En este "cuelgue" continuo el primer capítulo
de mi libro "Crónica cantad de lo silencios rotos".
Hoy prosigo el apartado titulado
"QUALSEVOL NIT POT SORTIR EL SOL" (3).
España 1963 a 1975. La uniformidad, oficial y forzosamente impuesta en el ámbito de las ideologías y de las creencias, fue también, como es lógico, una de las características que definieron las manifestaciones culturales de la época y, más concretamente, la música y la canción.
Controlar y dirigir la cultura del pueblo y, a través de ella, su educación sentimental, ha sido y será siempre una de las armas fundamentales utilizadas por el poder totalitario para imponer su ideología sin fisuras y para asegurarse su permanencia.
Es evidente, y los que ejercen el poder bien lo saben, que uno de los factores esenciales que mueven el pensamiento y la conducta humana, y, en general, la configuración global de nuestra personalidad, es la afectividad, es decir, el conjunto de nuestros sentimientos, de nuestras emociones y de nuestras pasiones. Como bien dice José Antonio Marina, la afectividad, entendida como el mundo de los sentimientos, «es en alguna medida, pero con enormes diferencias, el lugar en el que se vive» o «el envolvente de la vida», y es precisamente ahí, en los sentimientos que nacen de la interioridad y del silencio –que nacen de lo que Manuel Vicent llama «las cavernas submarinas de la carne»–, donde se descubren, se fortalecen y estallan los grandes valores, los valores que nos humanizan, que le dan sentido a nuestra existencia y que, cuando los estimamos, somos capaces de convertirlos en convicciones radicales, por las que merece la pena viviv, y en aspiraciones, o razones utópicas, que necesitamos alcanzar, cueste lo que cueste, aunque para ello sea necesario el riesgo, el atrevimiento, el sacrificio, la constancia e incluso la acción revolucionaria.
I
«Quan surts per fer el viatge cap a Itaca,
has de pregar que el camí sigui llarg,
ple d'aventures, ple de coneixences.
Has de pregar que el camí sigui llarg,
que siguin moltes les matinades
que entraràs en un port que els teus ulls ignoraven,
i vagis a ciutats per aprendre dels que saben.
Tingues sempre al cor la idea d'Itaca.
Has d'arribar-hi, és el teu destí,
però no forcis gens la travessia.
És preferible que duri molts anys,
que siguis vell quan fondegis l'illa,
ric de tot el que hauràs guanyat fent el camí,
sense esperar que et doni més riqueses.
Itaca t'ha donat el bell viatge,
sense ella no hauries sortit.
I si la trobes pobra, no és que Itaca
t'hagi enganyat. Savi, com bé t'has fet,
sabràs el que volen dir les Itaques».
II
«Més lluny, heu d'anar més lluny
dels arbres caiguts que ara us empresonen,
i quan els haureu guanyat
tingueu ben present no aturar-vos.
Més lluny, sempre aneu més lluny,
més lluny de l'avui que ara us encadena.
I quan sereu deslliurats
torneu a començar els nous passos.
Més lluny, sempre molt més lluny,
més lluny del demà que ara ja s'acosta.
I quan creieu que arribeu, sapigueu trobar noves sendes».
III
«Bon viatge per als guerrers
que al seu poble són fidels,
afavoreixi el Déu dels vents
el velam del seu vaixell,
i malgrat llur vell combat
tinguin plaer dels cossos més amants.
Omplin xarxes de volguts estels
plens de ventures, plens de coneixences.
Bon viatge per als guerrers
si al seu poble són fidels,
el velam del seu vaixell
afavoreixi el Déu dels vents,
i malgrat llur vell combat
l'amor ompli el seu cos generós,
trobin els camins dels vells anhels,
plens de ventures, plens de coneixences».
("Viatge a Itaca". Kavafis, Carles Riba, Lluís Llach.
LP: "Viatge a Itaca", 1975)
I - «Cuando salgas para hacer el viaje hacia Itaca / has de rogar que sea largo el camino, / lleno de aventuras, lleno de conocimiento. / Has de rogar que sea largo el camino, / que sean muchas las madrugadas / que entrarás en un puerto que tus ojos ignoraban / que vayas a ciudades a aprender de los que saben. / Ten siempre en el corazón la idea de Itaca. / Has de llegar a ella, es tu destino / pero no fuerces nada la travesía. / Es preferible que dure muchos años / que seas viejo cuando fondees en la isla / rico de todo lo que habrás ganado haciendo el camino / sin esperar a que dé más riquezas / Itaca te ha dado el bello viaje / sin ella no habrías salido. / Y si la encuentras pobre, no es que Itaca / te haya engañado. Sabio como muy bien te has hecho / sabrás lo que significan las Itacas».
II - «Más lejos, tenéis que ir más lejos / de los árboles caídos que os aprisionan. / Y cuando los hayáis ganado / tened bien presente no deteneros. / Más lejos, siempre id más lejos, / más lejos del presente que ahora os encadena. / Y cuando estaréis liberados / volved a empezar nuevos pasos. / Más lejos, siempre mucho más lejos, / más lejos, del mañana que ya se acerca. / Y cuando creáis que habéis llegado, sabed encontrar nuevas sendas».
III - «Buen viaje para los guerreros / que a su pueblo son fieles / favorezca el Dios de los vientos / el velamen de su barco / y a pesar de su viejo combate / tengan placer de los cuerpos más amantes. / Llenen redes de queridos luceros / llenos de aventuras, llenos de conocimiento. / Buen viaje para los guerreros / si a su pueblo son fieles / favorezca el Dios de los vientos / el velamen de su barco/ y a pesar de su viejo combate / el amor llene su cuerpo generoso / encuentren los caminos de viejos anhelos / llenos de aventuras, llenos de conocimiento». ("Viatge a Ítaca". Kavafis, Carles Riba, Lluís Llach).
En este sentido, siempre me impresionó aquella frase que una buena mañana apareció escrita en las paredes del Mayo Francés: «Olvida lo que sabes y aprende a sentir»; frase que conecta con uno de los contenidos claves presentes en e pensamiento y en las canciones de Luis Eduardo Aute, canciones siempre preñadas de una extraordinaria lucidez.
«Dicen que todo se explica,
que el azar oculta un orden.
Nada se escapa a la regla
de la cordura del hombre.
Bajo la luz de la ciencia
ninguna sombra se esconde;
música y magia son mitos
que a la materia responden.
Tiene que existir,
aún tiene que latir,
amordazado por la razón,
un corazón.
Nada obedece al misterio
que configura a la noche.
No tiene peso el vacío
puesto que no tiene doble;
el sentimiento es un lujo
que agujera el soporte
de las respuestas cabales
a lo que no se conoce.
Ser un verbo sin sangre
de pensamientos conformes,
una cabeza en la masa
con apellidos y nombre.
Triste deber de la Historia
el de encontrar soluciones
acribillando latidos
para que suenen relojes».
("Un corazón". Luis Eduardo Aute.
LP: "De par en par". 1979).
Negarle al pueblo su derecho a interiorizar y sentir en libertad, o, como dice Aute, «acribillarle sus latidos», ha sido, y será siempre, una de las formas más eficaces utilizadas por las dictaduras para despersonalizarlo, para masificarlo y para dejar así campo abierto a la acción dominadora; y con ese fin la primera medida a adoptar siempre se repite: amordazar la voz del corazón y deshumanizar el arte y la cutura.
Y, ¡claro! puestos a amordazar y silenciar la voz del corazón y a negarle al pueblo su derecho a sentir en libertad, uno de los primeros objetivos a plantearse, desde el sistema, non podía ser otro más que el de la manipulación y el control sobre la música y la canción, reconocidas, en su conjunto, como el arte y el lenguaje de los sentimientos. Como decía Platón en "La República", «nada hay más apto que el ritmo y la melodía para introducirse en lo más recóndito del alma y aferrarse tenazmente a ella».
Y hablando de Platón, nos encontramos, también en "La República", con un magnífico diálogo que aclara y pone el dedo en la llaga respecto a las motivaciones de la intervención del poder totalitario sobre la música:
«–Por tanto, es en el ámbito de la música –dije– donde, según parece, han de establecer su cuerpo de guardia los guardianes.
–Ahí es, en efecto –replicó Adimanto–, donde, al insinuarse, la ilegalidad pasa más fácilmente inadvertida.
–Sí –dije–, como cosa de juego y que no ha de producir daño alguno.
–Ni lo produce –observó– sino introduciéndose poco a poco y deslizándose calladamente en las costumbres y modos de vivir; de ellos sale, ya crecida, a los tratos entre ciudadanos y tras éstos invade las leyes y las constituciones, ¡oh, Sócrates!, con la mayor impudencia hasta que al fui lo trastorna todo en la vida privada y en la pública». (Platón. "La República").
Desde esa perspectiva, los guardianes del franquismo, conscientes y atemorizados, sin duda, por la influencia transformadora que puede llegar a tener la cultura popular y, en particular, la música y la canción, ejercieron sobre ellas, una implacable acción represora, Andrés Sorel, en el texto de presentación del primer LP de Elisa Serna grabado en Francia: "Quejido" (1972), expresaba así los rasgos de esa acción:
«En 1939, la música, y más concretamente la canción, fueron también derrotadas. Como las otras creaciones artísticas y culturales, ella también conoció la muerte, el exilio y el silencio. Viejos cantares de plazas y de ferias, heredados quizá del más remoto mester de juglaría; crónicas cotidianas en coplas de ciego y en romances; o ambiciosas tentativas entroncadas con las experiencias del teatro popular –como la Barraca, fundada por Federico García Lorca, o el Búho– en las que los poetas y los músicos rescataban la esencia del folklore popular y buscaban el reflejo del pueblo en el pueblo mismo, fueron paralizadas. Censura, desvinculación con el pasado y fin de la tradición. Eran tiempos de silencio. [...] Toda la actividad artística: música, pintura, cine, literatura, entraron en un trágico contexto cuyo resultado fue una auténtica esclerosis y paralización cultural».
«Yo vengo de un silencio / antiguo y muy largo / de gente que va alzándose / desde el fondo de los siglos, / de gente que llaman / clases subalternas, / yo vengo de un silencio / antiguo y muy largo. / Yo vengo de las plazas / y de las calles llenas / de niños que juegan / y de viejos que esperan, / mientras hombres y mujeres / están trabajando / en los pequeños talleres, / en casa o en el campo. / Yo vengo de un silencio / que no es resignado, / de donde empieza la huerta / y acaba el secano, / de esfuerzo y blasfemia / porque todo anda mal: / quien pierde los orígenes / pierde identidad. / Yo vengo de un silencio / antiguo y muy largo, / de gente sin místicos / ni grancapitanes, / que viven y mueren / en anonimato, / que en frases solemnes / no han creído nunca. / Yo vengo de una lucha / que es sorda y constante, / yo vengo de un silencio / que romperá la gente / que ahora quiere ser libre / y que ama la vida, / que exige las cosas / que le han negado. / Yo vengo de un silencio / antiguo y muy largo, / yo vengo de un silencio / que no es resignado, / yo vengo de un silencio / que la gente romperá, / yo vengo de una lucha / que es sorda y constante». ("Jo vinc d'un silenci". Raimon).
Pero este silencio hondo también había que acallarlo, porque es en el silencio donde se puede escuchar el cantar del alma, «cuya voz es apenas un murmullo». Como dice Antonio Gala.
«El silencio es el único camino hacia el máximo encuentro. Sólo en él se halla la respuesta a las primeras preguntas verdaderas: ¿quién soy? ¿quién eres? [...]. El espíritu crece con la insonoridad igual que en un celda a la que sólo entra lo indecible: el enigma de mundos, la ligera y alegre esencia de las cosas, el agradecimiento por la vida... Sólo el silencio provoca los encuentros más nobles. Sólo el silencio es grande». (Antonio Gala. "La música callada". Artículo publicado en El País Dominical. Junio, 1997).
Había pues, que "silenciar el silencio" y llenarlo de las voces y de los cantos de legalidad; cantos que alegraran al personal, y que le distrajeran su conciencia con sentimentales dramas de la irrealidad, o con idílicos amores, normalmente imposibles, en maravillosas playas, que muchos no podíamos llegar a contemplar hasta bastantes años después; y, sobre todo, coplas y canciones que no produjeran ningún daño al sistema. Así fue como, en concreto durante los años setenta, España se puso cantar y a bailar al ritmo de «du-du-ás» y "porompomperos" intrascendentes, o al grito moderno y desenfadado de «auambabuluba-balambambú» (¡aquí no pasa nada!), por supuesto, ¡eso sí!, en versión «Typical Spanish Sound».
Sobre ese panorama musical de los años setenta, creo que es importante, desde el punto de vista sociológico, hacer algunas observaciones que nos pueden servir para entender mejor el irreversible y lógico estallido, que se produjo por todos los rincones del Estado, de una música y de un canción alternativas.
(Esas observaciones las plantearé en el siguiente cuelgue... ¡Continuará!)
Y, ¡claro! puestos a amordazar y silenciar la voz del corazón y a negarle al pueblo su derecho a sentir en libertad, uno de los primeros objetivos a plantearse, desde el sistema, non podía ser otro más que el de la manipulación y el control sobre la música y la canción, reconocidas, en su conjunto, como el arte y el lenguaje de los sentimientos. Como decía Platón en "La República", «nada hay más apto que el ritmo y la melodía para introducirse en lo más recóndito del alma y aferrarse tenazmente a ella».
Y hablando de Platón, nos encontramos, también en "La República", con un magnífico diálogo que aclara y pone el dedo en la llaga respecto a las motivaciones de la intervención del poder totalitario sobre la música:
«–Por tanto, es en el ámbito de la música –dije– donde, según parece, han de establecer su cuerpo de guardia los guardianes.
–Ahí es, en efecto –replicó Adimanto–, donde, al insinuarse, la ilegalidad pasa más fácilmente inadvertida.
–Sí –dije–, como cosa de juego y que no ha de producir daño alguno.
–Ni lo produce –observó– sino introduciéndose poco a poco y deslizándose calladamente en las costumbres y modos de vivir; de ellos sale, ya crecida, a los tratos entre ciudadanos y tras éstos invade las leyes y las constituciones, ¡oh, Sócrates!, con la mayor impudencia hasta que al fui lo trastorna todo en la vida privada y en la pública». (Platón. "La República").
Desde esa perspectiva, los guardianes del franquismo, conscientes y atemorizados, sin duda, por la influencia transformadora que puede llegar a tener la cultura popular y, en particular, la música y la canción, ejercieron sobre ellas, una implacable acción represora, Andrés Sorel, en el texto de presentación del primer LP de Elisa Serna grabado en Francia: "Quejido" (1972), expresaba así los rasgos de esa acción:
«En 1939, la música, y más concretamente la canción, fueron también derrotadas. Como las otras creaciones artísticas y culturales, ella también conoció la muerte, el exilio y el silencio. Viejos cantares de plazas y de ferias, heredados quizá del más remoto mester de juglaría; crónicas cotidianas en coplas de ciego y en romances; o ambiciosas tentativas entroncadas con las experiencias del teatro popular –como la Barraca, fundada por Federico García Lorca, o el Búho– en las que los poetas y los músicos rescataban la esencia del folklore popular y buscaban el reflejo del pueblo en el pueblo mismo, fueron paralizadas. Censura, desvinculación con el pasado y fin de la tradición. Eran tiempos de silencio. [...] Toda la actividad artística: música, pintura, cine, literatura, entraron en un trágico contexto cuyo resultado fue una auténtica esclerosis y paralización cultural».
«Jo vinc d'un silenci
antic i molt llarg
de gent que va alçant-se
de gent que va alçant-se
des del fons dels segles
de gent que anomenen
classes subalternes,
jo vinc d'un silenci
antic i molt llarg.
Jo vinc de les places
i dels carrers plens
de xiquets que juguen
i de vells que esperen,
mentre homes i dones
estan treballant
als petits tallers,
a casa o al camp.
Jo vinc d'un silenci
que no és resignat,
d'on comença l'horta
i acaba el secà,
d'esforç i blasfèmia
perquè tot va mal:
qui perd els orígens
perd identitat.
Jo vinc d'un silenci
antic i molt llarg,
de gent sense místics
ni grans capitans,
que viuen i moren
en l'anonimat,
que en frases solemnes
no han cregut mai.
Jo vinc d'una lluita
que és sorda i constant,
jo vinc d'un silenci
que romprà la gent
que ara vol ser lliure
i estima la vida,
que exigeix les coses
que li han negat.
Jo vinc d'un silenci
antic i molt llarg,
jo vinc d'un silenci
que no és resignat,
jo vinc d'un silenci
que la gent romprà,
jo vinc d'una lluita
que és sorda i constant.».
("Jo vinc d'un silenci". Raimon. LP: "Recital en Madrid", 1976)
«Yo vengo de un silencio / antiguo y muy largo / de gente que va alzándose / desde el fondo de los siglos, / de gente que llaman / clases subalternas, / yo vengo de un silencio / antiguo y muy largo. / Yo vengo de las plazas / y de las calles llenas / de niños que juegan / y de viejos que esperan, / mientras hombres y mujeres / están trabajando / en los pequeños talleres, / en casa o en el campo. / Yo vengo de un silencio / que no es resignado, / de donde empieza la huerta / y acaba el secano, / de esfuerzo y blasfemia / porque todo anda mal: / quien pierde los orígenes / pierde identidad. / Yo vengo de un silencio / antiguo y muy largo, / de gente sin místicos / ni grancapitanes, / que viven y mueren / en anonimato, / que en frases solemnes / no han creído nunca. / Yo vengo de una lucha / que es sorda y constante, / yo vengo de un silencio / que romperá la gente / que ahora quiere ser libre / y que ama la vida, / que exige las cosas / que le han negado. / Yo vengo de un silencio / antiguo y muy largo, / yo vengo de un silencio / que no es resignado, / yo vengo de un silencio / que la gente romperá, / yo vengo de una lucha / que es sorda y constante». ("Jo vinc d'un silenci". Raimon).
Pero este silencio hondo también había que acallarlo, porque es en el silencio donde se puede escuchar el cantar del alma, «cuya voz es apenas un murmullo». Como dice Antonio Gala.
«El silencio es el único camino hacia el máximo encuentro. Sólo en él se halla la respuesta a las primeras preguntas verdaderas: ¿quién soy? ¿quién eres? [...]. El espíritu crece con la insonoridad igual que en un celda a la que sólo entra lo indecible: el enigma de mundos, la ligera y alegre esencia de las cosas, el agradecimiento por la vida... Sólo el silencio provoca los encuentros más nobles. Sólo el silencio es grande». (Antonio Gala. "La música callada". Artículo publicado en El País Dominical. Junio, 1997).
Había pues, que "silenciar el silencio" y llenarlo de las voces y de los cantos de legalidad; cantos que alegraran al personal, y que le distrajeran su conciencia con sentimentales dramas de la irrealidad, o con idílicos amores, normalmente imposibles, en maravillosas playas, que muchos no podíamos llegar a contemplar hasta bastantes años después; y, sobre todo, coplas y canciones que no produjeran ningún daño al sistema. Así fue como, en concreto durante los años setenta, España se puso cantar y a bailar al ritmo de «du-du-ás» y "porompomperos" intrascendentes, o al grito moderno y desenfadado de «auambabuluba-balambambú» (¡aquí no pasa nada!), por supuesto, ¡eso sí!, en versión «Typical Spanish Sound».
Sobre ese panorama musical de los años setenta, creo que es importante, desde el punto de vista sociológico, hacer algunas observaciones que nos pueden servir para entender mejor el irreversible y lógico estallido, que se produjo por todos los rincones del Estado, de una música y de un canción alternativas.
(Esas observaciones las plantearé en el siguiente cuelgue... ¡Continuará!)
Un cuelgue muy instructivo, y de plena actualidad, por desgracia, en estos tiempos que corren de involución política, económica y social, y de músicas, una vez más, salvo las honrosas excepciones de siempre, completamente frívolas y anestesiantes.
ResponderEliminarGracias por ir compartiendo poco a poco, Fernando, aquí en el blog, este libro tuyo que tan difícil parece de encontrar en formato físico.