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domingo, 30 de diciembre de 2012

... Y LA PALABRA SE HIZO MÚSICA. "QUALSEVOL NIT POT SORTIR EL SOL" (2ª Parte)







Continúo recuperando el libro
"Crónica cantada de los silencios rotos".
Hoy prosigo con el primer capitulo,
y dentro de él, con el apartado al que titulé:
"QUALSEVOL NIT POT SORTIR EL SOL" (1).


Lo decía en la introducción y es una de las convicciones que, con el paso de los años, sigue siendo para mi incuestionable: Los latidos más hondos de nuestra historia reciente se entretejieron al ritmo de canciones y al compás de palabras y de músicas del alma; latidos de canciones "al alba" sobrevolando los ríos de "Albanta"; latidos "a la luz de los cantares" en "campos de amores" –"brasa viva" en "áspera meseta"–; latidos de valientes y apasionados "gallos rojos" cantores y de imprudentes "palomas de la paz" a "contratiempo" –"galopar" de "proverbios y cantares", a la "flor del viento"–; latidos de esperadas lluvias "a cántaros" entre "amapolas y espigas" –"aguas de abril", "flores de jara" y la "rosa azul de Alejandría"–; "baladas de otoño", "conversando con la noche y con el viento" –"cantares", "pequeñas cosas, "palabras de amor" y un "pueblo blanco"–; latidos de "barredores de tristezas", de "unicornios azules" y "reparadores de sueños""claros sentimientos" en "cuerpos de ola"–; latidos sabios del viejo "Siset", "canciones de amor a la libertad" y "campanadas a muerte""¡no empobrezcas los sueños!"–; "tonadas de siega", "danzas de la primavera", "estrofas al viento" y "la primera nota de una marcha"; latidos como "una fuente que mana", "a toda vela", "poco a poco", "una tarde cualquiera" –"cantares de tierra adentro", una "petenera de la mar" y una "rosa de fuego"–; latidos de "una vida llena desde una vida vacía" en "interminables noches de impotencia"; y "toda la añoranza del mañana""¿quién me ha robado el mes de abril?"–; latidos "navegando la noche" "de la mano del aire"..., y "mientras llega la hora", "el corazón tendido al sol": "siempre hay tiempo para la ternura" y "tenemos mil razones para soñar despiertos"». (1)

Todos estos latidos son realidades que viven en nuestra memoria colectiva aunque en el tiempo, duramente acumulado, alguien pretenda olvidarlas.

«El tiempo, duramente acumulado,
olvido hacia el cantor, no lo aniquila;
siempre joven su voz, late y oscila,
al mundo de los hombres va cantando».
(Luis Cernuda).

«¿Quién dice que se olvida? No hay olvido», y si en el tiempo alguien intentara o lograra robarnos la memoria, nuestro deber sería recuperarla, no para alimentar nostalgias, sino para seguir avanzando; recuperarla, como dice Antonio Gala, porque «si no se avanza recordando, se tropieza; y ningún proyecto se puede construir desde el olvido».

Con esa intención me propongo, seguidamente, hacer una evocación y un recorrido sobre esa especie de hermanamiento fértil y liberador entre nuestra historia y nuestra canción; y hacerlo, como también he declarado desde el principio, en especial para las nuevas generaciones en un tiempo como en el que les ha tocado crecer, y en el que, como nos canta Serrat, «se echó al monte la utopía perseguida por lebreles que se criaron a sus rodillas».

Quiero hacer, por tanto, esta evocación y este recorrido histórico –que en el fondo no pretende ser otra cosa más que una apasionada proclamación de la esperanza– en particular para aquellos muchachos y muchachas a los que el joven poeta-cantor Pedro Guerra dedica una de sus canciones:



«A los catorce compró aquel morral con la foto del Che
y fue aprendiendo que la libertad es un bien por hacer.
El Che murió transparente y total como un rayo de luz
y la esperanza llenó su morral con canciones del sur.
Hay un muchacho que mira hacia atrás y recuerda que fue
con su papel a ejercer el derecho que tiene a creer
y ese muchacho ahora piensa que al fin lo que fue se acabó,
la transparencia no fue en el país donde el chico creció.
Y tiene mi edad y el color de mi voz,
tan cerca de mí que podría ser yo.

Aquel muchacho creció sin saber que en su estrecho país
no se podía cantar, pero alguno cantó porque sí.
Porque la vida es un bien que no debe causarnos dolor,
un bien de todas y todos los sexos y tribus del sol.
Y se pregunta si ya no es posible  encontrar la verdad,
si en la impureza perdimos el rastro de la honestidad,
la transparencia, las buenas ideas que un día pensó
eran la causa de todo discurso y de toda canción.
Y tiene mi edad y el color de mi voz,
tan cerca de mí que podría ser yo».
("Un muchacho de mi edad").

Pero, ¿cómo hacerlo?; ¿cómo podría presentar esta crónica cantada de los silencios rotos? No quisiera que esta historia fuese percibida como una "batallita" más de las que nos cuenta el abuelo –aunque ¡cuanta falta nos harían abuelos, sabios como aquel viejo Siset del que nos hablaba Lluís Llach en su canción "L'estaca"!–; y pensando en esto, de repente, me viene a la memoria una bellísima canción de Jaume Sisa, aquella en la que, en una noche clara y tranquila de 1975, se decide a abrir de par en par la puerta de su casa para celebrar una fiesta a la que invita, y en la que participan, todos los más entrañables y fascinantes personajes del mundo de la ilusión y de la fantasía: desde Blancanieves hasta el mismísimo Guillermo Tell. Una fantástica fiesta en la que se promete que no va a contar ni el tiempo, ni el espacio, y a la que todos quedamos invitados. Jaume nos recibe a la puerta: «¡Bienvenidos! Pasad, pasad. Aquí hay sitio para todos»; y así, en la alegría por el gozoso encuentro, la casa se va llenando de colores y de perfumes. De repente el descorchar sonoro de un botella de cava nos hace imaginar un brindis que anuncia y proclama una de las propuestas más lúcidas y más simbólicamente esperanzadoras que jamás he escuchado: «De la tristeza haremos humo porque cualquier noche puede salir el sol».



«Fa una nit clara i tranquil·la, hi ha una lluna que fa llum.
Els convidats van arribant i van omplint tota la casa
de color i de perfums.
Heus ací a Blancaneus, en Pulgarcito, als tres porquets,
al gos Snoopy i el seu secretari l’Emili i en Simbad,
l’Ali Babà i Gulliver.

Oh! Benvinguts, passeu, passeu, de les tristors en farem fum.
A casa meva és casa vostra, si és que hi ha casa d’algú.

Hola Jaimito! Donya Urraca! En Carpanta i Barba-azul,
Frankestein i l’home llop, el compte Dràcula i Tarzan,
la mona Xita i Peter Pan.
La senyoreta Marieta de l’ull viu ve amb un soldat.
Els Reis d’Orient, Papà Noël, el Pato Donald i Pascual.
La Pepa maca i Superman.

Bona nit senyor King Kong, senyor Astèrix i Taxi Key,
Roberto Alcázar i Pedrín, l’Home del sac i en Patufet,
senyor Charlot i Obèlix.
En Pinotxo ve amb la Monyos, agafada de bracet,
hi ha la dona que ven globus, la família Ulises
i el capitán Trueno amb patinet.

A les dotze han arribat la fada bona i Ventafocs
en Tom i Jerry, la Bruixa Calitxa, Bambi i Mobby Dick,
i l’emperadriu Sissí.
Mortadelo i Filemó i Guillem Brown i Guillem Tell
la caputxeta vermelleta el llop ferotge,
el caganer, Cocoliso i Popeie.

Oh! Benvinguts, passeu, passeu. Ara ja no hi falta ningú,
o potser sí, ja me n'adono que tan sols hi faltes tu...
També pots venir si vols. T'esperem, hi ha lloc per tots.
El temps no compta ni l'espai...
Qualsevol nit pot sortir el sol».

«Hace una noche clara y tranquila, está la Luna que ilumina. / Los invitados van llegando y van llenando toda la casa / de colores y de perfumes. / He aquí a Blancanieves, a Pulgarcito, los Tres Cerditos, / el perro Snoopy, y su secretario Emilio, / y Simbad, / Ali Babá y Gulliver. / ¡Oh, bienvenidos, pasad, pasad! / de las tristezas haremos humo. / Mi casa es vuestra casa  / si es que hay ... casa de alguien. / Hola Jaimito y doña Urraca, y Carpanta y Barba Azul, / y Frankenstein y el Hombre Lobo, y el conde Drácula y Tarzán, / la mona Chita y Peter Pan. / La señorita Marieta del ojo vivo viene con un soldado, / los Reyes de Oriente, Papá Noel, el pato Donald y Pascual, / la Pepa Maca y Superman. / Buenas noches señor King Kong, / señor Asterix y Taxi Key,  Roberto Alcázar y Pedrín, / el Hombre del Saco y Patufet, / señor Charlot, señor Obélix. / Pinocho viene con la Moños agarrada del brazo, / está la mujer que vende globos, / la familia Ulises, / y el Capitán Trueno con patinete. / Y a las doce han llegado el Hada Buena y Cenicienta,  / Tom y Jerry, la Bruja Calixta, Bambi y Moby Dick, / y la Emperatriz Sissi. / Y Mortadelo y Filemón, y Guillermo Brown, y Guillermo Tell,  / Caperucita Roja, el Lobo Feroz y el ‘Caganer’, / Cocoliso y Popeye. / ¡Oh, bienvenidos, pasad, pasad! /Ahora ya no falta nadie, o quizás sí... / ya me doy cuenta que tan sólo ... faltas tú. / También puedes venir si quieres, / te esparamos, hay sitio para todos. / El tiempo no cuenta, ni el espacio. /Cualquier noche puede salir el sol».

Esta canción, tantas veces escuchada y disfrutada, me viene a proporcionar ahora las claves, tanto respecto a la forma en que me gustaría que fuesen leídas y sentidas las páginas siguientes como a lo que en ellas quisiera ser capaz de expresar como síntesis:

Presentación del libro "Crónica cantada de los silencios rotos"
en el Círculo de Bellas Artes de Madrid (26 de febrero de 1998).
 De izquierda a derecha: Marina Rossell, César Antonio Molina,
Fernando G. Lucini. Luis Pastor
y Víctor Freixanes.
Al fondo varios cuadros de la exposición "Arte y cancion".

«¡Bienvenidos! Pasad, pasad. Aquí hay sitio para todos los que sean capaces de aventurarse a la lectura con la transparencia y la honestidad de la ilusión limpia; aquí es posible el encuentro de todos aquellos que procuramos vivir saltando por encima de las barreras y de los lindes tramposos que a veces nos tiende el tiempo y el espacio. Esta es la crónica de un tiempo y de un país tal y como fueron capaces de cantarla –y hoy lo siguen haciendo– hombres y mujeres que supieron, con su canto, hacer de la tristeza humo; hombres y mujeres que fueron –y aun somos muchos los que lo seguimos siendo– esclavos de la esperanza; hombres y mujeres que quisieron –y aún somos muchos los que lo seguimos queriendo– "lo imposible para llegar a lo posible y, a la vez, lo posible para llegar a lo imposible" (Lluís Llach); hombres y mujeres que creemos que "cualquier noche puede salir el sol". Ese es nuestro rabioso derecho y, más aún, nuestro deber».

Y para iniciar esta crónica, me voy a permitir sustituir el sonoro descorchar de una botella de cava, por la sonoridad honda de una "toná" en la voz firme y profunda de Pepe Menese, en el verbo sabio y sensible de Francisco Moreno Galván y en la música de las guitarras de Enrique de Melchor y Manolo Brenes. (Como dice Manuel Tuñón de Lara, «Hay canciones y hay podemas que valen por miles de libros»; para mí, esta es una de ellas.)

«España Plaza Mayor
de tus pueblos y regiones
brotan por tus cuatro esquinas
la esperanza a surtidores».
("España Plaza Mayor". LP: "Andalucía 40 años").

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(1) Todos los latidos expresados en el primer párrafo de este "cuelgue", representan una pequeña muestra de nuestros cantares; cada uno de ellos está extraído del nombre o del contenido de algunas de las canciones que durante estos últimos años nos han acompañado. Son latidos de Luis Eduardo Aute, Carlos Cano, Elisa Serna, Paco Ibáñez, Pablo Guerrero, Luis Pastor, Javier Ruibal, Joan Manuel Serrat, Silvio Rodríguez, Hilario Camacho, Lluís Llach, Maria del Mar Bonet, Bibiano, Pi de la Serra, José Antonio Labordeta, Marina Rossell, Ovidi Montllor, Joaquín Sabina, Amancio Prada, Víctor Manuel, Ana Belén y Mikel Laboa.

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