo mi línea de pensamiento respecto a la necesidad de «recuperar la memoria contra el olvido», voy a iniciar una serie de "cuelgues" dedicados a uno de nuestros más grandes compositores e intérpretes en el universo de la "canción de autor", me refiero a MIKEL LABOA; creador vasco nacido en San Sebastián, el 15 de junio de 1934, y, lamentablemente, fallecido el 1 de diciembre de 2008.
Hay dos circunstancias muy especiales que motivan, precisamente hoy, este ejercicio de recuperación de la memoria; circunstancias protagonizadas por dos jóvenes cantantes, y amigos, con los que me he reencontrado en estas dos últimas semanas: Abel Hernández "El Hijo" y Helios Ruiz León; dos magníficos creadores que tienen algo en común: han admirado y admiran mucho a Mikel Laboa; y ambos han versionado y grabado, al menos, una de sus canciones emblemáticas. Abel, la canción "Baga, biga, higa"; y Helios la inolvidable "Txoria txori".
Abel Hernández "El Hijo" y Helios Ruiz León. |
Este reencuentro con Abel y con Helios ha reavivado en mí la importancia que tiene el hecho de que los nuevos y más jóvenes cantautores conozcan la historia de nuestra música y de nuestra canción popular y beban de ella; una historia de gran riqueza y calidad poética y musical de la que pueden y tienen mucho que aprender.
Pues bien, para apoyar ese conocimiento y ese aprendizaje, deseo que una parte importante de este blog –como ya lo vengo haciendo desde su nacimiento– se convierta en un lugar en el que los nuevos "cantautores" y, en general, los amantes de la "canción de autor", puedan encontrarse y conocer a los grandes protagonistas de nuestra canción popular, en este caso, encontrarse con MIKEL LABOA.
Cómo pórtico a los "cuelgues" que dedicaré a Mikel en los próximos días voy a copiar, seguidamente, el "retrato íntimo" que le escribí en 1998 y que ilustró Alfredo González con una de sus magníficas caricaturas:
Mikel Laboa. (Caricatura de Alfredo González). |
«Tal vez una de las experiencias más mágicas y más extraordinarias que se pueden vivir es la del encuentro libre y sensorial con la expresión artística, en cualquiera de sus manifestaciones; la experiencia que supone sumergirse en ese espacio de comunicación libre, íntimo y sereno en el que, abandonado al eco de tus sensaciones y de tus sentimientos –y sin más mediación que la obra de arte en sí misma–, descubres como sutilmente te va penetrando y te prende...; en ese momento es cuando más estalla la magia –la magia o el encantamiento–; el objeto artístico se hace un poco tú mismo, y sientes cómo se se va integrando en el más reservado rincón de tu intimidad; en ese rincón en el que estalla la sensibilidad, en el que fluye la imaginación y la fantasía y donde uno va atesorando las realidades que más ama y a las que acude, de vez en cuando, para salir de los túneles y de las sombras, y para realimentar el deseo de vivir.
Esta experiencia fue la que yo pude vivir, hace ya bastantes años, cuando escuché cantar por primera vez a MIKEL LABOA; aquel hombre manaba música por todos sus poros y tenía una voz que, desde el primer momento, me resultó misteriosa e irresistiblementre atractiva.
Mikel Laboa. (Fotografía de Juan Miguel Morales). |
De Mikel siempre me llamó la atención la forma en que interiorizaba y recreaba la música y la canción tradicional de euzkadi, o el tono justo y medido que sabía darles a los textos de los poetas cuando se decidía a ponerles música –poetas vascos, como Xavier Lete, Bernardo Atxaga o Joseba Sarrrionandia; o Bertolt Brech, a quien tan brillantemente ha recuperado–; pero, realmente, lo que, desde siempre, más me impresionó de este creador fueron esas composiciones a las que él llama "lekeitios" y que, para mí, no son otra cosa más que una experimentación del arte en libertad –en este caso, a partir de la palabra, de la música y del sonido, en general; una especie de juego creativo extraordinariamente sensorial, capaz de crear climas y ámbitos de gran belleza, de honda sensibilidad, y, sobre todo, de libertad. Los "lekeitios" de Mikel Laboa nacen de la libertad y a ella nos conducen o nos conducen o nos invitan irresistiblemente.
En estas composiciones, que podríamos calificar de expresionistas, Mikel deja entrever esa libertad a la que acabo de hacer referencia, pero, a la vez, no puede prescindir de transmitir o transpirar en su música los colores, los paisajes, los sonidos, los sentimientos, la historia, y, yo diría, que hasta los olores del pueblo y de la realidad vasca a la que tanto ama. (Concretamente, su Lekeitio 9: Mugak es, desde mi punto de vista, una de las obras más hermosas que se han creado entre nosotros en estos últimos años; Lequeitio que grabó junto con Camarón de la Isla, y con John Cage, compositor estadounidense).
Recuerdo que en la época en la que profesionalmente me dediqué a la enseñanza hice numerosas experiencias con esas composiciones de Mikel Laboa; entre ellas, una consistente en poner aquella música a mis alumnos de diez a doce años, invitarles a relajarse y, tras la audición, pedirles que expresaran plásticamente lo que aquella audición les había sugerido. Los resultados siempre fueron sorprendentes; mis alumnos y alumnas no entendían el euzquera y, por tanto, sus claves perceptivas no podían centrarse más que en la música y en el tono de aquella voz que se les confidenciaba en una lengua distinta de la propia; claves que les resultaban suficientes –dada su expresividad y su elocuencia– para llegar a una expresión libre verdaderamente impresionante. (De aquellas experiencias, lo que más recuerdo es el clima de silencio y de interiorización que siempre provocaban los "lekeitios" de Mikel Laboa).
En este "retrato íntimo" sólo he querido dar las pinceladas que perfilan la personalidad de Mikel Laboa como uno de nuestros más importantes músicos contemporáneos. Él ha sido, y sigue siendo, uno de los creadores que, desde el primer momento, supo romper con cualquier estereotipo que se pudiera aplicar a la llamada "canción de autor"; él ha sido uno de los maravillosos culpables de que el arte y la libertad un buen día decidieran cogerse de la mano para apuntalar la esperanza y para alentarnos, día a día, en el presente, y siempre hacia adelante, mirando hacia el futuro. «Gure baita datza eguzkia / iluna eta izotza / urratu dezakeen argia / utuko den bihotza»... «En nosotros está el sol –nos canta–, el corazón que puede fundir y la luz que puede desterrar hielo y oscuridad».
Cada día creo más en que las coincidencias en esta vida son por algo. Un precioso cuelgue en tu blog para mí, que me traslada a una época llena de música, amor y experiencias nuevas contínuas...Pero encima, coincide con la incorporación de una nueva y especialísima persona a mi elenco de buena gente. Helios Ruiz...Impresionante. Gracias Fernando. Es impagable lo que haces a diario.
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