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viernes, 2 de diciembre de 2011

NICANOR PARRA Y SU APASIONADO AMOR POR VIOLETA

Nicanor Parra.


NICANOR PARRA, hermano de Violeta Parra, ha sido galardonado con el Premio Cervantes de la Letras 2011; premio que le ha sido concedido, a los 97 años, en reconocimiento «por toda una vida dedicada a la poesía». Hoy, y en los próximos días, con motivo del premio, se va a hablar mucho de este gran escritor; por mi parte voy a rendirle mi homenaje a través de su poema «Defensa de Violeta Parra», bellísimo y apasionado texto que dedicó a su hermana, poco tiempo después de su muerte, y a través del que podemos sentir –como si la estuviéramos palpando– la grandeza y la sensibilidad de aquella grandísima mujer: Viola chilensis... Viola doliente... Viola admirable... Viola piadosa... Viola volcánica... ¡Violeta Parra!

«Dulce vecina de la verde selva,
huésped eterno del abril florido
grande enemiga de la zarzamora
Violeta Parra.

Jardinera
locera
costurera.
Bailarina del agua transparente,
árbol lleno de pájaros cantores
Violeta Parra.

Has recorrido toda la comarca
desenterrando cántaros de greda
y liberando pájaros cautivos
entre las ramas.

Preocupada siempre de los otros,
cuando no del sobrino
de la tía,
cuándo vas a acordarte de ti misma
Viola piadosa.

Tu dolor es un círculo infinito
que no comienza ni termina nunca
pero tú te sobrepones a todo
Viola admirable.

Cuando se trata de bailar la cueca
de tu guitarra no se libra nadie
hasta los muertos salen a bailar
cueca valseada. [...]


Ni bandurria,
ni tenca,
ni zorzal,
ni codorniza libre ni cautiva
solamente tú
tres veces tú
ave del paraíso terrenal.
charagüilla gaviota de agua dulce.

Todos los adjetivos se hacen pocos,
todos los sustantivos se hacen pocos
para nombrarte.

Poesía
pintura
agricultura.
Todo lo haces a las mil maravillas
sin el menor esfuerzo
como quien se bebe una copa de vino.


Pero los secretarios no te quieren
y te cierran la puerta de tu casa
y te declaran la guerra a muerte
Viola doliente.

Porque tú no te vistes de payaso,
porque tú no te compras ni te vendes,
porque hablas la lengua de la tierra
Viola chilensis.
¡Porque tú los aclaras en el acto!

Cómo van a quererte
me pregunto,
cuando son unos tristes funcionarios
grises como las piedras del desierto.
¿No te parece?

En cambio tú
Violeta de los Andes
flor de la cordillera de la costa
eres un manantial inagotable
de vida humana.


Tu corazón se abre cuando quiere,
tu voluntad se cierra cuando quiere
y tu salud navega cuando quiere
aguas arriba!

Basta que tú los llames por sus nombres
para que los colores y las formas
se levanten y anden como Lázaro
en cuerpo y alma.

¡Nadie puede quejarse cuando tú
cantas a media voz o cuando gritas
como si te estuvieran degollando
Viola volcánica!

Lo que tiene que hacer el auditor
es guardar un silencio religioso
porque tu canto sabe adónde va
perfectamente.

Rayos son los que salen de tu voz
hacia los cuatro puntos cardinales
vendimiadora ardiente de ojos negros
Violeta Parra.


Se te acusa de esto y de lo otro
yo te conozco y digo quién eres
¡Oh corderillo disfrazado de lobo!
Violeta Parra.

Yo te conozco bien
hermana vieja
norte y sur del país atormentado
Valparaíso hundido para arriba
¡Isla de Pascua!

Sacristana cuyaca de Andacollo,
tejedora a palillo y a bolillo
arregladora vieja de angelitos,
Violeta Parra. [...]

Cocinera,
niñera,
lavandera,
Niña de mano
todos los oficios.
Todos los arreboles del crepúsculo
Viola funebris.

Yo no sé qué decir en esta hora
la cabeza me da vueltas y vueltas
como si hubiera bebido cicuta
hermana mía.


Dónde voy a encontrar otra Violeta
aunque recorra campos y ciudades
o me quede sentado en el jardín
como un inválido.

Para verte mejor cierro los ojos
y retrocedo a los días felices
¿Sabes lo que estoy viendo?
Tu delantal estampado de maqui.

Tu delantal estampado de maqui
¡Río Cautín!
¡Lautaro!
¡Villa Alegre!
¡Año mil novecientos veintisiete
Violeta Parra!
Pero yo no confío en las palabras
¿Por qué no te levantas de la tumba
a cantar
a bailar
a navegar
en tu guitarra?

Cántame una canción inolvidable,
una canción que no termine nunca
una canción no más
una canción
es lo que pido.

Qué te cuesta mujer árbol florido,
álzate en cuerpo y alma del sepulcro
y haz estallar las piedras con tu voz
Violeta Parra.


Esto es lo que quería decirte
continúa tejiendo tus alambres,
tus ponchos araucanos
tus cantaritos de Quinchamalí.
Continúa puliendo noche y día
tus toromiros de madera sagrada.
Sin aflicción
sin lágrimas inútiles.
O si quieres con lágrimas ardientes.
Y recuerda que eres
un corderillo disfrazado de lobo.

jueves, 1 de diciembre de 2011

MANUEL CUESTA Y SU BANDA - II. POR ALLÍ RONDABA..., SE LLAMABA "BELLEZA"

Y después de dos días de "cuelgues" girando en torno a la muy buena música que nos ofrecieron Marino Saiz, Jordi Pinyol, Albert Angella, Carlos Expósito y Adán Latonda el pasado lunes 18 de noviembre en la sala Galileo, ahora sí, ha llegado el momento de comentar el "conciertazo" que protagonizó MANUEL CUESTA acompañado, como veremos, por grandes y solidarios amigos y "amiga".

Manuel Cuesta.

Antes de hablar de Manuel, he de hacerlo de Diego Ojeda que ofició el "introito" del alucinante ceremonial que iba a producirse en el Galileo. Diego, acompañado al violín por la genialidad de Marino Saiz, nos cantó temas de su disco "Semáforos en verde" y de lo que será su nuevo álbum; obra que está creando entre Madrid y México, y que estoy convencido de que va a ser el disco que nos ofrezca la verdadera medida de la calidad y de la sensibilidad que posee este "cantautor" canario al que admiro y quiero.

Marino Saiz y Diego Ojeda.

Y salío Manuel con su banda...; un Manuel "entregao" y dispuesto a introducirnos en los dos cauces por los que discurre su sensibilidad y su música –que, en realidad, es su "salvavidas"–: sus propias canciones –entre ellas las grabadas en su disco "La vida secreta de Peter Parker"–; y hermosas versiones de temas incorporados a su memoria musical que adapta, mima e interpreta, sobre todo, con un tremendo apasionamiento.


Manuel Cuesta.

Esto de subirse a un escenario para desnudar sentimientos a través de la palabra y de la música siempre resulta una aventura arriesgada y valiente... La aventura consiste en mostrarse uno tal cual es –¡un auténtico despelote interior!– y dejarlo ahí "pa'que" el personal piense y sienta lo que quiera... Te puede gustar, o no...; puedes pensar esto, o lo otro...; ¡bendita sea la libertad!... Y como estamos hablando de percepciones, de emociones, de sentimientos, de subjetividades, al final nadie tiene lo que podríamos llamar "la razón"...; o sí, quien sí la tiene de verdad es el público que el pasado lunes 28 de noviembre llenó el Galileo –¡por que le dio la gana!– y que disfruto a lo bestia escuchando las canciones de Manuel.

Mi opinión sobre Manuel y sus canciones –y llevo mucho años en esto de la música– es que es un creador sincero, con mucha fuerza, con mucho que contar, con una gran formación espontanea-musical-sentimental, buen compositor, buen cantor y, encima, hombre generoso y solidario...; es decir, absolutamente nada que ver, con la "ñoñería" o con el "aburrimiento"; atrevidos y creo que desafortunados "piropos" que –en el ejercicio de su libertad y de su sensibilidad– alguien se atrevía a atribuirle recientemente.

Y volvamos al concierto, que hoy es lo importante. Tras ofrecernos varias canciones –y el público "entregao"– Manuel reclamó la presencia de su primer invitado: Garret Wall –compositor irlandés–, con el que cantó –como ya lo hizo en su disco– "La balada de Elliot Smith" y "Los días", maravillosa versión de un tema de These Days.


Garret Wall.

La segunda invitada por Manuel a su concierto fue Lucía Caramés  –¡que grande, y que bello y potente es su cantar!–. Interpretaron juntos el tema de Cuesta "Vas a agradecerle al mar". Y ahí estuvo Lucía derrochando voz como ella suele hacerlo, como si no pasara nada..., pero ¡sí!, ¡algo estaba estaba pasando!...; fue un nuevo momento mágico del concierto en el que nos sentimos acariciados y inmersos en la "belleza".


Lucía Caramés.

Después le llegó el turno a Ismael Serrano...; ¡qué puedo decir de Ismael que ya no haya escrito en este mismo blog!... Quizá acercar mi lupa verbal sobre su generosidad, sobre eso que a veces pierden las "estrellas", y que es tan importante: dar un poquito de luz a los humildes y anónimos caminante de las madrugada; a las gentes sencillas que se acercan a él, y a sus canciones, en busca de un poquito de ternura y de esperanza. Él sabe darlo.

Manuel e Ismael cantaron juntos "Tu risa en la Alameda" –ya sabe Manuel que es una de las canciones que me "ponen las pilas" en todos los sentidos– y "Si amanece por fin", tema de Joaquín Sabina.


Ismael Serrano.
Y seguidamente, llegó lo que fue para mi un gran descubrimiento y una enorme sorpresa, aparecieron en el escenario Joel Reyes y Ramonet ("Malacabeza"). No los conocía. Acaban de grabar un segundo disco titulado "Pirómanos", y ya lo tengo aquí, a mi lado, pa'abordarlo y disfrutarlo –to lo que pueda– el próximo fin de semana. Ya os cuento.

"Malacabeza" cantó con Manuel el tema "Dónde vas" y me quedé "flipao", fue un espectáculo increíble en el que se hermanaron espontáneamente la ruptura y el exuberante misterio de la "belleza". (La "belleza" una vez más, presente en un concierto de los que no se olvidan).


Malacabeza.
Por último Manuel se sintió acompañado de otro de esos violinistas que, hoy por hoy, son imprescindibles  en nuestra canción popular, me refiero a Diego Galaz; Diego interpretó con Manuel dos temas: "Báilame el agua" y "The blower's daughter", de Damien Rice.

Pero, mira por donde, justo en ese momento mi pequeña e inseparable máquina de fotos se me quedó sin batería –a la pobre le doy unas palizas que no sé como me aguanta–... Y como no pude fotografiar a Diego, pues aquí os dejo una imagen de él que he tomado de internet:

Diego Galaz.
Y termino... Fue en gran concierto... Por ultimo quisiera dedicar este "cuelgue" a cuatro personas: a Joaquín Pérez Azaústre, porque no pudo estar, pero ni nos olvidó, ni lo olvidamos. A Rodolfo Serrano, por los muchos años que llevamos amando la canción. Y a dos mujeres, cuyas sonrisas le dieron belleza –¡más belleza todavía–! y alegría a la noche del Cuesta y de todos nosotros: Sete Jiménez y Vanessa Rodríguez. Un especial beso a los cuatro.

¡MALDITAS GUERRAS! 100 + 100 + 21

¡No!... ¡No me he rendido!... 
¡MALDITAS GUERRAS!... 

Hay momentos en los que la impotencia consigue entristecerme y hacerme pensar si verdaderamente merece la pena mantener la cansada, pero imprescindible, lucha por la PAZ... Eso es un poco lo que me ha ocurrido en estos últimos días.... Menos mal que tengo muy cerca a personas que me gritan, o me dicen al oído: «¡No te rindas!»... Y eso me recupera la ilusión; realimenta mi capacidad de soñar; y me ayuda a "rearmar el corazón" como dice "Muerdo" en una de sus canciones.

Pensando en todo esto, hace un momento me he encontrado con esta imagen que me ha dado mucho que pensar:


Es un cartel, o una viñeta, del movimiento "Occupy Wall Street". Contemplándolo he encontrado representados en él los dos ejes de mi pensamiento que, junto con mis amores, me mantienen vivo: A la izquierda –como debe ser– mi pasión por la música –¡bendita la musica!–; a la derecha mi odio –¡sí! odio– a las armas y a la guerra... ¡cada vez me dan más asco!; y ambas radicalmente enfrentadas, con el absoluto convencimiento de que la música, la sensibilidad y la belleza algún día podrán contra las armas...: de que la música es un camino eficaz e infrenable para conseguir la paz.

Por eso hemos de mantenernos con la música y contra la guerra... Objetivo claro de este blog que pretende ser, ante todo, una defensa incondicional de la buena música; y, a la vez, una permanente condena de la guerra y de las armas. ¡Ojalá consigamos con, y desde la música, la destrucción total de cualquier tipo de violencia!...; ¡qué no haya tanque que se nos resista!... Este es mi sueño.

¡No! ¡no me rindo...
¡¡¡¡MALDITAS GUERRAS!!!!
Por cierto, os acordáis de cuál fue el origen de estos –ya 221– "cuelgues
contra la guerra?... Por si alguien no lo recuerda fue el impacto que me produjo 
esta viñeta de mi admirado Forges:

miércoles, 30 de noviembre de 2011

MANUEL CUESTA Y SU BANDA - I. ¡BENDITA MUSICA!

«Déjalo todo y sígueme,
trinaba mágica
la voz del músico
pariendo música.
Música...
Bendita música.
La, Do, Si, Si,
La, Sol,
La».
(Joan Manuel Serrat. "Bendita música")

Concierto de Manuel Cuesta en Galileo Galilei.
28 de noviembre de 2011.

Efectivamente, como dice Serrat: «Bendita música»...; y bendita sea la madre que parió a los que la crean...; a los que, como Manuel Cuesta, su banda y sus invitados, fueron capaces de regalarnos tanta, y tan buena música, en una noche inolvidable como la que vivimos el pasado lunes en la sala Galileo.

Hoy, con el permiso de Manuel, y siguiendo el mismo tono del cuelgue de ayer, quiero empezar esta crónica hablando de la magia que se produjo en aquel escenario gracias a la presencia, sobre él, de una banda extraordinaria; cuatro grandes músicos que lograron atraparnos a mí y a mi pequeña cámara fotográfica –y además, ¡claro está!, Manuel Cuesta, Ismael Serrano, Garret Wall, Lucía Camarés, Malacabeza, Diego Galaz y, por supuesto, Diego Ojeda y Marino Saiz, de quienes hablaré mañana–.

En un concierto como el del lunes pasado siempre me maravilla y me sorprende la forma en que la banda recrea, fortalece, acaricia y mima las canciones; experiencia que se me quedó especialmente grabadísima, hace años, en el último concierto que dio Frank Sinatra en el Santiago Bernabéu de Madrid el 25 de septiembre de 1986. Recuerdo que estuve en primera fila y que no me perdí detalle. Sinatra estaba ya bastante mayor, y aunque es verdad que cuando empezó a cantar, por ejemplo, "My way", todo mi cuerpo se me revolucionó de placer –cualquier fallo o desacorde podría personársele–, no cesaba de preguntarme: «¿Que sería de este hombre, en este momento, sin su orquesta?»... No os podéis hacer ni idea de como las guitarras, los violines, las percusiones, los teclados... y el mismísimo director de orquesta, mimaban y protegían la voz del mito.

Aquello poco –casi nada– tiene que ver con lo que percibí y disfruté el lunes pasado en Galileo, porque Manuel Cuesta está joven –jovencísimo–, y cada vez canta mejor...; pero disfrutando de su banda me vino de repente a la memoria la genialidad y la gran profesionalidad de la orquesta de Frank.

Los músicos de la banda, amigos de Manuel..., ¡benditos músicos!... ¡bordaron y mimaron cada una de las canciones!... Ellos fueron y son Jordi Pinyol –guitarra eléctrica–, Albert Anguela –bajo eléctrico–, Carlos Expósito –batería– y Adán Latonda –teclados–.

El lunes les hice, a los cuatro, unas fotografías, e igual que ayer con Marino Saiz, aquí las dejo como la presencia y el testimonio de otros cuatro músicos que CREAN MÚSICA COMO QUIEN RESPIRA... Y mañana sí, mañana hablaré de Manuel Cuesta y sus invitados.



Jordi Pinyol.


Albert Anguela.


Carlos Expósito.

Adán Latonda.

JOAN BAPTISTA HUMET. III - QUIERO DAR CONTIGO COMPAÑERO, Y FUNDIRNOS UN INSTANTE.


Hoy 30 de noviembre, hace tres años, moría en Barcelona Joan Batista Humet y hoy, en su memoria –memoria, por mi parte, rebosante de amor y de respeto– quiero dedicar este cuelgue a uno de sus trabajos de creación y de interpretación más hermosos; trabajo que el mismo consideró su mejor obra.

«Fue el que yo considero mi trabajo más conseguido –afirmaba Joan en sus memorias–, más elaborado, el mejor disco que he compuesto en mi vida, llamado "Fins que el silenci ve" ("Hasta que el silencio llega"), con el que me presenté en el Palau de la Música catalana en 1979, entonces el sanctasanctórum para los cantautores.

Fue un tipo de obra, de planteamiento musical (una suite de 35 minutos), que sólo era posible realizar bajo dos supuestos: cuando tienes mucho poder en una compañía... o cuando interesas tan poco que te dejan a tu aire. Sea como fuere, el disco está ahí, se pudo grabar, y es un disco de culto para un tipo de gente que me interesa mucho: personas que se buscan a sí mismos, que saben que hay algo trascendente en el ser humano que va más allá de lo evidente. Si en su momento el disco tuvo poca difusión, sé que hay compañías que intentan reeditarlo. Ojalá, porque hoy ese mensaje tiene mucha más cabida que hace 25 años».


Efectivamente «Fins que el silenci ve» fue la mejor obra musical y poética de Joan Baptista Humet y, din duda, uno de los mejores discos editados en la década de los años setenta.

Aquel trabajo –creado y grabado en catalán– Joan se lo dedicó a la comunidad monástica de Mas Blanc, residente en una masia del siglo XVII situada en el termino municipal San Martí de Centelles (Barcelona); comunidad a la que pertenecía su hermano Esteve y en la que Humet se empapó de los silencios y de la sensibilidad imprescindibles para crear esta especie de suite que en aquel momento, de la transición democrática, considero que resultó imprescindible aunque no llegó a alcanzar la valoración y la trascendencia que merecía.

«Fins que el silenci ve» es una obra entretegida de una espiritualidad profunda, liberadora y revolucionaria, es decir, una espiritualidad socialmente comprometida y radicalmente humanizadora. A partir de un análisis crítico del racionalismo y de la despersonalización del mundo y de las realidades humanas, Joan Baptista Humet proclama la necesaria recuperación de la interioridad y del silencio; dos experiencias básicas sin las que difícilmente puede construirse y vivirse el valor y la experiencia de la libertad.

Musicalmente fue un trabajo bellísimo e impecable. El disco, producido por Gonzalo de la Puerta, contó con la participación de Jordi Vilaprinyó –actualmente uno de los más importantes pianistas catalanes– como arreglista y director musical; y en su grabación, aparte del propio Jordi, intervinieron más de treinta músicos. La carpeta del LP –cubierta e interiores– fue magistralmente ilustrada por Esteban Jiménez y contó con la siempre inigualable presencia fotográfica de Colita.


A continuación voy a copiar algunos fragmentos poéticos de «Fins que el silenci ve»; lo haré en castellano, y al final del cuelgue, los repetiré en catalán, lengua en la que fue creada e interpretada toda la obra.
Fragmento de la ilustración que, en forma de cómic, aparece
en la parte interior de la carpeta del LP.

«Cuando el aire ya no deja ver el sol
y el bosque despierta solo suelo,
y baja el río envenenado,
y un pájaro levanta el vuelo y cae...
Cuando el relámpago no es el cielo quien lo trae
y el trueno es pólvora y metal,
y el caballo ya no es tal
y la estrella no es estrella,
siempre corren cerca, 
ávidas,
las manos del hombre».

******
«Hermanos, la vida se nos va,
poco a poco nos la roban ,
hoy nos ceden la libertad
porque las cadenas son otras.
Cadenas de aire polvoriento,
de sexos imaginarios,
de lujos deslumbrantes
y objetos innecesarios
que nos van atando el cuerpo
y empobreciendo los labios.
¡Que no nos engañen más
los verdugos de la vida!».

******
«Aún el hombre puede sanar de su ceguera
por poco que descubra que siempre hay una flor que espera».

Fragmento de la ilustración que, en forma de cómic, aparece
en la parte interior de la carpeta del LP.

«Que un día nos veamos,  camaradas,
allí donde se acaba el humo y la ciudad,
con la llave de casa abandonada
y un ansia de verdad.
Un tesoro espera, camarada...
A vivir que nos enseñen, camarada
los que aprendieron a vivir entre la nada
con el alma alerta a la llamada
y poca cosa más...
Quiero dar contigo, compañero,
ser humo ligero
y fundirnos un instante:
entonces se derrumban los gigantes».

Para concluir este "cuelgue" me apetece contar dos experiencias personales que guardo en mi memoria y en mi sensibilidad y que jamás olvidaré.

La primera es que este disco fue el origen de mi amistad personal con Humet. Lo presentó en un maravilloso concierto celebrado en el Palau de la Música de Barcelona. A través de su casa discográfica Joan se puso en contacto conmigo. Hablamos largamente por teléfono y me invitó al concierto. Allí estuve; no os podéis hacer ni idea de como disfruté...; ¡bellísimo espectáculo!... A la salida, después del concierto, cenamos cerca del teatro, y empezamos a querernos... Luego el tiempo y su retirada de la canción nos distanció, aunque seguimos viéndonos y comiéndonos algo cuando yo iba para Cataluña o el bajaba a Madrid.

La segunda experiencia fue que incorporé este disco, como material de trabajo, dentro de una optativa llamada "Música, canción y pedagogía", que en aquel momento estaba impartiendo en la Escuela de Magisterio. Gracias a ello lo escuché muchas veces, lo compartí con cientos de alumnos y de alumnas –futuros maestros y maestras–, y tuve el privilegio de que en una de aquellas clases –que dábamos en un sótano– el propio Joan viniera y nos cantara en directo·directísimo la canción con la que se cierra «Fins que el silenci ve»: «Que ens vegem un dia...» («Que un día nos veamos...»)


Fragmento de la ilustración que, en forma de cómic, aparece
en la parte interior de la carpeta del LP.

Y esto es todo por hoy, de cualquier forma todavía mañana tengo previsto escribir un "cuelgue" dedicado a discos, como este, que hoy son imposibles de conseguir, y que merecería la pena que se reeditaran...; la cosa no es difícil, lo que pasa es que las empresas discográficas... ¡ya se sabe!... lo de la belleza, la memoria recuperada y la poÉtica les tiene bastante sin cuidado.

TEXTOS EN CATALÁN:

«Quan l'aire no deixa veure el sol / i el bosc desperta despullat / quan baixa el riu emmetzinat / i un ocell aixeca el vol i trenca... / Quan el llampec no baixa del cel / i el tro és de pólvora i metall, / quan el cavall ja no és cavall / i l'estel ja no és estel, / sempre hi ha dues mans d'home / àvides pels voltants».

«Germans, la vida se'ns va / a poc a poc ens la prenen, / si avui ens obren la mà / és que hi ha d'altres cadenes. / Cadenes d'aire polsós,de sexes imaginaris, / de luxes encisadors i objectes innecessaris, / que van lligant-nos el cos / i ens empobreixen els llavis. / Que no ens enganyin mai més / els assassins de la vida».

«Encara l'home pot guarir de sa ceguesa / per poc que s'adoni que sempre hi ha una flor que espera».

Que ens vegem un dia, camarada, / allà on s'acaba el fum de la ciutat / amb la clau de casa abandonada / i un ànsia de veritat. / Hi ha un tresor que espera, camarada... / Aprendrem a viure, camarada / dels qui han après a viure en el No-res, / amb l'esperit alerta a la trobada / i no gaires coses més... / Bull trobar-me amb tu, company, / fer-me fum / i fondre'ns un instant; /llavors cauen els gegants».

martes, 29 de noviembre de 2011

MARINO SAIZ... CREADOR DE MUSICA COMO QUIEN RESPIRA

Marino Saiz.

Últimamente, cuando voy a un concierto, hay momentos en que me encanta dejarme seducir por todo lo que acontece en el escenario porque en realidad lo que allí está ocurriendo, la magia que se transmite y el disfrute que experimento en aquel momento, depende no solo de un personaje que figura y se nombra en el cartel anunciador, sino también del músico o de los músicos que le acompañan; grandes profesionales que a veces pasan desapercibidos y que llegan a hacerse imprescindibles.

Uno de esos músicos que tiene esa capacidad de seducirme siempre que le veo y que le escucho en un concierto, es el extraordinario violinista Marino Saiz que anoche acompañó a Diego Ojeda en el "introito" del concierto que Manuel Cuesta nos regaló en la sala Galileo de Madrid. (En próximos "cuelgues" comentaré el concierto de Manuel).

Marino Saiz y Diego Ojeda en la sala Galileo.


Marino Saiz compagina su actividad profesional como profesor de música en un centro educativo –¡me imagino como disfrutarán con él sus alumnos y alumnas!– con el acompañamiento, yo diría mejor "hermanamiento", con creadores e intérpretes –geniales y admirados– como Marwan, Tonxu, Luis Ramiro, Diego Ojeda, Andrés Suárez o Andrés Lewin, entre otros. Lo he visto-sentido-escuchado con todos ellos y ¡sí!...; en todos los casos me ha seducido con la música que sabe extraerle a su violín y con la pasión con que lo toca...

Por todo ello, hoy he decido dedicarle este "cuelgue" a Marino, por la admiración que siento hacia su trabajo; –la música además de un arte es también eso: un trabajo, un oficio, que dignifica y que hay que realizar con la máxima calidad y profesionalidad posible–...; y Marino es un músico de oficio impecable, un hombre sensible y extraordinario, un creador de belleza de los que cada día nos resultan, y nos van a resultar, más imprescindibles.

Anoche le hice a Marino varias fotografías y aquí las dejo como la presencia y el testimonio de un violinista que CREA MÚSICA COMO QUIEN RESPIRA.








JOAN BAPTISTA HUMET. II - LECCIONES DE HONESTIDAD


Este es Humet niño, al que hoy quiero incorporar a la "coral infantil"
con la que celebramos el primer aniversario de este blog

Este segundo "cuelgue" dedicado a Joan Baptista Humet deseo iniciarlo evocando su canción "Hay que vivir" –que le dio título a su quinto LP grabado en 1980–; evocarla en este momento para reivindicar con todas mis fuerzas esa necesidad de "VIVIR" que él sentía y que transmite en sus canciones; y para subrayar las "claves" que en ellas nos aporta a la hora de plantearnos la vida como un reto y un horizonte; claves que, hoy por hoy, tienen absoluta vigencia

«¡HAY QUE VIVIR!, AMIGO MÍO 
antes que nada hay que vivir, 
y ya va haciendo frío, 
hay que burlar ese futuro 
que empieza a hacerse muro en ti.

Habrá que componer de nuevo 
el pozo y el granero 
y aprender de nuevo a andar. 
Hacer del sol nuestro aliado 
pintar el horno ajado 
y volver a respirar. 
Quitarle centinelas, 
al parque y a la escuela, 
columpios y sonrisas volarán. 
Sentirse libre y suficiente 
al cierzo y al relente, 
mientras se va dorando el pan.

Habrá que demoler barreras, 
crear nuevas maneras 
y alzar otra verdad. 
Desempolvar viejas creencias 
que hablaban en esencia 
sobre la simplicidad. 
Darles a nuestros hijos, 
el credo y el hechizo 
del alba y el rescoldo 
en el hogar. 
Y si aún nos queda algo de tiempo, 
poner la cara al viento 
y AVENTURARNOS A SOÑAR».


Yo sé que Joan Batista Humet amó la vida y fue un gran soñador –fui testigo de ello–, pero también sé –y hay que contarlo– que, como decía ayer, tuvo que luchar mucho para conservar y defender su identidad y su libertad en el contexto de los tiempos difíciles de la dictadura y de la transición democrática. 

Una de aquellas luchas tuvo que mantenerla con su propia gente, con su propio pueblo, con su propia lengua...; al final Joan Baptista luchó y consiguió salvar su identidad defendiendo y ejecutando su derecho a la libertad; pero no fue un camino fácil, sobre todo porque tuvo que enfrentarse a la realidad de que el ejercicio del derecho a la libertad no siempre es entendido y aceptado, sobre todo, cuando su valoración, o su enjuiciamiento, se realiza desde planteamientos dogmáticos.

Ayer un lector de este blog –concretamente Pep– escribía un comentario a mi primer "cuelgue" con el que estoy totalmente de acuerdo y que me voy a permitir copiar seguidamente: «El rechazo de sectores catalanistas no se justifica –escribe Pep–, pero creo que debe contextualizarse. Eran tiempos en los que cantar en catalán, vasco o gallego implicaba una posición ideológica (y me parece que ahora, por desgracia, también). La sociedad estaba muy radicalizada y, en todos los órdenes sociales se palpaban estas actitudes, no sólo en la música. Los luchadores por la libertad, como tú, lo habéis vivido y sufrido. Hay que situarse en ese contexto para entenderlo. El tiempo ha permitido comprobar que Humet, Serrat, Llach o Raimon siempre han estado en el mismo bando».

Es cierto, tenemos que situarnos en aquel contexto –lo que no es fácil para quienes no lo vivieron–; Pep tiene toda la razón. Sin embargo, desde mi sensibilidad, nunca podré dejar de decir que para muchas personas que amaban –que amábamos– la libertad como Humet aquellos posicionamientos ideológicos  tan cerrados y tan dogmáticos –posiblemente necesarios y justificables en su momento– fueron a veces, y para ciertas personas, muy injustamente dolorosos.

El mismo Joan Baptista nos narra esa experiencia evocando como fue su entrada y su salida en el movimiento de la "cançó catalala"... Antes de leer esa experiencia, permitirme, como "previo", la afirmación de un convencimiento personal: Yo solo puedo decir, que Humet fue un "ser humano" que, por encima de todo, luchó por poner a salvo su honestidad, y que lo consiguió: fue un creador honesto, y además grande, libre, sensible, comprometido, solidario y bello en el sentido más amplio, global y radical de la "belleza".

Joan Batista Humet.

«Empecé a viajar con el equipo de Llach por toda Catalunya, la española y la francesa. –Comentaba Humet en su autobiografía–. Fue una época extraordinaria, única, de descubrimiento, apertura y clarificación. Yo había encontrado una vía de expresión, me movía en el contexto de la llamada Cançó Catalana, que hacía de la lengua propia –el cantar en catalán– una seña de identidad necesaria. Era normal, el catalanismo, lo catalán, había estado disminuido, perseguido por la dictadura de Franco. Y no sólo por éste, sino por la concepción monocolor de cualquier sistema fuertemente centralizado como el español. Desde el centro, es difícil entender las fuerzas centrífugas de las periferias y, en aras de la cohesión, es habitual el anteponer corrientes centrípetas muy fuertes, sea en tiempos de dictadura o en períodos supuestamente democráticos como el actual.

Entendía aquel movimiento, pero no era el mío. Estuve en él el tiempo justo para distinguir la oportunidad que se me daba del oportunismo. Lo mío era distinto, había crecido a caballo de dos culturas, la catalana de mi padre y la valenciano-castellana de mi madre. Recuerdo una frase de Rilke: “la patria de un hombre es su infancia”. Y mi infancia y mi patria infantil no se distinguieron por la tierra, sino por el camino, el sentido del trayecto: mis continuos desplazamientos entre Terrassa y Navarrés, zona industrial–zona rural, ambiente burgués–ambiente campesino, estudios–libertad. Ese sentimiento, ese claroscuro, lo plasmé años más tarde en una de mis canciones más sinceras, El extranjero, donde ponía en evidencia un sentimiento profundo de libertad y a la vez, la íntima soledad del desclasado, del apátrida. (Aquella canción decía: "Dando tumbos voy y vengo por la vida cada vez más extranjero")

Joan Batista Humet. (Fotografía de Colita)

Una cosa que recuerdo con especial cariño de aquella época fueron los forums. Era normal después del recital, sentarnos al borde del escenario y conversar con el público, responder a sus preguntas. Allí se advertía una energía inmensa que se estaba movilizando en una dirección, era un momento de plenitud en la esperanza. La esperanza es lo mejor, si no lo único, que aportan las dictaduras; la capacidad de ensoñación, el motor emocional. Y yo aportaba, no mi capacidad de análisis –que era nula– sino mi capacidad emocional. Compartí en más de un centenar de pueblos y ciudades mis sentimientos con la gente; eran sentimientos atemporales… y en aquellos momentos primaba lo contingente. Yo era un cantante de grises, de matices, y en aquel momento no había lugar a las medias tintas, la respuesta debía ser clara e inmediata.

Recuerdo una conversación con el agente de un cantante comprometido de éxito. Le pregunté: “Tu pupilo (por no dar su nombre), ¿no duda nunca?”. Y él me contestó: “Sí, pero en público no se lo puede permitir”.

Ese era el contexto de aquella época, de aquella etapa de mi vida. En uno de los recitales del sur de Francia, en uno de los forums, se me volvió a hacer la pregunta que el plante de Serrat a Eurovisión por una cuestión lingüística puso de moda: “¿Alguna vez cantarás en castellano?” . Y yo, una vez más, respondí de la misma manera: “Hablo en catalán pero pienso en castellano; por tanto, tengo claro que algún día escribiré canciones en castellano”.

Ese mismo día, con la franqueza y el afecto con que se me había acogido dos años atrás, se me dijo que no estaba del todo alineado con aquella movida, que mi mensaje… como que rompía la estética del conjunto. Y nos dimos la mano por última vez... Volví a sentirme intruso. Y volví a casa, a Terrassa».

Y vuelvo de nuevo sobre la obra y la discografía de Joan Baptista Humet. Tras la grabación y edición de "Fulls" (1973) y de "Diálogos" –discos de los que hablaba ayer–, aparecieron "Aires de cemento" (1978), "Fins que el silenci ve" (1979) –al que dedicaré el "cuelgue" de mañana–, "Hay que vivir" (1980), "Amor de aficionado" (1982) –con bellísimas canciones como "Yo no podría vivir sin ti", "Luz de gas", "Otoño en Navarrés" o "Tengo un amigo"– y "Sólo soy un ser humano" (1984).



Tras la grabación de su disco "Sólo soy un ser humano", Joan decidió alejarse por un tiempo de la música, reapareciendo en 2004 con un disco al que le puso un título claramente metafórico y significativo: "Sólo bajé a comprar tabaco".

«De pronto un cable se le cruzó
ante aquel vértigo repentino, 
cerró la puerta del camerino,
tiró la llave y desapareció. [...]

Por quince años pudo esconder
sus sentimientos a cal y canto,
sin compromisos ni desencantos
que le prendieran con alfiler. 

A ras de suelo se reconcilió 
con la frescura del desconocido,
haciendo suyos los contenidos
de las canciones que defendió. 

Y se dejó llevar por el olvido [...]

Un día vino a reconsiderar
si algunos cambios no estarán prohibidos,
si uno no es más que lo que siempre ha sido
y ya no hay forma humana de escapar.

Y se aburría tanto en su mudez
y le dolía tanto la cordura,
que decidió lanzarse a la aventura
y airear de nuevo su desnudez». 
(Joan Baptista Humet. "El regreso". 2004)



Y mañana más, todo lo MÁS que se merece este cantautor del alma cuya vida fue –si hay que resumirla– una gran LECCIÓN DE HONESTIDAD.

COMPOSITORES, POETAS Y CANTANTES «INCOMPLACIENTES» de AYER, DE HOY Y PARA SIEMPRE": «A CARICIA DA SERPE»

A CARICIA DA SERPE . Grupo poético-musical surgido en A Coruña en 1998 como iniciativa del escritor gallego Lino Braxe , fallecido en 2020...