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miércoles, 9 de febrero de 2011

CÉSAR RODRÍGUEZ - II. "Se va enredando, enredando como en el muro la hiedra", que diría Violeta

Y ahora, tras los "introitos" anteriores, voy a comentar lo que me ha sugerido el disco "Déjame entrar", de CÉSAR RODRÍGUEZ.


De entrada me ha impactado la madurez musical, poética e interpretativa proyectada por César en su primer disco; madurez atribuible, por una parte, a sus más de diez años de trabajo: creando, componiendo, escribiendo, y, sobre todo, creyendo en lo que hacía, y amando este viejo, duro y hermoso oficio que es cantar; y madurez subrayada con el "mimo" –con el "apasionamiento", diría yo– con que ha contado al rodearse de músicos-amigos tan extraordinarios como Antonio Toledo, Mellén, Manuel Miguez, Alejandro Martínez, Antonio Peñalver, Irene López, Úrsula García, Miguel Rodrigáñez, Israel Jiménez, Alfredo Ochoa y, en particular Antonio de Pinto. 

Musicalmente estamos ante un disco muy bello... desde mi punto de vista: ¡impecable!

Antonio de Pinto, que conoce bien a César, ha realizado una producción muy cuidada; me atrevería a decir, que tremendamente tierna y elegante, sabiendo realzar y dibujar, en todo momento, la impecable voz de César; voz clara; limpia; madura; segura; íntima, rotunda o desgarrada según sea necesario; y, sobre todo, convincente; voz que se va colando, canción a canción, sin necesidad de pedir permiso. 

A todo ello se une, de forma inseparable, un conjunto de canciones –quince– que son como quince secuencias, muy bien narradas o descritas, de la realidad cotidiana.

Canciones de amor y desamor vividas, que marcan rutas y caminos de identidad, como "Déjame entrar", "Verás como al final", "Tira de mi", "Bienvenida", "Con la cabeza agachada", "La clace", o "Cortando rosas".

«Y no pienses que te engaño
si te digo que hace años que no siento este calor
porque todo mi pasado ya no es nada comparado
con lo que hay entre tú y yo [...]
Que esta vida que yo vivo
no tendría ningún sentido sin el eco de tu voz».
("Bienvenida")


«Qué queda de lo que tuvimos con tanta torpeza?
que pena que todo se acabe casi igual que empieza [...]
Me acuerdo de ti, no puedo dormir si no es en tu almohada [...]
Ya no voy cortando rosas del camino hacia tu casa...».
("Cortando rosas")

«Y ahora vuelvo con la cabeza agachada,
a limpiar mis armas, a esconder las balas
que no supe disparar contra tu alma
para retenerte, para rescatarte...».
("Con la cabeza agachada")

Canciones de amigo –como "Colisión" o "La noche kedada", y canciones en las que César va desgranando sutilmente retazos o destellos de su personalidad, que lo son, a la vez, de su tiempo y de su generación: «Un nuevo siglo, ¿en qué debo creer? se me acaba el calendario»... «¿Y quien cree en el amor si apenas queda? ¿Buscarlo, acaso es lo que uno debe? Tendré que conformarme mientras pueda con darle al corazón una y mil vueltas»... «Intento dejar las puertas abiertas a todas las propuestas»... «Y creo en lo que creo porque lo tengo a mi lado y lo demás no me importa»... «Y escribo lo que escribo por sentirme liberado»... «Y al cantar me desnudo más y eso nadie me lo quita»... «Y en esto me baso».




En resumen, quince canciones que te piden entrar y que entran, ¡joder que si entran!... entran y se van "enredando, enredando en la intimidad como en el muro la hiedra", que diría Violeta Parra, ella hablando del amor, yo refiriéndome a las canciones de César Rodríguez...; "y van brotando, brotando como el musguito en la piedra".

2 comentarios:

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