José Angonio Labordeta. (Fotografía de Carlos Miralles). |
Acercándonos ya al final de esta especie de retrato poético que he venido trazando a lo largo de toda esta semana sobre la obra y la personalidad de José Antonio Labordeta, resulta imprescindible detener la mirada, y abrir de par en par los sentimientos, ante lo que, bajo mi punto de vista, configura el gran secreto de su profunda y descarada humanidad.
El gran secreto que esconde, que fortalece y que mantiene en Labordeta su esperanza, sus sueños de libertad y su capacidad solidaria, es el "amor" y la "ternura".
«Porque no nos ven hablar
dicen que no nos queremos...
a tu corazón y al mío
se lo pueden preguntar...».
("Canción de amor")
«No tengo más silencio que tus labios,
ni tengo más palabra que tu voz,
ni más gesto pequeño que tus manos...»
("Cuando eres yo»)
«Los sueños se van perdiendo
como una vieja canción
si tu amor no se cumpliera
donde quedaría yo
solitario y sin razón».
("De ti por mi")
Para José Antonio Labordeta, desde el inicio de su creación poética, el "amor" es un valor y una experiencia que se hace presente a lo largo de toda su obra.
Concretamente, en 1976, grabó su "Canción de amor"; canción que, a través de una sucesión de hermosísimas imágenes simbólicas, nos ofrece una clara definición de lo que supone ese valor en su experiencia.
Concretamente, en 1976, grabó su "Canción de amor"; canción que, a través de una sucesión de hermosísimas imágenes simbólicas, nos ofrece una clara definición de lo que supone ese valor en su experiencia.
José Angonio Labordeta. (Fotografía de Carlos Miralles). |
«El amor es el silencio,
la palabra guardada en el pecho,
es el mar batiendo contra el mar,
son islas halladas entre la soledad
Son palomas al viento,
huracanes de luz,
vendavales de llanto,
ríos de juventud,
o tan sólo unas manos unidas a tu voz.
El amor es la tormenta
contenida en un aire que inquieta.
Es la luz golpeando la luz,
son los árboles rotos dentro de un vendaval.
Son muchachos riendo,
campanario y volcán,
gritos de despedida,
labios para besar,
fatigosas mañanas después de amar».
("Canción de amor")
En el contexto de esa visión del "amor" abierto, comprometido y solidario, en las canciones de Labordeta podemos encontrarnos también con un aragonés romántico; ser humano de alma robusta y duro como el cierzo, que necesita y sabe engendrar y compartir espacios y tiempos para la ternura: «Amor, que ternura amor queda junto a ti al amanecer».
Necesitaría ahora extenderme largamente sobre los textos de las canciones de amor que José Antonio ha creado, y que en 1997 recopiló en un CD al que le puso precisamente ese título: "Canciones de amor"; como el hacerlo en este momento alargaría excesivamente este "cuelgue", me limitaré, tan solo, a reproducir el texto de dos de ellas, para mí, dos de las más hermosas:
«He posado mis manos en tus hombros
igual que el viento sobre el mar.
He cubierto de besos tus rodillas
y de luz tu soledad.
He navegado el iris de tus ojos
como navegan barcos al azar
y he prendido mis labios a tu rostro
con la fuerza de un huracán.
Amor, esperanzadamente amor
amor lejanamente amor
amor en qué lado del mar está tu vida
en qué lado del mar está la luz.
He cruzado la lluvia de tus pechos
igual que albatros al volar
y he dejado muy suave en tus cabellos
el sabor de las olas y la sal.
He traspasado el mar de los olvidos
buscando tu figura en el rincón
donde crece tu frente como alisios
que indican el poniente para el sol».
("Mar de amor")
«Vendrá el otoño y tendrá tus ojos,
tus ojos dulces de esos atardeceres
en que la mar se siente estremecida
por el sabor a párpado del cielo;
vendrá el otoño y tendrá tus ojos.
Vendrá el invierno y tendrá tus labios
los labios tenues que besan con asombro
la nieve hermosa que cubre las praderas
como cansinos pájaros de hielo;
vendrá el invierno y tendrá tus ojos.
La primavera será como tu cuerpo
cubierto siempre de árboles y nidos,
de mansos lagos y besos detenidos
contra las noches de estrellas y de ríos;
la primavera será como tu cuerpo.
Vendrá el estío y tendrá tus manos,
tus manos llenas de risas y de olvidos
para cruzar con ellas y contigo
la eternidad por la que hemos crecido;
vendrá el estío y tendrá tus manos».
("Y tendrá tus ojos")
Y hablando del amor, del amor real, tangible y cotidiano, tal y como José Antonio Labordeta lo vivió y lo expresó en su obra poética, resulta inevitable hacer presente –como él lo hizo en sus canciones– a Juana de Grandes, su compañera de camino.
Juana de Grandes y José Antonio Labordeta. |
Siempre se ha dicho que detrás de un gran hombre hay una gran mujer; yo personalmente pienso de otra manera; creo que siempre al lado de unas gran mujer puede haber un hombre soñador, esperanzado y enamorado de la vida. En este sentido me siento radicalmente identificado con la experiencia que nos transmite Mario Benedetti en uno de sus poemas: «Cómo voy a creer –dijo fulano– / que la utopía ya no existe / si vos, mengana dulce, / osada, tierna, / si vos sos mi utopía».
Esta experiencia y este modo de pensar y de vivir la relación cotidiana con la mujer a la que se ama, es también compartida por Labordeta tal y como se traduce en dos de sus más bellas canciones: «Juana», grabada en 1989, y, «Porque avanzamos juntos», grabada diez años antes, en 1978.
«Es como el silencio de la mar bravía;
como la nostalgia de la ausencia viva,
es casi la lluvia por la tierra mía,
es el pan y el agua que termina el hambre,
que sacia la sed:
Estoy hablando de una mujer».
("Juana")
La escucho trajinar entre los críos.
Cuando sus ojos cantan, cantamos todos:
canta la soledad y canta el río,
canta la calle entera, canta el olvido.
Qué lejos queda ya aquel principio,
nuestro primer andar por un otoño
de una ciudad sumida en su contorno
de amarga represión, de miedo y odio.
Qué lejos queda ya aquella incierta edad
donde se prohibía hablar de libertad.
Eran días de tedio y cine malo,
días de soledad sólo salvados
por la ilusión de estar siempre a tu lado,
pequeña isla de paz en un mundo asustado».
("Porque avanzamos juntos")
Juana de Grandes y José Antonio Labordeta. (Fotografía de Maika Salguero). |
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