Quintín Cabrera. Foto de Juan Miguel Morales. |
Quedan tres días para acabar el año, y deseo dedicárselos, en este blog, a un cantor, y buen amigo, llamado QUINTÍN CABRERA. El motivo de mi deseo tiene su origen en una pequeña anécdota que viví el lunes pasado en Rivas. Voy a contar esa anécdota, para lo que necesariamente tengo que remontarme a unos días antes de que me ocurriera.
Cuando estaba ultimando los preparativos de la exposición que actualmente se muestra en el el Centro Cultural "Federico García Lorca" de Rivas, me acordé de Quintín y de los buenos –¡buenísimos!– ratos que compartimos hasta el último momento en que se nos marchó.
Recuerdo con todo detalle, por ejemplo, la grabación de su último CD "Naufragios y palimpsestos", disco que tuve el placer de dirigir dentro de la colección "El canto emigrado de América Latina", editado a finales de 2008... Uno de aquellos días, en que ya estábamos acabando de grabar el disco, Quintín se nos presentó en el estudio –concretamente en los Estudios CATA– con una canción no prevista en el plan de trabajo y que, por supuesto, como era su deseo, incluimos en el CD; la canción se llamaba "Baila caliente", y en ella hacia una entrañable descripción de como había sido el nacimiento y la historia de aquel proyecto discográfico ya hecho realidad. La canción empieza así:
Recuerdo con todo detalle, por ejemplo, la grabación de su último CD "Naufragios y palimpsestos", disco que tuve el placer de dirigir dentro de la colección "El canto emigrado de América Latina", editado a finales de 2008... Uno de aquellos días, en que ya estábamos acabando de grabar el disco, Quintín se nos presentó en el estudio –concretamente en los Estudios CATA– con una canción no prevista en el plan de trabajo y que, por supuesto, como era su deseo, incluimos en el CD; la canción se llamaba "Baila caliente", y en ella hacia una entrañable descripción de como había sido el nacimiento y la historia de aquel proyecto discográfico ya hecho realidad. La canción empieza así:
«La idea fue de Lucini,
Mendo y Fuster la apoyaron
y aquí estamos los sudacas
grabando lo que cantamos».
Luis Mendo y Bernardo Fuster fueron los encargados de la producción musical.
Quintín Cabrera y Fernando Lucini, durante la grabación del disco «Naufragios y palimpsestos». (Foto Juan Miguel Morales). |
Aquel recuerdo de Quintín –surgido mientras preparaba la exposición de Rivas– me suscitó la necesidad de dedicársela a él, y de hacerlo de una forma íntima –entre nosotros–, sin darle demasiada publicidad. Fué así como busqué una de sus fotografías, creada por Juan Miguel Morales, y cómo decidí colgarla a la entrada de la exposición con un cartel que dice: «Amigo mío del alma». La fotografía es inédita, me la cedió en su día Juan Miguel, y creo que, de momento, es ejemplar único; ni yo mismo dispongo de una copia escaneada para colgarla en el blog en este momento.
Momento de la inauguración de la exposición «...Y LA PALABRA SE HIZO MÚSICA» en el que recordé a Quintín Cabrera; su fotografía aparece al fondo a la izquierda. |
Realizada toda esta larga introducción, vuelvo a la anécdota que viví el lunes pasado, a partir de la que he decidido dedicarle a QUINTÍN CABRERA los tres últimos cuelgues de este año que se nos va.
Estaba en la exposición esperando a unos personas que con las que había quedado y observé como una pareja de jóvenes –casi adolescentes– contemplaba muy atentamente la fotografía de Quintín. Me acerqué a ellos y escuché lo que hablaban. Le decía el chico a la chica: «¿Tú sabes quién es?»... «No –contestó la chica– pero debe ser argentino porque está tomando mate»... Entonces, sintiendo la necesidad de dirigirme a ellos, les dije: «Perdonar que me meta en vuestra conversación; este señor del mate y la guitarra es un cantor uruguayo que falleció hace poco más de dos años. Llegó a España en 1968 y ha sido –y será siempre– uno de los más geniales y generosos cantautores de nuestro país»... E iniciado el acercamiento, recorrimos juntos toda la exposición. Fue un placer.
Pues bien, a esos dos jóvenes, y a todas aquellas personas que no hayan conocido a Quintín Cabrera, quiero dedicarles éste, y los próximos cuelgues.
Quintín Cabrera. «Para ser revolucionario –repetía con cierta frecuencia– hay que hacer las cosas con amor». |
Quintín nació en Montevideo (Urugay) el 25 de abril de 1944 y falleció en Madrid el 12 de marzo de 2009. Empezó a componer sus primeras canciones ya a los dieciséis años, cuando, tras la muerte de su padre, los compañeros del Liceo Nocturno le regalaron su primera guitarra.
«Fue entonces cuando empecé a hacer canciones para mí y para mis amigos –le comentaba a Luis Suárez Rufo, en una entrevista publicada, en 1976, en la revista "Ozono"–, y, sin darme cuenta, advertí que lo que hacía emocionaba a un cierto número de gente. [...] Así, estudiando por la noche –magisterio y agronomía, que nunca terminé– y trabajando por el día (fui camionero, vendedor, empaquetador, oficinista, carpintero...), llegué a ir agrandando mi pequeño círculo de oyentes».
A principios de los años sesenta, Quintín se integró en el Comité de Arte Popular, que dirigía el musicólogo Casto Canel, y tuvo su primera actuación en público, como cantante, en el teatro Zitlowski, de Montevideo.
En 1967 viajó a Cuba, junto con otros creadores, entre los que se encontraban Marcos Velásquez, Daniel Viglietti o Aníbal Sampayo –como integrantes de la delegación uruguaya–, para participar en la celebración del "Primer Encuentro Internacional de la Canción Protesta" celebrado en Varadero.
Aquel histórico encuentro –del que surgiría posteriormente la "Nueva Trova Cubana"– fue organizado por la Casa de las Américas de Cuba y se celebró a partir del 24 de julio de 1967, con la participación de cantantes de dieciséis países: Chile, Uruguay, Perú, Argentina, Paraguay, México, Cuba, Haití, Estados Unidos, Inglaterra, Francia, España, Portugal, Italia, Austria y Vietnam.
Su objetivo fue mantener, durante tres días, diferentes sesiones de trabajo para analizar, a nivel internacional, los aspectos comunes de la llamada, en aquel momento, "canción protesta", así como analizar conjuntamente las vinculaciones de ese movimiento musical y poético con la lucha en defensa de la liberación de los pueblos oprimidos y contra la discriminación racial. (Esta tarde, entraré en el blog, con un nuevo "cuelgue" dedicado a la "resulución final" que se redactó tras finalizar aquel encuentro).
Para Quintín Cabrera, participar en aquel encuentro fue una experiencia muy importante y definitiva para su vida como compositor y como intérprete, sobre todo porque le proporcionó la gran oportunidad de conocer y de poder intercambiar puntos de vista y canciones con creadores de dieciséis países, entre los que figuraban Carlos Puebla –cubano–, Luis Cilia –portugués–, Rolando Alarcón y Ángel e Isabel Parra –chilenos–, Oscar Matus –argentino–, Oscar Chávez –de México–, Julius Lester y Barbara Dane –estadounidenses–, Claudio Vinci –francés–, Martha Jean Claude –haitiana–, o Raimon, que acudió en representación española.
«Aquélla fue la gran oportunidad de descubrir que si alguna vez habíamos caído en el error de pensar que estábamos solos, no lo estábamos –comentó Daniel Viglietti–. Nos encontramos desde todos los continentes la misma actitud de búsqueda, de denuncia, con unas formulaciones más o menos parecidas».
Respecto a Quintín, la escritora cubana Clara Díaz Pérez, recoge, en su libro "Sobre la guitarra" (Ed. Letras Cubanas, 1994), la siguiente anécdota: una tarde –ya casi de anochecida–, todos los participantes del encuentro sostuvieron una charla amistosa e informal con Fidel Castro, que finalizó con un concierto familiar e improvisado en el que Quintín Cabrera interpretó su canción "El fantasma" –dedicada al Che–; Fidel entusiasmado, al escucharla, exclamó: «Lo que canta ese chico es mucho más directo y eficaz que un mitin» –razón llevaba.
Finalizado el encuentro cubano, Quintín tuvo varias actuaciones en La Habana, Varadero y Santiago, y participó, junto con Carlos Puebla, en la filmación de un corto para la televisión francesa.
Y la historia continúa..., la retomaremos mañana.
En 1967 viajó a Cuba, junto con otros creadores, entre los que se encontraban Marcos Velásquez, Daniel Viglietti o Aníbal Sampayo –como integrantes de la delegación uruguaya–, para participar en la celebración del "Primer Encuentro Internacional de la Canción Protesta" celebrado en Varadero.
Aquel histórico encuentro –del que surgiría posteriormente la "Nueva Trova Cubana"– fue organizado por la Casa de las Américas de Cuba y se celebró a partir del 24 de julio de 1967, con la participación de cantantes de dieciséis países: Chile, Uruguay, Perú, Argentina, Paraguay, México, Cuba, Haití, Estados Unidos, Inglaterra, Francia, España, Portugal, Italia, Austria y Vietnam.
Su objetivo fue mantener, durante tres días, diferentes sesiones de trabajo para analizar, a nivel internacional, los aspectos comunes de la llamada, en aquel momento, "canción protesta", así como analizar conjuntamente las vinculaciones de ese movimiento musical y poético con la lucha en defensa de la liberación de los pueblos oprimidos y contra la discriminación racial. (Esta tarde, entraré en el blog, con un nuevo "cuelgue" dedicado a la "resulución final" que se redactó tras finalizar aquel encuentro).
Para Quintín Cabrera, participar en aquel encuentro fue una experiencia muy importante y definitiva para su vida como compositor y como intérprete, sobre todo porque le proporcionó la gran oportunidad de conocer y de poder intercambiar puntos de vista y canciones con creadores de dieciséis países, entre los que figuraban Carlos Puebla –cubano–, Luis Cilia –portugués–, Rolando Alarcón y Ángel e Isabel Parra –chilenos–, Oscar Matus –argentino–, Oscar Chávez –de México–, Julius Lester y Barbara Dane –estadounidenses–, Claudio Vinci –francés–, Martha Jean Claude –haitiana–, o Raimon, que acudió en representación española.
Quintín Cabrera en La Habana (1967), cantando con la guitarra de Carlos Puebla y junto a Bárbara Dane, que sostiene el micrófono. |
«Aquélla fue la gran oportunidad de descubrir que si alguna vez habíamos caído en el error de pensar que estábamos solos, no lo estábamos –comentó Daniel Viglietti–. Nos encontramos desde todos los continentes la misma actitud de búsqueda, de denuncia, con unas formulaciones más o menos parecidas».
Respecto a Quintín, la escritora cubana Clara Díaz Pérez, recoge, en su libro "Sobre la guitarra" (Ed. Letras Cubanas, 1994), la siguiente anécdota: una tarde –ya casi de anochecida–, todos los participantes del encuentro sostuvieron una charla amistosa e informal con Fidel Castro, que finalizó con un concierto familiar e improvisado en el que Quintín Cabrera interpretó su canción "El fantasma" –dedicada al Che–; Fidel entusiasmado, al escucharla, exclamó: «Lo que canta ese chico es mucho más directo y eficaz que un mitin» –razón llevaba.
Finalizado el encuentro cubano, Quintín tuvo varias actuaciones en La Habana, Varadero y Santiago, y participó, junto con Carlos Puebla, en la filmación de un corto para la televisión francesa.
Y la historia continúa..., la retomaremos mañana.
Maestro, padre y cantor. Un ejemplo de humanidad y compromiso con el hombre, con el mundo y con la vida. Una nostalgia infinita recordando su abrazo...
ResponderEliminarmaestro lucini, gracias por traer a tu casa a este gran trovador uruguayo y del mundo.
ResponderEliminarno hay que olvidarle.... su obra es importante.
un besazo!!!!!