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martes, 16 de agosto de 2011

¡MALDITAS GUERRAS! - 100 + 43

Escalofriante esta viñeta de Andrés Rábago, "El Roto"... 
¡Sin más palabras!

¡¡¡¡MALDITAS GUERRAS!!!!

HILARIO CAMACHO I - SÍ, SE NOS FUE UN DÍA COMO HOY...; PERO NUNCA PODREMOS OLVIDARLE.

Hilario Camacho. (Fotografía: José Aymá).

El día 16 de agosto de 2006 –justo hoy hace cinco años– HILARIO CAMACHO se nos fue... Recuerdo perfectamente aquel último adiós en el cementerio de La Almudena de Madrid; Elisa Serna, Batanero, Teddy, Carlos de Abuín...; todos intentábamos contener las lágrimas...; todos queríamos decirle algo, pero optamos por el silencio, un silencio profundo...; y allí, en aquel momento, mientras se procedía al rito del enterramiento, me vino al recuerdo –en el corazón completamente "desgarrao" y roto– una de sus canciones que desde siempre me pareció impresionante la forma en que la interpretaba: "Igual que vosotros", sobre un texto de Blás de Otero.

«Desesperadamente busco y busco
un algo, qué sé yo qué, misterioso,
capaz de comprender esta agonía
que me hiela, no sé con qué, los ojos.

Desesperadamente, despertando
sombras que yacen, muertos que conozco,
simas de suelo, busco y busco un algo,
qué sé yo dónde, si supieseis cómo.

A veces, me figuro que ya siento,
qué sé yo qué, que lo alzo ya y lo toco,
que tiene corazón y que está vivo,
no sé en qué sangre o red, como un pez rojo.

Desesperadamente, le retengo,
cierro el puño, apretando el aire sólo…
Desesperadamente, sigo y sigo
buscando, sin saber por qué, en lo hondo.




He levantado piedras frías, faldas
tibias, rosas, azules, de otros tonos,
y allí no había más que sombra y miedo,
no sé de qué, y un hueco silencioso.

Alcé la frente al cielo: lo miré
y me quedé, ¡por qué, oh Dios!, dudoso:
dudando entre quién sabe, si supiera
qué sé yo qué, de nada ya y de todo.

Desesperadamente, ésa es la cosa.
Cada vez más sin causa y más absorto
qué sé yo en qué, sin qué, oh Dios, buscando
lo mismo, igual, oh hombres, que vosotros».

Y así fue hasta el final, hasta el ultimo momento –me lo había comentado por teléfono pocos días antes de morir–: "buscó y buscó, desesperadamente"..., hasta la muerte...

«Nací en Madrid el 8 de junio de 1948, en el seno de una sencilla familia de clase media –recordaba Hilario en libro "Cazador de nubes", publicado por la Fundación Autor, en 1999–. Vivíamos en una casa de la calle Fuencarral, en el tramo que va de la glorieta de Bilbao a la glorieta de Quevedo. Tenía un  hermano siete años mayor que yo, Juan Luis, que murió hace diez, cuando empecé a sentirme más cerca de él... Apenas conocí a mi padre, porque murió a mediados de los años cincuenta cuando yo era muy pequeño. Un día me enteré de sopetón. Todo fue muy confuso [...]. Se llamaba Hilario, como yo.... Con la desaparición de mi padre la economía familiar se resintió y mi casa se convirtió en una pensión para sobrevivir. Recuerdo que siempre había dos o tres huéspedes.

Otra de las cosas que a veces me viene a la memoria es a mi madre cantando. Lo hacía mucho cuando hacía las faenas domésticas [...]. Sobre la música que sonaba entonces, lo que más recuerdo es haber oído mucha copla y boleros a todas horas.

En 1953, cuando empezó el curso me mandaron al Colegio San Antón, de los escolapios, en la madrileña calle Farmacia.

Hilario con sus compañeros de clase del Colegio San Antón.
Curso 1954-55.
Ya con cinco años destaqué en el coro, porque tenía buen oído y afinaba bien, y, como me gustaba cantar, pude demostrar enseguida mis cualidades cantoras. Como miembro de la escolanía, pronto me reclutaron para actuar en los actos que organizaba el colegio [...].

Hilario junto a sus compañeros de la escolanía.
Él aparece en primer plano, de perfil y con gafas.
Además de cantar en el coro del colegio, también me gustaba coleccionar cromos y comprarme tebeos, afición que aún perdura, lo mismo que mi devoción por el cine. También aprendí a tocar la guitarra viendo practicar a un estudiante de medicina que estaba hospedado en casa. Se llamaba Andrés. Muchas veces se ponía a tocar en su habitación y yo aprovechaba para sentarme muy cerca y memorizar las posturas de su mano izquierda, para luego imitarlo hasta conseguir que sonara igual. Recuerdo que me tenía que fijar mucho, como si estuviera frente a un espejo, colocar los dedos como lo hacía él. No era fácil, pero yo estaba decidido a conseguirlo. Un problema añadido es que tenía que hacerlo a escondidas, aprovechando las ausencias de Andrés para coger su guitarra. Un día me descubrió porque se rompió una cuerda y el sabía que había sido yo. Me temí una gran bronca. Aunque la verdad es que se limitó a echarme una mirada severa y poco más.

En cualquier caso, seguí ensayando hasta que dominé, por así decirlo, los tres acordes básicos. Entonces, ya podía interpretar las canciones más pegadizas del pop ibérico».

Hilario, años más tarde, tocando la guitarra e
interpretando sus propias canciones.
A los doce años, Hilario tuvo una experiencia televisiva realmente curiosa y divertida. Fue de la mano de un ex-alumno del colegio. Este reclamo la presencia de dos pequeños para un programa musical. Hilario y otro chico que tocaba la bandurria fueron los elegidos. Se trataba de interpretar una canción de aire napolitano. Así que ensayaron un poco y enseguida estuvieron preparados para cantar. Para la ocasión se preparó un decorado simulando una callejuela de Nápoles, y los dos niños aparecieron ante la cámara situados bajo una ventana para rondar a una imaginaria joven que no daba señales de vida. Sin embargo, de una puerta abierta con rabía apareció una anciana malhumorada –quizá la madre de la chica– que arremetía contra los trovadores a escobazos, y ellos, corre que corre, abandonaban el plató dando por finalizada su intervención musical. 

Por aquella fugaz actuación televisiva, contaba Hilario, «percibí las primeras quinientas pesetas que gané  como consecuencia de una actuación; fue mi primer "caché"».

En 1961, con trece años –cursando cuarto de bachillerato– Hilario perdió también a su madre, lo que le profujo un profundo dolor; con ese motivo, para intentar consolarle, una amiga de la familia le regaló una guitarra, a la que convirtió en una especie de compañera que supo aligerar y aliviar sus momentos de vacío y de soledad.

Hilario Camacho.
(Fotografía: Ángel Galvañ).
Haciendo memoria de aquel acontecimiento –y en general de su infancia– Hilario le comentaba a Ángel Galvañ, en un entrevista, lo siguiente: «Yo he sido una persona, desde muy pequeño, con una gran carencia de afecto. En mi interior no había amor; y por tanto me resultaba imposible darlo [...]. Mi voluntad de superar el problema y mi deseo de querer a los demás me impulsaron a recapacitar sobre aquel desamor y me puse manos a la obra para solucionarlo. Y creo que lo he conseguido. Por lo menos, estoy en camino, aunque a veces tengo recaídas porque me suceden cosas negativas a las que les doy excesiva importancia y me vuelvo a quedar solo...; pero la verdad es que he tenido la suerte de contar con un carácter abierto y con un agudo sentido del humor para superar esas dificultades».

Fallecida su madre, Hilario ingresó interno en un colegio que tenían los escolapios en Getafe. Nada más llegar a aquel colegio vivió una experiencia inolvidable: «Los primeros días de mi estancia allí –recuerda Hilariotuve que estar ojo avizor porque me preparaba una novatada [...]. Cuando la cosa se estaba poniendo cruda para mí, apareció un alumno mayor que me salvó de la inocentada. Bueno, en realidad me escapé gracias a la música. Aquel chico se había enterado de que yo cantaba en el coro del otro colegio y me ofreció la oportunidad de participar en el festival que estaban preparando para no sé que fiesta. Cuando los de mi clase me vieron hablando con uno de los mayores, la cosa cambió [...]. Así tuve mi primera experiencia como cantante de un grupo de rock. El sonido de las guitarras se amplificaba a través de una radio de madera que tenía un altavoz de poco más de diez vatios».

De aquella forma, Hilario empezó a interesarse cada vez más por la música y a dedicarle todo el tiempo libre de que disponía.

La primera canción que compuso se la inspiró una chica llamada Pilar, que era amiga de un compañero del colegio de Getafe, a la que vio tres o cuatro veces, y de la que quedó perdidamente enamorado. «No sé si fue por culpa de la canción –recordaba Hilario–, pero el caso es que no me comí jamás un panchito con ella».

Y a partir de ese momento, de aquella primera canción de amor, empezamos a asistir al nacimiento de uno de los más importantes músicos y creadores –en general– que parió, este país nuestro, en el siglo XX... HILARIO CAMACHO, el bien llamado "cazador de nubes"...., "arquitecto de sueños"...


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