Íñigo Coppel. |
Cuando yo era pequeño, allá en las aburridas tardes sureñas y provincianas, una de mis aficiones más sedentarias era tumbarme en el suelo, o en la cama, y pasarme largos ratos contemplando la diversidad de imágenes que se podían formar en un caleidoscopio que me había regalado mi padre... Dentro de aquel tubo de cartón, se encerraban mundos maravillosos que cambiaban y se transformaban de formas, de colores y de posibilidades de imaginación, con un simple moviendo de la mano... Recuerdo que un día, intrigado por el funcionamiento de aquel tubo misterioso decidí cargármelo para ver lo que tenía dentro y os aseguro que me llevé una gran decepción al comprobar que solamente contenía unos cuantos cristalitos de colores.
Cuento lo del caleidoscopio por dos razones. Una. Para demostrarme a mi mismo y al personal que yo también sé contar historias de mi pasado; lo que pasa es que no las cuento con música, cosa que el señor ÍÑIGO COPPEL hace de forma extraordinaria y consiguiendo acomplejar a cualquiera.
Imagínense un primer amor a los 13 años, ¿quién no lo ha tenido?... Yo mismo lo tuve y podría contarlo. Pero ¡claro! lo que yo pueda contar, por bien que lo haga, nunca será comparable a cómo lo escribe, le pone música y lo canta el amigo Íñigo; y es que Íñigo Coppel es un magnífico "contacantautor" de historias.
La segunda razón por la que al principió conté lo de mi caleidoscopio es porque en mitad del concierto que nos ofreció Íñigo, el pasado día 28 en la Sala Libertad 8, me vino, de repente, a la memoria aquel mágico artefacto asociado a sus canciones.
Lo que Íñigo Coppel canta, y el cómo lo hace, es realmente "caleidoscópico". Le he escuchado ya varias veces en directo y todas, y cada una de sus canciones, siempre surgen de su voz y de su guitarra de forma hermosa, pero siempre diferente... Sabes perfectamente de que va la canción –si no es nueva– pero nunca sabes la sorpresa sensitiva que puede provocarte. Es como si los colores, los tonos, los matices, el ritmo, las melodías, los gestos, los géneros musicales, los sonidos de su guitarra, su mirada, la cejilla... ¡yo que sé!... ¡todo él!..., se comportaran mágicamente como esos cristalitos de colores del caleidoscopio que siempre te sorprenden; son los mismos pero siempre generan composiciones hermosas y diferentes....
Y en el concierto del pasado 28 –en concreto– ese sentido "caleidoscópico" de la obra de Coppel, fue especialmente hermosos...; ¡fue un conciertazo!... A la salida todos lo comentábamos: "Este Coppel se supera por días. Es inmejorable". Creo que fue ayer cuando Pedro Pastor comentaba mi crónica diciendo: «Yo de mayor quiero ser Íñigo Coppel». Estoy de acuerdo con Pedro... «Yo, que ya soy mayor, o me reencarno en Iñigo Coppel, o a tomar viento las reencarnaciones».
Pongo un ejemplo: este "cantautor" –a él no le molesta que se le califique así, ¡y mira que es grande!– lo mismo te hace saltar del asiento con el más puro rock, como te sumerge en la ternura mas honda cuando se sienta frente al piano, toma su armónica y una copa de vino, y canta:
Cuento lo del caleidoscopio por dos razones. Una. Para demostrarme a mi mismo y al personal que yo también sé contar historias de mi pasado; lo que pasa es que no las cuento con música, cosa que el señor ÍÑIGO COPPEL hace de forma extraordinaria y consiguiendo acomplejar a cualquiera.
Imagínense un primer amor a los 13 años, ¿quién no lo ha tenido?... Yo mismo lo tuve y podría contarlo. Pero ¡claro! lo que yo pueda contar, por bien que lo haga, nunca será comparable a cómo lo escribe, le pone música y lo canta el amigo Íñigo; y es que Íñigo Coppel es un magnífico "contacantautor" de historias.
«Yo tenía 13 años y una cosa clara:
Quería que Laura me tocara,
llegar a ella era mi único objetivo,
la forma de saber que estaba vivo,
ella era hermosa, era malvada,
era creer en ella o no creer en nada.
El bar de moda era un lugar oscuro
lleno de adolescentes inseguros,
hubo un valiente que le pidió fuego
y al verla tan de cerca se quedó ciego,
ella era hermosa, era malvada
y yo, yo cambié el mundo aquella madrugada.
Llevaba el alcohol como una capa,
todo mi amor y mi chaqueya guapa,
iba hacia ella, la gente se apartaba
y al ver mis intenciones se santiguaba
ella era hermosa, era malvada,
sentí su olor y su alma despiadada.
Y entonces...
no sé que le dije, ojalá lo recordara,
solo se que su mano se estrelló en mi cara,
volé por los aires y cai de culo,
celebrando la victoria con disimulo,
ella era hermosa, era malvada,
siguió fumando como si nada.
Y yo salí a la calle a reírme del destino,
sé que me gritaban todos los vecinos
pero yo solo escuchaba a las estrellas
me decían tantas cosas bellas.
Ella era hermosa, era malvada,
y era creer en ella o no creer,
ella hermosa pero no era sagrada
y era creer en mi o no creer en nada».
("Laura y las desventuras del joven Coppel")
La segunda razón por la que al principió conté lo de mi caleidoscopio es porque en mitad del concierto que nos ofreció Íñigo, el pasado día 28 en la Sala Libertad 8, me vino, de repente, a la memoria aquel mágico artefacto asociado a sus canciones.
Lo que Íñigo Coppel canta, y el cómo lo hace, es realmente "caleidoscópico". Le he escuchado ya varias veces en directo y todas, y cada una de sus canciones, siempre surgen de su voz y de su guitarra de forma hermosa, pero siempre diferente... Sabes perfectamente de que va la canción –si no es nueva– pero nunca sabes la sorpresa sensitiva que puede provocarte. Es como si los colores, los tonos, los matices, el ritmo, las melodías, los gestos, los géneros musicales, los sonidos de su guitarra, su mirada, la cejilla... ¡yo que sé!... ¡todo él!..., se comportaran mágicamente como esos cristalitos de colores del caleidoscopio que siempre te sorprenden; son los mismos pero siempre generan composiciones hermosas y diferentes....
Y en el concierto del pasado 28 –en concreto– ese sentido "caleidoscópico" de la obra de Coppel, fue especialmente hermosos...; ¡fue un conciertazo!... A la salida todos lo comentábamos: "Este Coppel se supera por días. Es inmejorable". Creo que fue ayer cuando Pedro Pastor comentaba mi crónica diciendo: «Yo de mayor quiero ser Íñigo Coppel». Estoy de acuerdo con Pedro... «Yo, que ya soy mayor, o me reencarno en Iñigo Coppel, o a tomar viento las reencarnaciones».
Pongo un ejemplo: este "cantautor" –a él no le molesta que se le califique así, ¡y mira que es grande!– lo mismo te hace saltar del asiento con el más puro rock, como te sumerge en la ternura mas honda cuando se sienta frente al piano, toma su armónica y una copa de vino, y canta:
«Quizá con este vino
olvidemos el destino
por un momento
recuerda el viento
y brindemos por aquellos
que aún son libres y son bellos
recuerda el viento
recuerda el viento
¡Salud! ¡Salud! Mi hermano,
dejame darte la mano
y recuerda el viento».
("Recuerda el viento")
O te emociona y te sumerge en el más maduro de los romanticismo cuando convierte su canto en una confidencia honesta como está tan desbordante de pasión, de libertad y de ternura:
«Apaga la luz
y ven a mi lado
el mundo de ahí fuera no nos va a molestar.
No hace falta explicar
sé con quien has estado.
¿Acaso crees que me puedes engañar?
No me intentes mentir
ya lo han hecho otras veces.
¿Por que no probamos a decir la verdad?
Te diré, en cuanto a mi,
que esto es lo que parece:
Te quiero y no me importa nada más,
yo te quiero y no me importa nada más.
Son solo tus palabras las que rompen mi corazón
no te atrevas a explicarme a mi lo que es el amor,
yo sé de que va el amor.
Guarda tus palabras porque rompes mi corazón,
no te atrevas a explicarme a mi lo que es el dolor.
Y ahora escúchame bien,
si tu amor lo merece
yo sé jurarme entero de verdad,
por favor, besame,
porque esto es lo que parece:
Te quiero y no me importa nada más,
yo te quiero y ¡qué importa lo demás!».
("Esto es lo que parece")
Así es ÍÑIGO COPPEL, podría seguir escribiendo y escribiendo de él y de sus canciones. pero ¡no!..., ¡no voy a hacerlo!... Es muchísimo todavía lo que tendré que escribir de él en el futuro.
Después del concierto, yendo para mi casa, intrigado por las causas de las emociones sentidas aquella noche, tomé una decisión imaginativa y fantástica, similar a la de mi infancia, rompí el "caleidoscopismo de Coppe" y en esta ocasión, una vez roto, no me decepcioné; en su "calidoscopio musical" Íñigo no guarda cristalitos de colores; en él lo que atesora son emociones, vida vivida, sensibilidad, pasión por la música y sentimientos; y ¡claro!... ¡así es! y ¡así son sus canciones!
Íñigo Coppel. |
Chapeau!
ResponderEliminarChapeau!
ResponderEliminarGracias por los nuevos universos.
ResponderEliminar