Hoy he de confesar que este "cuelgue", más que nunca, me lo dicta el "corazón". Es un "cuelgue" en el que necesito expresar unos sentimientos y unos recuerdos que me han asaltado durante estos últimos días mientras preparaba –con bastante ajetreo y bastantes nervios– el concierto de «Los Maestros Cantores».
La noche anterior al concierto, después de charlar un buen rato con Juan Trova, me surgió la presencia íntima de dos grandísimos "cantautores" que fueron "maestros", y que, si la muerte –siempre cruel– no nos los hubiera robado, habrían disfrutado muchísimo participando de nuestro encuentro. Me estoy refiriendo a estos dos "MAESTROS CANTORES":
Con José Antonio Labordeta y con Esteban Valdivieso pasé largos ratos hablando del tema de la canción, de la escuela y de lo importante que sería introducir en los procesos educativos la audición de canciones, y la interiorización y reflexión sobre ellas, especialmente en áreas del aprendizaje como la "Lengua y la Literatura", las "Ciencias Sociales y Naturales", la "Ética" o la "Educación Moral" –esa "Educación para la ciudadanía" por la que tanto luchamos y que ahora el "inepto y antidemocrático ministrillo Wert" se ha cargado de un plumazo y por..., digamos que, por "narices").
Recuerdo perfectamente una tarde conversando con Labordeta, podo antes de que tomara la decisión de dejar la enseñanza. Hablamos del histórico colegio Santo Tomas, en Zaragoza, tan vinculado a su familia –en particular a su padre y a sus hermanos Miguel y Donato–; de su primer destino como profesor en el instituto Ibáñez Martín, de Teruel; y posteriormente, ya en Zaragoza (1970), en el Colegio El Buen Pastor y en el instituto de bachillerato Ramón Pignatelli; y, sobre todo, hablamos del cuestionamiento que él se hacia a sí mismo respecto a sus clases como profesor de historia. Fue aquella tarde cuando tuve a oportunidad de escucharle su canción titulada "A veces me pregunto", que en aquel momento todavía no la tenía grabada.
Recuerdo perfectamente una tarde conversando con Labordeta, podo antes de que tomara la decisión de dejar la enseñanza. Hablamos del histórico colegio Santo Tomas, en Zaragoza, tan vinculado a su familia –en particular a su padre y a sus hermanos Miguel y Donato–; de su primer destino como profesor en el instituto Ibáñez Martín, de Teruel; y posteriormente, ya en Zaragoza (1970), en el Colegio El Buen Pastor y en el instituto de bachillerato Ramón Pignatelli; y, sobre todo, hablamos del cuestionamiento que él se hacia a sí mismo respecto a sus clases como profesor de historia. Fue aquella tarde cuando tuve a oportunidad de escucharle su canción titulada "A veces me pregunto", que en aquel momento todavía no la tenía grabada.
«A veces me pregunto qué hago yo aquí
explicando la historia que recién aprendí,
los líos de romanos, de moros y cristianos
el follón del marxismo y el del otro coté
donde los yankis tienen el mango y la sartén.
A veces me pregunto qué hago yo aquí.
Viendo cómo la tarde se duerme frente a mí
mientras usted Martínez se evade en el jardín
y la dulce Encarnita García Corbejón
confunde a los etruscos con negros de Gabón
entre miradas tiernas de Pablo el "empollón".
A veces me pregunto qué hago yo aquí.
Intentando que aprendan lo de La Ilustración
cuando ellos sólo entienden cosas del rock and roll
y haciendo que comprenden una revolución:
la rusa, la francesa, la de Tutankamón
y encontrando a Picasso perdido en un balcón.
A veces me pregunto qué hago yo aquí.
Viendo como los días se pierden sin un fin
y menos mal que a veces una tarde de abril
un alumno te abraza y te dice: “Don José
que bien que lo pasaba en las clases de usted
con la visión cachonda del tiempo que se fue”.
A veces me pregunto qué hago yo aquí.
Intentando que olviden la gran realidad
y rían con la broma de hacerles comparar
la influencia mudéjar con el alá, ba,
ala bi, ala bá, ala bin, bón, bá
que gritan en el fútbol animando al personal.
A veces me pregunto qué hago yo aquí.
Y en noches de vigilia te rondan por doquier
los rostros de María, de Pedro o de Javier
y el gesto de aquel chico que explicaba sin fin
la batalla de Marne y el cruce sobre el Rin
y que leía versos de Rilke y Valèry,
A veces me pregunto qué hago yo aquí».
De mi buen amigo Esteban Valdivieso tengo un recuerdo imborrable de largas conversaciones mantenidas en el Centro de Documentación Musical de Andalucía –del que fue director ejemplar– sobre el dinamismo renovador que debería tener el Área de Música en la escuela; tema que le apasionaba porque él era, precisamente, profesor de música en Educación Secundaria.
Esteban Valdivieso y Eladia Campra. |
Posteriormente, tras tener que abandonar el Centro de Documentación –cese "politizado" y absurdo que nunca entendí, ni entenderé– hablábamos frecuentemente por teléfono y seguimos viéndonos de vez en cuando en Granada. En aquel momento, Esteban daba clases de música en un Instituto de Secundaria, y al final de nuestras conversaciones siempre surgía el mismo tema: la renovación de los procesos de enseñanza y aprendizaje en la escuela, y la necesidad de que los centros escolares abrieran sus puertas y sus ventanas de par en par a la la canción popular, y, en concreto, a la "canción de autor".
Permitidme que cierre esta evocación de Esteban –"maestro cantor"– recordando, e invitandoos a escuchar, una de sus más hermosas canciones; me refiero a la titulada "Cuantas noches vencí a la luna", grabada en su disco "Poetas de todas las Al-Andalus" (2006).
http://www.goear.com/listen/8517686/cuantas-noches-venci-luna-esteban-valdivieso
«¡Cuantas noches vencí a la luna
y las estrellas del cielo lo ignoraron!
Dios guarde y vigile nuestra noche.
¡Ay qué unión la nuestra
cuando juntos estamos!,
se olvidan de nosotros
el tiempo y el espía.
Ojalá el río de los ríos no corriera.
Que Dios nos proteja al alba».
«¡Cuantas noches vencí a la luna
y las estrellas del cielo lo ignoraron!
Dios guarde y vigile nuestra noche.
¡Ay qué unión la nuestra
cuando juntos estamos!,
se olvidan de nosotros
el tiempo y el espía.
Ojalá el río de los ríos no corriera.
Que Dios nos proteja al alba».
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