VIOLETA PARRA, desde el punto de vista musical y poético, a partir de 1962, sintiendo cada vez más, en la distancia, la pasión por su tierra chilena y sus gentes –sobre todo, por los sectores de la población más pobres y más injustamente tratados–, maduró y elaboró un nuevo tipo de "canción popular" basado en dos principios fundamentales: por una parte, en una nueva forma de entender la relación o la comunicación entre el creador y su público; y, por otra, en el contenido, o en la visión del mundo y de la realidad, expresado en lo textos de sus canciones.
En ese sentido, ella creyó, cada vez más, en la necesidad de acortar todo tipo de distanciamientos entre su obra y su público. «Yo creo que todo artista –decía en 1966– debe aspirar a tener como meta el fundirse, el fundir su trabajo en el contacto directo con el público»; fusión no sólo física o espacial, sino y sobre todo, de sentimientos, de experiencias e, incluso, de formas de decir y de comunicarse.
En consecuencia, la canción, para Violeta, se convirtió, sin sacrificar en ningún momento el sentido de la belleza y de la fidelidad a las raíces musicales del pueblo chileno, en un instrumento de comunicación vivo, comprometido con la realidad, esclarecedor y, a fin de cuentas, radicalmente humano. «La obligación de cada artista –afirmaba con rotundidad– es la de poner su poder creador al servicio de los hombres. Ya está añejo el cantar a los arroyitos y a las florecillas. Hoy la vida es más dura y el sufrimiento del pueblo no puede quedar desatendido por el artista».
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Como respuesta a los principios anteriores, podríamos clasificar las canciones compuestas por Violeta Parra a partir de 1962, desde el punto de vista temático o de contenido, en tres grupos:
1. Canciones que hacen referencia a realidades sociales del pueblo chileno, en las que incide, especialmente, en la denuncia de las situaciones de pobreza, de injusticia o de maltrato a la naturaleza; y en las que manifiesta, en todo momento, la reivindicación y la defensa de los derechos humanos. Canciones como "El centro de la injusticia", "Arauco tiene una pena", "La carta", "Y arriba quemando el sol", "Miren como sonríen los presidentes", o "Santiago penando estás".
A continuación, os propongo escuchar dos de esas canciones: "Santiago penando está", interpretada por Violeta; y una magnífica versión de "Y arriba quemando el sol", interpretada del grupo Los Jaivas:
«Mi pecho se halla de luto
por la muerte del amor.
En los jardines cultivan
las flores de la traición.
Oro cobra l’hortelano
que va sembrando rencor,
por eso llorando estoy.
Los pajarillos no cantan,
no tienen dónde anidar;
ya les cortaron las ramas
donde solían cantar.
Después cortarán el tronco
y pondrán en su lugar
una letrina y un bar.
El niño me causa espanto,
ya no es aquel querubí:
ayer jugaba a la ronda,
hoy juega con un fusil.
No hay ninguna diferencia *
entre niño y alguacil,
soldados y polvorín.
¿Adónde está la alegría
del Calicanto de ayer?
Se dice que un presidente
lo recorría de a pie.
No había ningún abismo
entre el pueblo y su merced;
el de hoy, no sé quién es.
Santiago del ochocientos,
para poderte mirar
tendré que ver los apuntes
del Archivo Nacional.
Te derrumbaron el cuerpo
y tu alma salió a rodar.
Santiago, penando estás».
«Cuando jui para la Pampa
llevaba mi corazón
contento como un chirigüe,
pero allá se me murió.
Primero perdí las plumas
y luego perdí la voz.
Y arriba quemando el sol.
Cuando vide los mineros
dentro de su habitación,
me dije: "mejor habita
en su concha el caracol,
o a la sombra de las leyes
el refinado ladrón".
Y arriba quemando el sol.
Las hileras de casuchas
frente a frente, sí, señor;
las hileras de mujeres
frente al único pilón,
cada una con su balde
y con su cara de aflicción. *
Y arriba quemando el sol.
Fuimos a la pulpería
para comprar la ración,
veinte artículos no cuentan
la rebaja de rigor.
Con la canasta vacía
volvimos a la pensión.
Y arriba quemando el sol.
"Zona seca de la Pampa",
yo leo en un cartelón. **
Sin embargo, van y vienen
las botellas de licor.
Claro que no son del pobre,
contrabando, o qué sé yo.
Y arriba quemando el sol.
Paso por un pueblo muerto,
se me nubla el corazón,
aunque donde habita gente
la muerte es mucho mayor.
Enterraron la justicia
enterraron la razón.
Y arriba quemando el sol.
Si alguien dice que yo sueño
cuentos de ponderación,
digo que esto pasa en Chuqui,
pero en Santa Juana es peor.
El minero ya no sabe
lo que vale su dolor.
Y arriba quemando el sol.
Me volví para Santiago
sin comprender el color
con que pintan la noticia
cuando el pobre dice "no".
Abajo, la noche oscura,
oro, salitre y carbón.
Y arriba quemando el sol».
2. Canciones que nos ofrecen aproximaciones concretas a la condición y a la realidad humana; es decir, a las experiencias mas trascendentales vividas por las personas y a sus sentimientos más íntimos. Canciones en las que Violeta verbaliza con claridad, y en un lenguaje sencillo y directo, la intensidad y la riqueza de un pensamiento profundamente humanista.
Son canciones en las que la poetisa chilena desarrolla, por ejemplo, una visión global e integradora de la persona tan completa –y a la vez tan apasionante y tan positiva– como la que aparece expresada en sus temas "De cuerpo entero" y "En una barca de amores". Os propongo escuchar "De cuerpo entero", ¡impresionante!.
«El humano está formado
de un espíritu y un cuerpo,
de un corazón que palpita
al son de los sentimientos.
No entiendo los amores
del alma sola
cuando el cuerpo es un río
de bellas olas.
De bellas olas, sí,
que le dan vida;
si falta un elemento,
negra es la herida.
Comprende que te quiero
de cuerpo entero».
Canciones –las pertenecientes a este segundo grupo– que, en el marco de ese profundo humanismo al que antes hacía referencia, giran en torno a interrrogantes básicos sobre el sentido de la vida y sobre el misterio de la muerte; sobre las razones del hermanamiento o de amistad del ser humano y la naturaleza –como en "Amigos tengo por cientos"– y, en especial, sobre el amor, valor nuclear constantemente presente en su obra y de forma particular y muy bella, en su conocido tema "Volver a los diecisiete".
«Volver a los diecisiete
después de vivir un siglo
es como descifrar signos
sin ser sabio competente.
Volver a ser de repente
tan frágil como un segundo,
volver a sentir profundo
como un niño frente a Dios,
eso es lo que siento yo
en este instante fecundo.
Se va enredando, enredando,
como en el muro la hiedra,
y va brotando, brotando,
como el musguito en la piedra,
ay, sí sí sí.
Mi paso retrocedido,
cuando el de ustedes avanza;
el arco de las alianzas
ha penetrado en mi nido
con todo su colorido,
se ha paseado por mis venas
y hasta las duras cadenas
con que nos ata el destino
es como un diamante fino
que alumbra mi alma serena.
Lo que puede el sentimiento
no lo ha podido el saber,
ni el más claro proceder
ni el más ancho pensamiento.
Todo lo cambia el momento
cual mago condescendiente,
nos aleja dulcemente
de rencores y violencia:
solo el amor con su ciencia
nos vuelve tan inocentes.
El amor es torbellino
de pureza original;
hasta el feroz animal
susurra su dulce trino,
detiene a los peregrinos,
libera a los prisioneros;
el amor con sus esmeros
al viejo lo vuelve niño
y al malo solo el cariño
lo vuelve puro y sincero.
De par en par la ventana
se abrió como por encanto,
entró el amor con su manto
como una tibia mañana;
al son de su bella diana
hizo brotar el jazmín,
volando cual serafín,
al cielo le puso aretes
y mis años en diecisiete
los convirtió el querubín».
Por último, dentro de este apartado dedicado a las canciones de Violeta Parra que expresan o que reflejan, su pensamiento más profundamente humano, cabe destacar "Gracias a la vida", canción de la que se han realizado muchísimas versiones entre las que hoy vamos a recordar la interpretada por Joan Baez:
«Gracias a la vida que me ha dado tanto.
Me dio dos luceros que, cuando los abro,
perfecto distingo lo negro del blanco,
y en el alto cielo su fondo estrellado,
y en las multitudes el hombre que yo amo.
Gracias a la vida que me ha dado tanto.
Me ha dado el oído que, en todo su ancho,
graba noche y día grillos y canarios,
martillos, turbinas, ladridos, chubascos,
y la voz tan tierna de mi bien amado.
Gracias a la vida que me ha dado tanto.
Me ha dado el sonido y el abecedario,
con él las palabras que pienso y declaro:
madre, amigo, hermano, y luz alumbrando
la ruta del alma del que estoy amando.
Gracias a la vida que me ha dado tanto.
Me ha dado la marcha de mis pies cansados;
con ellos anduve ciudades y charcos,
playas y desiertos, montañas y llanos,
y la casa tuya, tu calle y tu patio.
Gracias a la vida que me ha dado tanto.
Me dio el corazón que agita su marco
cuando miro el fruto del cerebro humano,
cuando miro el bueno tan lejos del malo,
cuando miro el fondo de tus ojos claros.
Gracias a la vida que me ha dado tanto.
Me ha dado la risa y me ha dado el llanto.
Así yo distingo dicha de quebranto,
los dos materiales que forman mi canto
y el canto de ustedes que es el mismo canto,
y el canto de todos, que es mi propio canto.
Gracias a la vida que me ha dado tanto».
Con este apasionado canto a la vida concluyo este quinto cuelgue dedicado a VIOLETA PARRA. Dejo para el siguiente el "tercer grupo temático de sus canciones".
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