Yo, desde hace ya bastante tiempo, sostengo una teoría –elaborada a partir de mi propia experiencia– que cada vez tengo más arraigada en mi convencimiento: Me refiero a la creencia radical de que hay objetos, relacionados con la actividad artística, que en manos de determinados creadores llegan a tener "alma", es decir, que sobrepasan los límites de lo puramente material, y adquieren –no sé muy bien cómo– capacidad para sentir, o para entrar en conexión profunda con los latidos y los sentimientos de los creaciones que los utilizan.
En ese sentido yo mismo pude percibir el "alma" que poseía la pluma estilográfica que habitualmente utilizaba el gran poeta Gabriel Celaya –pluma que siempre llevaba en el bolsillo, o que siempre tenía a mano sobre la "mesa camilla" que había en el pequeño salón de su casa–; o el "alma caliente" de aquel "caballete" que sostenía los cuadros que creaba Eduardo Úrculo, sobre todo cuando le daba "forma-color-y curvas" a sus desnudos tan exuberantemente eróticos–; yo mismo he sentido el "ama" latente de mi "portaminas del 0,5" con el que he escrito tantas y tantas páginas, y que todavía hoy noto que se me "cabrea" cuando cree que lo ignoro, o le pongo los "cuernos" con un teclado.
¡Sí!, ¡hay objetos que tienen alma! ¡lo sé y estoy convencido de ello!... Sobre todo se nota en los resultados de muchas de las obras en las que intervienen colaborando estrechamente con los creadores.
Esta convicción, que la tengo asumida desde hace mucho tiempo, vengo experimentándola recientemente, una vez más, a través de la observación atenta del trabajo creador que realiza una fotógrafa con la que suelo encontrarme con frecuencia en muchos recitales. Se llama INÉS POVEDA, identificada también como «Carolina Tipití Tipitá».
Inés Poveda. |
En el caso de Inés Poveda, el "objeto con alma" que posee –y que percibo– es su cámara fotográfica; "objeto puente" –entre su mirada, su sensibilidad y la realidad–, que consigue la obtención de imágenes sorprendentes; algunas de ellas también poseedoras de "alma", un "alma por contagio".
Las tres imágenes anteriores las tomé yo mismo en la reciente presentación, en Madrid, del poemario de Fernando Lobo; en ellas aparece Inés Poveda, trabajando. Cuando llegué a casa por la noche –después de la presentación– las vi en mi ordenador y me encantaron. (A Inés hace tiempo que la vengo "observando-persiguiendo" cada vez que me me encuentro con ella en un concierto; y, por cierto, poco, muy poco hemos hablado).
Al día siguiente, con un respeto exquisito –ya podrían aprender otros y otras–, Inés me hizo llegar cinco fotografías que me había tomado durante la presentación del libro de mi tocayo Fernando –un precioso e inesperado regalo–. Las estuve viendo –no suele gustarme demasiado verme fotografiado– y en dos de ellas se me reveló con evidencia el "alma" de la que vengo hablando.
Os cuento: Inés me fotografió leyendo el texto de una de las canciones de Georges Moustaki que más amo: «Le temps de viure»... Os propongo escuchar esa canción antes de seguir adelante; creo que merece la pena y que, tras la escucha, se entenderá mucho mejor lo que después voy a explicar.
«Tomaremos el tiempo de vivir,
de ser libres, amor mío,
sin proyectos y sin costumbres
podremos solar nuestra vida.
Ven, estoy ahí
sólo te espero a ti
todo es posible
todo está permitido.
Ven, escucha esas palabras que vibran
en los muros del mes de Mayo
ellas nos dan la certeza
de que todo puede cambiar un día.
Ven, estoy ahí
sólo te espero a ti
todo es posible
todo está permitido.
Tomaremos el tiempo de vivir,
de ser libres, amor mío,
sin proyectos y sin costumbres
podremos solar nuestra vida».
Contempladas estas imágenes me quedó muy claro; me reafirmé en mi convicción: la cámara fotográfica de Ines Poveda tiene "alma", el "alma" que ella –magnífica profesional– y su tremenda sensibilidad saben proyectarle.
Insisto ésta es una de las canciones de Moustaki que más amo –«todo es posible, todo está permitido, libres, sin proyectos y sin costumbres»–.
El día de la presentación del poemario de Fernando Lobo leí el texto de la canción de Moustaki, y me emocioné mucho interiormente –¡cuantos recuerdo y que dura ausencia!–, y justo en ese momento Inés y su cámara me fotografiaron; estoy convencido de que ninguna de las dos sabía lo que me estaba pasando y lo que estaba sintiendo por dentro, pero al ver dos de aquellas fotografías percibí que lo habían captado y reflejado perfectamente; que la sensibilidad de Inés, y el "alma" de su cámara, habían entrado en una muy profunda conexión con lo que yo estaba sintiendo...
Estas son las imágenes de las que os hablo:
Estas son las imágenes de las que os hablo:
Contempladas estas imágenes me quedó muy claro; me reafirmé en mi convicción: la cámara fotográfica de Ines Poveda tiene "alma", el "alma" que ella –magnífica profesional– y su tremenda sensibilidad saben proyectarle.
A partir de ahí, busqué más fotografías de Inés –"Carolina Tipití Tipitá"–; fotografías tomadas a cantautores que me gustan y admiro –muchas ya las conocía– y llegué a dos conclusiones. La primera, sentirme orgulloso de haber sido fotografiado por tan extraordinaria profesional –y darle las gracias–; la segunda quedarme definitivamente "prendao" de sus "almas", de la de Inés y de la de su cámara.
Dentro de un ratito, con el permiso de "Carolina Tipití Tipitá", voy a proponer un "cantijuego" con sus fotografías; pero, de momento –y como anticipo– aquí tenéis dos; dos de las que yo llamaría "imágenes con alma": la primera es de Alberto Alcalá y la segunda del incansable "imaginador" y creador Julio Hernández.
No hay comentarios:
Publicar un comentario