Lo he repetido muchas veces y conforme va pasando el tiempo me reafirmo más en ello: para mi en esto del universo de la música y de la canción lo que más me importa y me interesa es la EMOCION que puedan llegar a despertarte...
Si una canción y su intérprete logran emocionarme, yo, particularmente, considero que estoy percibiendo y sintiendo algo que es bueno y que tiene calidad...; si por el contrario, no me emocionan, no estoy dispuesto a perder el tiempo en calificaciones y críticas, ¡desconecto y ya está!... Quizá la falta de emoción en esos casos sea cosa mía y puede que haya otras –muchas o pocas– personas que sientan y piensen diferente... ¡pues muy bien!... ¡pa que vamos a discutir!..., el mundo de las emociones es muy subjetivo.
Por otra parte, si a la EMOCIÓN se le une la SORPRESA la cosa me resulta ya explosiva... Me encanta y me interesa mucho que los poetas, los músicos y los cantantes que me emocionan consigan también sorprenderme siempre –bueno, en realidad lo mismo me pasa con cualquier otra persona a la que conozca aunque no esté metida en el mundillo de la creación artística.
Pues bien, siempre que me reencuentro con la música y las canciones de ÍÑIGO COPPEL se produce en mí el mismo acontecimiento: ME EMOCIONA Y ME SORPRENDE... Y eso fue lo que ocurrió precisamente el pasado martes –15 de enero– en la sala Libertad 8.
ÍÑIGO COPPEL es un creador en el que se conjugan muchos factores para la emoción y la sorpresa: es un magnífico músico; canta con fuerza y con sentido; ha bebido de muchas fuentes musicales –y a bebido de ellas hasta emborracharse–; toca la guitarra y la armónica como le da la gana de bien; posee un mundo imaginativo fantástico; es crítico cuando hay que serlo y tierno –muy tierno– cuando lo siente; practica el arte nada común de la memoria contra el olvido; padece del maravilloso "delirio" de la humildad –que por supuesto le dignifica– y. como diría Alfonso del Valle, es muy "güena gente"... ¡Pa qué más!
Dicho todo lo anterior, hoy no me voy a enrollar más; solamente voy a dejar testimonio en el blog de un nuevo concierto de ÍNIGO COPPEL en el que he disfrutado mucho, me he emocionado y me he sorprendido.
"Pa" empezar la letra de una canción nueva construida a base de latidos –que si eres capaz de escucharlos: ¡suenan!–. La canción se titula "Serenata para C".
«A veces le da por decir
que el mundo es absurdo,
que todo es oscuro
y que ya no quiere vivir,
que no tiene fuerzas
para sacudir la tristeza,
que no hay solución
y que nada merece la pena...
¿Quién lo puede creer?
¿Quién lo puede creer?
A veces le da por decir
que todo es mentira,
que ya no soporta el dolor
de las noches así
y llora hasta el alba
y grita que la ansiedad
nunca se va
y que la angustia
es más fuerte que ella...
¿Quién lo puede creer?
¿Quién lo puede creer?
A veces le da por decir
estas palabras
hasta que, de pronto,
te mira y vuelve a reír
y sus últimas lágrimas
brillan en la oscuridad,
antes de caer,
y tú ves su belleza perfecta
que nada ni nadie puede romper
y en silencio la amas y piensas:
¿Quién lo puede creer?
¿Quién lo puede creer?
En el concierto del pasado martes, como viene siendo habitual, Íñigo contó y cantó con la colaboración de MANU CLAVIJO tocando el violín... Ya lo he dicho en algunos "cuelgues" anteriores: Manu cada día está consiguiendo crear mejores y más intensos espacios para la EMOCIÓN y para la SORPRESA... Lleva viviendo en Madrid poco más de un año, y os puedo asegurar que desde que le conocí –¿te acuerdas Manu?, fue en la Cafetería Hontanares– hasta hoy no ha cesado de crecer como gran músico, y como un ser humano de tremenda generosidad, y todo ello gracias a un trabajo intenso y profesionalmente muy bien realizado.
Quisiera también resaltar dos colaboraciones y dos momentos mágicos, sorprendentes y alucinantes que se produjeron en el último concierto de Íñigo Coppel, me refiero a las colaboraciones de ALICIA RAMOS y de MARTA PLUMILLA interpretando con Iñígo dos des sus canciones.
Alicia cantó, con toda su fuerza y su desgarro, la canción titulada "Con sangre".
Íñigo Coppel y Alicia Ramos |
«Te recuerdo tan sola,
sentada al final de la clase,
mirando a aquellos maestros
con sus estúpidas frases.
¿Qué pensabas cuando te decían
que estabas jugando con fuego,
que hay que seguir las reglas,
que la vida no es más que un juego?
Con sangre,
así te lo enseñaron,
con sangre,
así aprendiste la lección.
Esos pobres ingenuos
pensaron que podrían contigo,
puliendo tu carácter
en los cuartos de castigo,
tu padre siempre venía a buscarte
con su cara de buen cristiano,
“una chica difícil”
les comentaba al darles la mano.
Con sangre,
así nos lo enseñaron,
con sangre,
así aprendimos nuestra lección.
Que buenos son,
Dios, que buenos son,
los padres agustinos
que nos llevan de excursión.
Hoy te he visto en la tele
cantando a todos esos capullos,
yo siempre tuve claro
que el mundo iba a ser tuyo,
si supieras cuanto he esperado
a que llegara este día,
al fin lo has conseguido».
Y Marta Plumilla –con la expresividad y el encanto que le caracteriza– entró en complicidad con Coppel para ofrecernos una especie de divertimento "rockzarzuelerodesgarrao" titulado "Sin rencores".
Marta Plumilla e Íñigo Coppel. |
«Sin rencores
vamos a dejarlo así,
sin rencores,
que cada cual siga su propio camino
no manchemos nuestro recuerdo con reproches mezquinos
–Quizá aún queden algunas heridas.
–Sí... de todas las veces en las que arruinaste mi vida.
–Cuando nos conocimos ya casi me pegas,
cuando te dije que cantas “tan bien” como Nacho Vegas...
que el nuestro no sea uno de esos amores
que acaban como una película gore,
sin rencores,
sin rencores,
seamos mejores,
dejémoslo así,
sin rencores.
–Y aquella vez, aquella vez...
si mal no recuerdo era tu cumpleaños.
–¡Como pudimos hacernos tanto daño!.
–Emborrachaste a mi periquito,
el pobre Alfred estuvo tres días malito....
–Por eso me quemaste con todas las velas.
–... y tu le metiste la lengua en la oreja a mi abuela.
Sin rencores,
sin rencores,
que el nuestro no sea uno de esos amores
que acaban perdiendo todos los valores,
sin rencores,
sin rencores,
seamos mejores,
dejemoslo así,
sin rencores.
–¿Me estás oyendo, inútil?
¿Te acuerdas de cuando estabas haciendo el idiota y rompiste mi flexo?-
–Y tú... ¡De cuando me hiciste ver entera “Lucia y el Sexo”!
Tómate una conmigo,
tú sabes que siempre siempre seremos amigos
y gritemos con fuerza nuestro último brindis:
¡Que canten hermosas rancheras los críticos indies!
–Prefiero recordar tus cosas buenas.
–Buena idea y yo las tuyas...
a ver...
dejame pensar...
mmmmm
ah, no no no
mmmmm
Tengo una:
Aquella vez que me dijiste: “Te quiero”... ¡Fuiste tan amable!
Sin rencores,
sin rencores,
que el nuestro no sea uno de esos amores
que acaban tan mal como una peli gore...
–O como aquel concierto que diste en Clamores.
–¡Ah, ¿Sí? Pues dame el importe de todas las flores!
–¡Y tú el de la entrada de los Tres Tenores!
– y ¡dejémoslo así! dejemoslo así... ¡Sin rencores!».
("Sin rencores")
me encanta Coppel. Bonita crónica que hace maldecirme por no haber estado allí.
ResponderEliminar¡Qué bueno!. Gracias por hacerme vivir esa velada en el libertad.
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