Alberto Alcalá. |
«Vengo de avivar las ascuas
de afuera de la caverna [...].
De encender un mundo sin espacio
y de un tiempo sin horarios,
de un reloj sin prisa.
De exprimir la fantasía haciendo contacto
con el humo y con la risa,
de perder el sentido del tacto
y de ganarme, a cambio, otro punto de vista.
Vengo de un universo
abierto a los sentidos.
De un grano de polvo en el desierto,
de un destierro transitorio,
de un orgasmo en cada poro.
De hacerme un pespunte en la boca y ovillarlo al corazón
con hilos de risa floja;
de una razón en estado de coma profundo,
de un pulso de imaginación».
de un pulso de imaginación».
(Alberto Alcalá. "Habanera". Fragmento)
ALBERTO ALCALA, como ya decía en el cuelgue del pasado viernes, es un joven cantautor, de extraordinaria calidad, que con mucho trabajo –muchas horas de composición y de "cante" a sus espaldas– ha sabido escudriñar y "esponjarse" de los aires y de la esencia de la música popular andaluza –y, en concreto de la "Nueva Canción del Sur"– y que, a partir de ahí, vuela magistralmente a su aire, creando una poÉtica y unas composiciones musicales muy personales, y de una coherencia expresiva sorprendente... Él lo tiene muy claro: "Vendrán con el cuento de la hormiga y la cigarra a romperme la guitarra..., pero no..., no estoy dispuesto a empeñar primaveras".
Junto a esas cualidades artísticas y profesionales, Alberto, cuando canta –y cuando se habla con él– manifiesta una cualidad poco común en esto del universo "cantautoril", me refiero a su humildad natural –nada forzada–; humildad que le engrandece y le dignifica humanamente y que, a la vez –unida a su ironía y su sentido del humor– le convierte en un ser especialmente misterioso y atrayente...
A mi me pasa...; cada vez que le he escuchado cantar, he sentido una enorme curiosidad por conocer lo que hay más allá del umbral de sus silencios...; no tengo la menor duda –y no tengo más criterios para afirmarlo que el haberle escuchado cantar– de que Alberto atesora un mundo interior impresionante del que, poco a poco, podremos ir disfrutando en la medida en que nos vaya ofreciendo nuevas canciones...; que serán muchas, por cierto, porque aquí tenemos un "cantautor" pa'rato que tiene mucho y muy bueno por cantar.
Junto a esas cualidades artísticas y profesionales, Alberto, cuando canta –y cuando se habla con él– manifiesta una cualidad poco común en esto del universo "cantautoril", me refiero a su humildad natural –nada forzada–; humildad que le engrandece y le dignifica humanamente y que, a la vez –unida a su ironía y su sentido del humor– le convierte en un ser especialmente misterioso y atrayente...
A mi me pasa...; cada vez que le he escuchado cantar, he sentido una enorme curiosidad por conocer lo que hay más allá del umbral de sus silencios...; no tengo la menor duda –y no tengo más criterios para afirmarlo que el haberle escuchado cantar– de que Alberto atesora un mundo interior impresionante del que, poco a poco, podremos ir disfrutando en la medida en que nos vaya ofreciendo nuevas canciones...; que serán muchas, por cierto, porque aquí tenemos un "cantautor" pa'rato que tiene mucho y muy bueno por cantar.
Alberto Alcalá con Patricia Lázaro. |
Entrando ya más de lleno en el contenido de sus canciones es interesante destacar como en ellas se entrelazan, de forma muy espontánea y muy sutil, la profundidad de su pensamiento –o, tal vez mejor decir, de sus sentimientos–, y su claro sentido –heredado e integrado– de lo lo que ha de ser, en realidad, el "canto popular"; que a fin de cuentas no es otra cosa, desde mi punto de vista, más que expresión de "suspiros" –tolerados o prohibidos, según las circunstancias–. Suspiros que Alberto verbaliza y canta con una hermosa y muy simbólica utilización del lenguaje como puede constatarse en los siguientes textos tomados de alguna de sus canciones.
«Con intriga de hoja en blanco,
van cogidos de la mano
mi insomnio con tu narcolepsia;
tu clarividencia y mi falta de luz.
Y en el filo de este precipicio
hacen equilibrismo el vicio y la virtud».
("Vicio y virtud" Fragmento)
«Si sólo costara dinero, te compraría tiempo.
Si sólo valiese tiempo, te regalaría un reloj.
Si sólo cuesta dinero, yo te compro el tiempo.
Y al viento de contra le soplo a favor.
Un reloj que deje de darle
cuerda a la costumbre
que tiene el despertador
de encender el sol
cuando no da lumbre mi corazón.
Reloj, si es verdad que me tienes
las horas contadas
que empuje rotunda tu arena
cuando luzca penas,
cuando tus manillas me apaguen la voz».
("Por las ramas". Fragmento).
«Por derecho, tengo suelo;
por defecto, un alquiler,
que pago cuando yo quiero:
un mes sí, otro también.
Y tengo techo pa´resguardarme
cuando no escampa,
y una inundación de facturas
de luz y de agua,
que achico para que
me crezcan las plantas».
("Derecho y defecto". Fragmento).
¡Bienvenido sea Alberto Alcalá a este fantástico mundo mágico y entrañable; solidario, tierno y apasionado; contestatario y rebelde... que constituye la "canción de autor"!... Y para concluir, solo una afirmación que me atrevería a hacer rotunda: Alberto, dentro del panorama músico-cultural de este país nuestro, es una esperanza... Yo al menos así lo creo, y además, es curioso, todo el personal con el que he hablado de él, piensa lo mismo: «Es bueno, muy bueno».
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