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lunes, 21 de marzo de 2011

CARÁTULAS CON HISTORIA. "PEDRO ÁVILA". "El hombre nuevo cantando"

El disco "con historia" que hoy voy a presentar se titula "El hombre nuevo cantando" y pertenece a PEDRO ÁVILA

Disco clave, para conocer la llamada "canción española en el exilio", que fue grabado y editado en Paris, en 1970, –con el sello "Le Chant de Monde", dentro de la serie "La nouveau chansonnier international"–. Los arreglos y la dirección musical fueron realizados por Gerardo Guevara y en la grabación participó Raul Maldonado tocando la guitarra.

Portada de la edición francesa del disco
"El hombre nuevo cantando", de Pedro Ávila.

Pocos meses después a la edición francesa, "El hombre nuevo cantando", de Pedro Ávila, fue publicado en España, con dos canciones menos que fueron censuradas: "La soledad", de Blas de Otero, y "No soy un pueblo de bueyes", de Miguel Hernández. La edición española la realizó la compañía discográfica catalana, "Edigsa", pero, en muy poco tiempo, se convirtió en un disco frustrado, porque siguieron recayendo sobre él todo tipo de censuras y de prohibiciones, lo que provocó que fuera prácticamente retirado del mercado.

Portada de la edición española del disco
"El hombre nuevo cantando", de Pedro Ávila.

Aquel disco tan "escandaloso" y tan censurado contenía doce canciones compuestas por Pedro Ávila sobre textos de poetas como Rafael Alberti, Miguel Hernández, Blas de Otero o Ángel González. Concretamente las siguientes:

Cara A:
El hombre nuevo, de Rafael Alberti.
Aquí tenéis mi voz, de Blas de Otero.
La soledad, de Blas de Otero.
Proal, de Blas de Otero.
Capital de provincia, de Ángel González.
No soy de un pueblo de bueyes, de Miguel Hernández.

Cara B:
Como el toro, de Miguel Hernández.
Alga quisiera ser, de Ángel González.
Donde pongo la vida, Ángel González.
Mis ojos sin tus ojos, de Miguel Hernández.
Los gallos cantar querrían, de Rafael Alberti.
Perdido está en andaluz, de Rafael Alberti

Pedro Ávila.
Fotografía de Robert Prudon.
Pedro Ávila –autor de este disco–, hombre de extraordinaria sensibilidad, a los veinte años decidió exiliarse a París para abrirse allí un camino en el ámbito de la creación que más le apasionaba: la canción de estilo juglaresco.

Recién llegado a París –como todos los exilados– trabajó en lo que pudo para sobrevivir; en su caso se colocó en el Moulin Rouge, donde llegó a convertirse en el cantante principal.

Al poco tiempo de su estancia parisina, Pedro conoció al poeta Ángel González –con el que llegó a mantener una entrañable amistad– y, animado y asesorado por el poeta, decidió emprender la aventura y el reto que suponía musicalizar y cantar a los poetas; tarea que emprendió con entusiasmo, y, sobre todo, volcando sobre ella todo su tiempo y toda su sensibilidad.

El resultado de aquel reto se tradujo en la grabación del disco que estamos comentando.

Es muy importante destacar que en aquel disco, Pedro Ávila contó con la colaboración –en el diseño y en la ilustración– del genial pintor José Hernández, que creó para la carpeta seis extraordinarios y desgarradores grabados que acompañaron a los textos poéticos.

Reproduzco, a continuación, dos de aquellos grabados:

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