En febrero de 2010, nada más regresar de La Habana de presentar mi último libro, Miguel Hernández. ¡Dejadme la esperanza!, con mis 64 años recién cumplidos, tomé la decisión de plantearme un cambio en mi relación con la «canción de autor». Pensé en dejar de ser su cronista, tal y como venía siéndolo desde hacía años, para convertirme en un simple «disfrutante» de los creadores y las canciones que me emocionaban. En aquel momento, aunque acababa de escribir el libro de Miguel Hernández, hacía casi dos años que me había desconectado de la música para centrarme en la pedagogía. La canción y la pedagogía, que a lo largo de mi vida han sido dos amantes llamadas a convivir y a entenderse, a veces se han distanciado; aunque eso sí, por poco tiempo. Al final siempre han vuelto a encontrarse.
Tomada esta decisión, me dediqué con calma a recuperar y a volver a disfrutar de los discos y las canciones que habían sido parte importante de mi vida. A la vez, me puse a curiosear por las tiendas de discos y las salas de conciertos de Madrid (y de fuera de Madrid cuando salía de viaje) en busca de jóvenes autores y nuevas canciones que pudieran acrecentar mi disfrute.
Aquella búsqueda, en un principio, me resultó muy desconcertante. Es cierto que seguí encontrando nuevas y magníficas creaciones de muchos de los cantautores de la primera y la segunda generación; pero me sorprendió que muy poco de lo que iba descubriendo y escuchando de la canción más joven lograba emocionarme. Era evidente que, en aquel momento, el contenido y la proyección social y ética de la «canción de autor» se estaba diluyendo. Se notaba que estaba demasiado contagiada del individualismo tan característico de la época; y su identidad, desde mi punto de vista, empezaba a dispersarse.
Ante aquella situación, tal fue mi desconcierto que en algún momento llegué a pensar, por supuesto sin llegar a aceptarlo, que por fin había llegado la tan cacareada «crisis» que desde siempre venían aireando los enterradores de la «canción de autor». Había llegado o estaba a punto de llegar. En aquellas circunstancias yo también fui de los que se preguntaron: «¿Dónde están los jóvenes cantautores?».
Recuerdo que el 17 de noviembre de 2010, comiendo con un buen amigo que me conoce bien y que había sido recientemente mi editor, tras comentarle mi desconcierto, me dijo: «Deja de lamentarte y no te rindas, sigue apostando y reivindicando aquello en lo que crees. ¿Por qué no te creas un blog y vas escribiendo todo esto que vas descubriendo y me estás contando?». Yo de aquello de los blogs sabía muy poco. Enseguida me di cuenta de que lo que mi amigo me estaba sugiriendo era que volviera a mi condición de cronista, pero ahora en un formato más moderno: internet. Hablamos más de una hora sobre el tema y aunque en apariencia yo me resistía, al final me convenció. Hoy por hoy, mi amigo José Manuel Gómez sabe bien lo mucho que le agradezco que se empeñara tanto en convencerme.
Aquella misma tarde, nada más llegar a casa, con la ayuda de mis hijos, lo preparamos todo para lanzar la primera entrada de mi blog al día siguiente. Un blog al que, sin pesarlo mucho (no me hacía falta), llamé Cantemos como quien respira, reivindicando, de nuevo, la palabra y la presencia de Gabriel Celaya.
Empecé escribiendo prácticamente a diario, lo cual me exigió dedicar muchas horas a la investigación y a la reflexión. También me obligó a mantener de nuevo una disciplina de trabajo. Y según fueron pasando los meses fui saliendo de mi desconcierto hasta llegar, una vez más, al total convencimiento de que aquello de la «crisis» de la «canción de autor» volvía a ser una falacia.
Es cierto que en aquellos años la «nuevamente nueva canción de autor» y sus jóvenes creadores, que empezaban a ser multitud, estaban atravesando un proceso de búsqueda y transformación en el que (permitidme la metáfora) se estaba metiendo y mezclando en el mismo saco y sin ningún criterio lo bueno, lo malo, lo regular y «lo otro»; situación realmente desconcertante porque llegó a formarse un batiburrillo en el que se hacía bastante complicado el discernimiento.
Personalmente, gracias al blog empecé a descubrir y a disfrutar de nuevas creaciones y creadores (nuevos cantautores) que estaban realizando trabajos (en muchos casos su ópera prima) muy hermosos y de gran calidad, o sea, generando sensibilidad y emociones.
En todo este proceso de descubrimiento tengo que destacar un acontecimiento del que fui testigo directo y sorprendido en el mes de noviembre de 2011. Acontecimiento que, bajo mi punto de vista, marcó en gran medida el rumbo de una nueva generación de cantautores que, en el marco de la diversidad, venían a ofrecer una coherencia y una calidad musical y poética indiscutibles. Fue como un destello musical y poético, ya en pleno siglo XXI, que evocó en mí aquellos colectivos de cantautores de los años setenta a los que he hecho referencia en los primeros capítulos de «mi vida entre canciones»: Els Sets Jutges, Ez Dok Amairu, Voces Ceibes, Canción del Pueblo o Manifiesto Canción del Sur.
Fueron un grupo de trece cantautores, nacidos en la década de los ochenta y procedentes de distintos rincones del país, que decidieron unirse, rompiendo con el individualismo, para formar un colectivo al que llamaron Generación ochentií. Grupo inicialmente integrado por Adriana Moragues, Alberto Alcalá, Álvaro Laguna, Ángela Biedma, Antonio Hernando «Petete», Carmen Boza, Dani Fernán, Gema Cuéllar, María Peláez «Alsondelpez», María Rozalén, Paskual Kantero «Muerdo», Patricia Lázaro y Road Ramos.
Sobre la Generación Ochentií y su presentación en el Café Libertad 8 de Madrid el 24 de noviembre de 2011 realicé varios cuelgues en el blog Cantemos como quien respira. De uno de ellos es el siguiente fragmento:
«Iniciativas como la de la Generación Ochentií son lo que estamos necesitando en nuestro país porque proyectan vida, juventud, belleza, alegría, calidad, esperanza y entusiasmo (que falta nos hace). Se trata de una iniciativa que surge del amor y la pasión por el trabajo que realizan trece cantautores, o sea, por el arte de hacer canciones y cantarlas. ¡Lástima que, hoy por hoy, no se apoyen ni se impulsen proyectos culturales como este!»
He destacado este acontecimiento porque tuve la oportunidad de vivirlo y fue el que en aquel momento me sacó definitivamente de la situación de desconcierto que experimenté entre los años 2010 y 2011.
Desde entonces, trabajando a diario en el blog el horizonte de la «canción de autor» se me ha ido haciendo cada vez más esperanzador gracias al trabajo, difícil y a la vez apasionante, de varios cientos de cantautores. También gracias a las crónicas e informaciones de blogs y páginas web como Cancioneros.com, El templo de las borracheras, Al caer el sol, El blog de piedra de sol y A la orilla de una guitarra; y a todos los demás proyectos e iniciativas que, en la misma línea de la Generación Ochentií, le han dado y le siguen dando vitalidad y calidad a este género poético y musical que ya ha cumplido el 61º aniversario de su nacimiento. Proyectos como el Festival Internacional de Barnasant, con el extraordinario Pere Camps a la cabeza y en el corazón (el festival, sin duda, más importante que se celebra en nuestro país); los numerosos Micros abiertos que se realizan por todo la geografía española, destacando, en particular, el que se celebra en el Café Libertad 8, creado por Andrés Sudón; Abril para Vivir, en Granada; Música por la Voluntad, proyecto liderado por Julio Hernández en Madrid; Cantigas de Mayo y Clave de Sol, en Murcia; Canciones que alimentan, en Alcalá de Guadaira; Universo de Trapo, en Sevilla, con Pedro Sosa contagiándole su fuerza y su solidaridad; Cantautaria, con Paco de Borja, en Cáceres; Y toco porque me toca, sueño posible gracias a Chema Lara; Viernes de Cantautar, en Galicia, donde han dejado «alma, corazón y vida», por ejemplo, Paris Joel y César de Centi; Versos sobre pentagrama con Rafa Mora y Moncho Otero, en Madrid; SdMA. El canal de los cantautores; Cantamañanas y Cantautores en Campo de la Cebada, también en Madrid; Los nueve gatos, en Barcelona; Cantautores de Vegueta, en Las Palmas de Gran Canaria; Festival Otoño, en Navarrés, organizado por los amigos de Joan Baptista Humet; el Festival de Campano, celebrado en Chiclana de Frontera (Cádiz) con el esfuerzo y el entusiasmo de José Manuel de Villena, etc, etc, etc…
En realidad es tanta y tan intensa la vitalidad, o sea, el dinamismo y la vida activa que tiene nuestra «canción de autor» en la actualidad que, llegado a este punto de Mi vida entre canciones, siento la irrenunciable necesidad de plantearme un punto y aparte y, en cuanto me sea posible (espero que pronto), escribir un nuevo libro que tal vez podría titularse Vivir entre canciones en el siglo XXI. De estos últimos diecisiete años de nuestra «canción de autor» queda mucho por contar.
Finalmente, para concluir, necesito hacer dos puntos y aparte.
PRIMER PUNTO Y APARTE. A lo largo de los últimos quince años de mi vida, he soñado con la posible, y creo que necesaria, creación de un «Centro de Investigación y Desarrollo de la Canción de Autor». Un sueño por el que he luchado mucho y en el que he puesto y dejado muchas ilusiones.
Un centro en el que se recogerían todos mis archivos y el patrimonio que he ido acumulando y coleccionando a lo largo de «mi vida entre canciones», y desde el que se impulsaría el crecimiento, la calidad y la difusión de nuestra «canción de autor».
En este sentido, he realizado varios intentos que, por unos u otros motivos, han fracasado. Hoy, llegando al final de Mi vida entre canciones, siento la alegría de poder compartir la gran noticia de que por fin ese Centro de la Canción de Autor va a ser una realidad en Granada, dentro del proyecto Abril para vivir, creado por Juan Trova (su director) y José Luís Pareja. Ya han viajado hasta Granada buena parte de mis archivos y en los próximos meses podremos anunciar y celebrar su definitivo nacimiento, con la colaboración del Ayuntamiento de Granada.
SEGUNDO PUNTO Y APARTE. Al encarar la recta final de este libro me queda la intranquilidad de que en sus páginas no hayan aparecido nombres significativos que han sido parte importante de la «canción de autor» en estos 61 años. Intranquilidad que procuro relajar remitiendo a la enciclopedia …Y la palabra se hizo música y, más recientemente, a la web Canción con todos (web en construcción que en este momento cuenta con el respaldo y la difusión de la Sociedad General de Autores, en la que estoy recogiendo las biografías y las obras de más de mil autores e intérpretes).
Tampoco quiero dejar de nombrar en este segundo punto y aparte a algunos amigos aún no mencionados que siempre han estado ahí, queriéndome y apoyándome, y que han sido parte incuestionable de «mi vida entre canciones»: Paloma López, Paco Navarro, Elena Bermúdez, Candela Junco, Xavier Pintanel, María Gracia Correa, Carlos Javier Monge, José Montoro, Víctor Alfaro, José Luis Martínez, Imma Hernández, Alejandro Romano, Alberto Oliveros, Natty Vacas, Pi Moraga Lorenzo, Paco Clavijo, David Tolber, Pedro Soriano, Luis García Gil, Juan Carlos Prados, Alberto Dobar, Íñigo Zumárraga, Juan Gamero, Gabriel Encinas, Pedro Alférez, Cinty Ele, Paco Gutiérrez, Fernando Bódalo, Ricardo Galán, José Sánchez Hidalgo, Inés Poveda, Manolo Charoles Míguez, Rodolfo Serrano, Enrique Martínez, Andrés Vázquez, Jara García.
Finalmente, agradecer también los poemas, las canciones y lo dibujos que me han dedicado a "mí vida entre canciones", o al blog Cantemos como quien respira: Alfonso Baro Alcedo, Juan Trova, Orli Pineda, María Barnuevo, Albeto Saura, Tontxu, Fernando Lobo, Diego Ojeda, Road Ramos, Pedro Alférez, Worve, Ana Gema Gómez, Ángel Idígoras, Luis Eduardo Aute, Julio Santiago, El Tío Antoño, Daniel Sesé, Joaquín Ferrer Guayar, Roberto Ramos Mori, José Sánchez Hidalgo, Joaquín Castro Falcón, Adriana Moragues, Fernando Bellver, Juan Socas. Vicente Casín, Moncho Otero, Raquel Ameyugo y Natty Vacas Prieto y sus alumnos y alumnas de Educación Infantil.
Y gracias, gracias, gracias.