JOAQUÍN SABINA |
En Úbeda "armó la de Dios", y en Granada "la de Mahoma"; se largó para Edimburgo y revolucionó hasta a los fantasmas de los castillos medievales; después, en Londres, se lió a tomar copas –alucinando con Machado, con Buñuel y con un tal Dylan–, y se dedicó a cantar "lindos boleros" y, lo que, por aquel entonces, se llamaban "canciones comprometidas" –los boleritos para poder comer y para ligar con las "unas"; y las canciones comprometidas por aquello de la libertad y porque Joaquín, en el fondo y en la forma, es un ser profundamente solidario; ¡ah! y de paso, para ligar con las otras–-.
Pasó una temporada en París e hizo bailar hasta a la Torre Eiffel; y luego de regreso a Madrid, el muy canalla –en aquella casa tan entrañable, pero sin ascensor, de Tabernillas– se puso a hacer "inventario": «Me levanto, bostezo, vivo, almuerzo...; me emborracho, trasnocho, llego tarde, duermo de lado, hablo conmigo, lloro...; sudo tinta, suspiro, me enamoro, llueve, me abrazan, no doy pie con bola; ...Tengo granos, discuto, me equivoco, busco a tientas, no encuentro, me fatigo...; amanece, sumo y sigo...; te recuerdo, te busco, te maldigo, digo tu nombre a voces, no te veo, te amo, ya no se lo que me digo,te deseo...» y ¡claro!, al final, todo un “tratado de impaciencia».
Una impaciencia, que tras su breve estancia en el número siete de la "calle melancolía", le impulsó a tomar una clara decisión: ¡cambiarse de barrio!, y ponerse buscar, desesperadamente, el "barrio de la alegría"...; al final, después de mucho buscar, la encontró; el secreto de aquel barrio estaba en pasar mucho de muchas cosas que te hacen perder la mirada y la sensibilidad; pasar de lo que los demás esperan de ti; "pisar el acelerador"; mandar las máscaras y el guardar las apariencias a "hacer puñetas", y dejarse vivir sin "rebajas de enero"; dejar que la vida estalle en el cuerpo y en la pasión, sin permitir que nadie se atreva a "robarnos el mes de abril".
Y fue precisamente allí, en el "barrrio de la alegría" –dejando las melancolías "pa" los tristes–, donde empezamos a conocer de verdad a Joaquín Sabina, y donde, "amarraos" a sus canciones, muchos –algunos ya maduritos– hicimos algunos descubrimientos y vivimos algunas experiencias alucinantes:
... Descubrimos a "Tolito", mago de feria, con un corazón que se le salía de la camisa, retorciéndole el cuello a la pena, y abriéndole ventanas a la fantasía...
Cuadro de Alfredo González dedicado a la "Balada de Tolito" de Joaquín Sabina. |
...Nos sentimos cómplices de "El Jaro", víctima de la injusticia y de la falta de equidad; "sobrino del dolor y primo hermano de la necesidad"...
...Jugamos a la "ruleta rusa" y nos enternecimos dejando que nos abrasara "el viejo blues de la soledad"...
..."Recostamos la cabeza en el hombro de la luna" y advertimos que, sin la pasión por compañera, nos sentimos "más tristes que un torero al otro lado del telón de acero"...
... Aprendimos a desnudarnos del "traje gris" y volvimos a los "juegos de mano a la sombra de un cine de verano"...
...Contemplamos un "eclipse de mar", "olvidamos los relojes", y descubrimos que "el tiempo es un microbús que sólo cruza una vez esta breve y absurda comedia"...
...Nos decidimos a defender el pan y la alegría, y –con él y la Pradera–, nos pusimos a "jugar por jugar", a "vivir al revés", y a realizar "un cursillo acelerado de besos de tornillo"..., y en eso estamos...
... Y sobre todo aprendimos –y en eso estamos también– que la solidaridad no es ni un discurso, ni un panfleto, ni una ley... –perdóname Joaquín, ya sé que no te va la "moralina"–; mi gran aprendizaje contigo ha sido que la solidaridad es –ni más ni menos– que abrirse de par en par la "jaula del corazón" para seguir haciendo, mientras el cuerpo aguante, lo que hacía Tolito, lo que tú sueles hacer: "retorcerle el cuello a las pnas˝.
Uffffffffffffffff....!!!!
ResponderEliminarUn retrato hermoso!!!!
¡Qué bien Fernando!
ResponderEliminarGrande san Sabina
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