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sábado, 17 de diciembre de 2016

"EL CABRERO" Y "ALBERTO CORTEZ": TESTIMONIO VIVO Y ESPERANZADOR DE UNA GRAN E INDESTRUCTIBLE AMISTAD... Y LA "GRANDEZA" SIGUE LATIENDO EN LA ENTRAÑA DE LA "CANCIÓN DE AUTOR" DE CALIDAD Y DEL MÁS PURO FLAMENCO.

Ayer, día 16, tuve la suerte y el placer de asistir al concierto que EL CABRERO nos ofreció en el Auditorio Nacional de la Música, de Madrid, acompañado de Rafael Rodríguez a la guitarra... Magnífico concierto que –como siempre que escucho cantar a El Cabrero– me provocó un impacto emocional "de larga duración"... Belleza, jondura, desbordamiento de humanidad y mucha –¡muchísima!– sensibilidad... ¡Qué grande, que bello y que honesto EL CABRERO!

Fotografía del concierto de ayer –día 16 de diciembre–.
El Cabrero acompañado a la guitarra por Rafael Rodríguez.
Imagen publicada y tomada de la página de facebook
de la "muy buena gente" de Culturas Indómitas.

Concretamente, del concierto de ayer en el Auditorio de la Música hubo tres momentos –percepciones y sentimientos– que me impresionaron de forma muy especial, y que hoy no puedo dejar de comentar:

El primero fue el encuentro que se produjo entre El Cabrero y Alberto Cortez, grandes amigos y cómplices desde hace mucho tiempo. 

Antes de que llegara El Cabrero al teatro, allí estaba Alberto esperándole en el camerino; ahí estaba el "amigo del alma" que no quiso faltar a tenderle "al cantaor" su cariño, su admiración y su abrazo. Después llegó José y se encontraron. ¡Fue un momento mágico y muy emocionante! Todo un testimonio de "tierna complicidad" entre dos grandes ¡grandísimos! maestros de nuestro canto y cante popular.

Poco antes de empezar el concierto, Alberto, con gran dificultad –está recuperando su movilidad– entró en el patio de butacas –lo tuve prácticamente al lado–... ¡Que miradas más hermosas dirigidas a El Cabrero!, ¡que aplausos mas apasionados!, ¡que sonrisa tan limpia!... Y José se echó a cantar y le dedicó un cante a Alberto; y a Alberto gritó "¡Amigo!" y se le saltaron las lágrimas... ¡Bendita sea la amistad!... Alberto no podía faltar al concierto de su amigo José, ¡fuera como fuera!... Y pienso: ¡Cuántos gestos como éste precisa hoy en día nuestra música popular!; ¡Cuánto "ombliguismo" y cuando "individualismo" está sobrando y ensombrando el actual universo de nuestra "canción de autor"!

El Cabrero y Alberto Cortez en el camerino  del
Auditorio Nacional de la Música, de Madrid.
(Fotografías de Culturas Indómitas).

El segundo momento profundamente impactante del concierto de ayer fue cuando El Cabrero evocó a Horacio Guarany –otro gran maestro de los imborrables–, y cantó –magistral y apasionadamente– su canción "Si se calla el cantor".

¡No puedo evitarlo! cada vez que escucho a José cantar su versión del gran tema de Horacio, no puedo dejar de preguntarme, aquello que tantas veces se ha preguntado Luis Pastor, "¿Dónde están los cantautores?"... Pues sí: «Que ha de ser de la vida si el que canta / no levanta su voz en las tribunas / por el que sufre, por el que no hay / ninguna razón que lo condene a andar sin manta. / [...] Debe el canto ser luz sobre los campos / iluminando siempre a los de abajo.»... Y yo me sigo preguntando todavía "¿donde están los cantautores?"

Por último, anoche el el Auditorio de la Música de Madrid, una vez más, estallaron mi admiración, mi gratitud y mi más profundo cariño hacia una mujer grande, grande, grande –de las imprescindibles que diría Brecht–: ELENA BERMÚDEZ; siempre cerca de El Cabrero –a su lado y de su lado–; luchadora, fuerte, revolucionaria, humilde y muy tierna; siempre ahí en la sombra; a un lado –a su lado y de su lado– y dando palabra y sentido a muchos de los "cantes" de José.

En fin, evidentemente –para mi, al menos– como acabo de decir, el concierto que viví ayer fue magnífico e inolvidable... El resto lo reafirma mi mi buen amigo José María Velázquez-Gaztelu, en el texto que aparece en el programa de mano del concierto. Dice, por ejemplo, José María:

El Cabrero. (Fotografía de David Palacín).

«El Cabrero siempre ha mostrado una inquebrantable fidelidad a una ética forjada a la luz de las estrellas y oyendo los mensajes del viento en las duras tierras de Aznalcóllar. [...] Cuarenta  tres años lleva en los escenarios y desde el primer momento ha mantenido la lealtad a la estrofa de uno de sus cantes que es el resumen palpitante de su ideario: "Cuando hay algo que decir / no se puede uno callar / porque callar es morir"... Y yo finalmente añado: "¡Bendito sea José Domínguez El Cabrero!"... Y hoy, de paso, "¡Bendito seas tú también, Alberto Cortez de nuestra alma!".

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